Parte 55

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Un futuro nombre.


Dos meses más han pasado, tu vientre sigue siendo camuflado bajo la ropa, pero en cada baño que te das puedes ver una leve curvatura en tu vientre bajo. Muy tenue, muy sutil.

Las noches siguen estando cargadas de pesadillas, pero algunas son más como recuerdos, memorias que no regresarán.

Las niñas y tú comienzan a generar hábitos saludables, Aria comienza a recibir clases particulares con un profesor joven que viene a casa, y Lilly intenta seguir el hilo de las clases, resultando un fallo porque se aburre y decide ir a jugar sola. Tiene su sentido, cuatro años casi cinco son la edad perfecta para seguir jugando y viviendo lejos de cualquier responsabilidad más seria.

Suguru continua sin volver, y Yuuta viene de vez en cuando. La herida en su hombro a mejorado, y su cercanía contigo es amable y respetuosa. Tener un amigo después de mucho tiempo te sienta bien.

Te levantas muy temprano por la mañana, tomas un tiempo de meditación y pilates, para luego ir a saludar a tu abuelo, desayunando junto a él. Es una rutina diaria, cómoda y pacífica. Por cuestiones económicas y de tiempo, tú también comienzas a recibir clases, solo que estas son virtuales.

La vida parece ir bien, pero sigue faltando algo, algo que probablemente nunca vendrá.

//

El invierno ha comenzado, han pasado cuatro meses desde tu rescate, y ahora solo la ropa ancha puede cubrir tu vientre. Aria toca tu pequeña pancita y te hace preguntas que ni tan siquiera tú sabes cómo responder.

—¿Qué crees que sea?

Te encoges de hombros, con una sonrisa sincera. —No lo sé, ¿qué te gustaría a ti que fuera?

Su expresión pensativa te hace sonreír, enternecida. —Lilly y yo somos niñas, así que tal vez un niño.

—¿Un niño, eh? —preguntas entre risillas. Llevas tu mano hasta la curva de tu vientre, aún sobre el abrigo de lana, y una imagen de Nanami con un niño entre sus brazos vuelve. Sientes una presión sobre el pecho, pero intentas despejar los pensamientos porque no quieres que tus emociones afecten al bebé, que claramente puede sentirlas.

Tu mente intenta enfocarse en el resplandor del día frío, que comienza a volverse invernal, pero no es tan fácil.

—¿No están congeladas de estar acá a fuera? Pronto comenzará a nevar.

La voz de Yuuta te hace girar la mirada. Viene envuelto en un abrigo oscuro y largo, más como una gabardina. Su cabello oscuro esta perfectamente peinado hacía atrás, y no deja de lado esa característica sonrisa suya; tan jovial y amable.

—¿Cómo se encuentran bellas damas? —pregunta en un ademán divertido, a lo que Aria sonríe extensamente.

—Hola Yuuta, ¿Cómo estás? —le preguntas, mientras te pones de pie. Involuntariamente llevas tus manos extendidas hasta tu vientre, gesto que Yuuta no pasa por alto. Cuando supo de la noticia, te dio las felicitaciones, pero su mirada era triste y compasiva.

Se abraza a sí mismo con una expresión divertida. —Muriendo de frío lentamente, detesto el invierno.

—El invierno es hermoso —suelta Aria, enfrentándolo a modo de juego, a lo que el pelinegro le sigue la corriente.

—Claro que no, es helado y triste.

—No es triste —defiende la niña con el ceño fruncido.

—Que sí lo es —le debate, mientras se dan zapes juguetones uno al otro. Sus ojos vuelven a ti, sin pausar su pelea amistosa—. ¿Y Lilly?

—Le pidió al abuelo que le contara un cuento —sueltas mientras te encoges de hombros.

—Uhm, justo venía por tu abuelo, en realidad.

Tus ojos se vuelven serios. —¿Sucedió algo?

Yuuta detiene su lucha con Aria, y le indica con un gesto suave que entre. Su semblante ha cambiado considerablemente. —Sí, parecen haber noticias, pero no sé qué tan buenas sean.

—Yuuta, ¿puedo estar presente?

—Eso lo decide tu abuelo, pero considerando que eres su heredera directa, no veo por qué no.

Le sigues al interior, conversando sobre un tema totalmente diferente en lo que deben de reanudarlo de nuevo. Con Yuuta puedes hablar de cualquier cosa, desde el cambio partículas de las estaciones, hasta la conspiración más extraña e incomprensible de la televisión o los programas. Son temas sencillos que no necesitan pensar mucho, pero que siempre revelan un poco más de la otra persona.

Una vez adentro, los enormes ojos de Lilly se posan sobre ti y luego sobre Yuuta. El abuelo sabe que están ahí, pero no aparta su mirada del cuento, no hasta que lo termina con una sonrisa bien recibida de parte de Lilly. Le da un beso en la frente, y le incita a buscar a Aria para que le cuente el cuento reciente escuchado.

Tu mano vuelve a buscar la curva de tu vientre, y un sentimiento cálido te hace caer en cuenta. Nunca más estarás sola, no importa que suceda, tu hijo tendrá un futuro, una oportunidad, no importa lo que hayas tenido que pasar.

—¿Me traes nuevas noticias? —le pregunta tu abuelo a Yuuta, mientras este último asiente.

—Sí, mi señor —su voz se vuelve seria—. Suguru volverá en un mes, ha encontrado varios de nuestros hombres que se encontraban desaparecidos, y parece ser que Satoru ha vuelto para liderar la Nadretta, justo como lo pensábamos; solo y vulnerable, sin ninguna alianza de por medio.

—Supongo que Suguru se mantendrá hasta firmar los tratados que con anterioridad habíamos comentado.

—Sí, nos mencionó que no tomarán más de un mes, y que este trato dejará como tradición una reunión anual, para comentar asuntos de relevancia.

Una reunión anual con la Nadretta... La sola idea te hace sentir náuseas.

—Ja, que compromiso tener que mirar la copia de ese viejo malnacido.

Las mejillas de Yuuta se sonrojan ante el vocabulario sin estimaciones de su líder. —Señor —suelta con un tonillo tímido, entre avergonzado y respetuoso, a lo que tu ríes, complaciendo a tu abuelo.

—Tú no te rías mucho, hija mía, cuando muera serás tú quién deba de presentarse a esas reuniones.

Por alguna extraña razón, saber que eres necesaria para representar un clan que pueda ir contra cualquier tradición estúpida de la Nadretta, te hace sentir bien. Es decir, eres un claro recordatorio de que ellos no volverán a ganar.

—Lo sé, y aunque no es algo que me agrade de hacer, será parte de mi compromiso con esta organización, con mi familia.

El agrado en los ancianos ojos de tu abuelo te hacen sonreír. —Parece que después de una generación entera de guerras y desacuerdos, vuelve a haber paz.

Yuuta asiente. —Una paz inestable, pero existente.

—Es mejor que nada, ¿no? —sueltas con una pequeña sonrisa.

—Absolutamente —concuerda el anciano—. Bueno, ¿tú has decidido cuándo irás a realizarte una ecografía? —interrumpe, caminando el tema de golpe, a lo que te sientes sonrojar por la presencia de Yuuta. El pelinegro te mira con curiosidad, expectante.

No hablan mucho del embarazo, teme incomodarte, aunque tiene curiosidad de cómo te sientes.

—Iré el siguiente mes, pero sólo para monitorear su desarrollo. No quiero... —relames tus labios antes de soltar lo que has pensado ya por un tiempo— No quiero saber su sexo hasta que nazca.

Los ojos de ambos hombres lucen sorprendidos, pero ambos asienten en acuerdo.

—Entiendo. Bueno, será emocionante saberlo cuándo se llegue el día.

Yuuta sonríe con alegría, al igual que tú.

—Pero, al menos debería de planear dos nombres, sin importar que sea, ¿no?

Tu abuelo asiente, pensativo. —¿Que tienes en mente?

Sonríes, mirándole con esperanza. —Quizás ustedes puedan ayudarme.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now