Parte 18

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El agua cae sobre tu piel, refrescándola y limpiándola de toda la suciedad que dejaron las secuelas del sexo

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El agua cae sobre tu piel, refrescándola y limpiándola de toda la suciedad que dejaron las secuelas del sexo.

Sueltas un suspiro bajo la ducha, y acaricias levemente tu cuerpo, distribuyendo el aroma del jabón al que huele Nanami habitualmente. El olor que detectaste cuándo estaba sobre ti, jodiéndote rápidamente.

La forma en la que su mirada apuntaba a ti mientras se venía, totalmente desmedida y profunda, hizo que sintieras un escalofrió, y que por el bien de tu cordura simplemente lucharas por apartar el recuerdo y buscaras salir del baño.

Tomaste la toalla limpia para quitar el exceso de humedad, y tu reflejo en el espejo te hizo soltar un jadeo.

Marcas.

Marcas sobre tus pechos y en el hueco de tu cuello. No recordabas haberlas visto al vestirte durante el mediodía. Parecían simplemente haber aparecido después de la conversación que tuviste con él.

"—Creí que no sentías nada por mi..."

De alguna forma haber escuchado aquellas palabras te hacia sentir nerviosa. Después de todo no sentías nada por él, nada emocional o sentimental que pudiera afectarte a otro nivel, o al menos eso querías creer.

Negaste levemente, dispersando los enredados pensamientos en tu cabeza mientras te vestías rápidamente.

Afuera, Nanami se encontraba levemente encorvado, con toda su atención sobre River, quién se movía levemente, mostrando una actitud tranquila y pacifica bajo el toque del rubio. La imagen te hizo sentir curiosa, así que no lo dudaste y te acercaste un poco.

—¿Son tuyos? Los perros, me refiero —soltaste en un susurro—. Nunca lo supe, realmente.

Nanami te miro sobre su hombro rápidamente. —No, son de Satoru.

¿Satoru? ¿Por qué sus perros estaban en aquella humilde y monótona casa en medio de un peligroso y perturbador barrio? Literalmente aquel lugar gritaba pobreza miraras por donde miraras.

—¿El peliblanco más joven?

El varón frente a ti asintió, sin mucho animo de hablar. Cómo habitualmente solía ser, no te sorprendió aquello. Al parecer sólo se volvía parlanchín cuándo estaba caliente.

Te acercaste a uno de los bancos cercanos al pequeño comedor, y tomaste asiento ahí, mirando de cerca como el perro se mostraba agradecido con el toque constante de Nanami en su cuello, orejas y cabeza. Estaba siendo mimado.

"A todos nos gusta ser mimados... Por Nanami", pensaste mentalmente sonrojándote por el pensamiento, al mismo tiempo que la masculina y enorme mano de él tomaba la tuya de forma sorpresiva.

—¿Qué haces...?

Silenciaste tus palabras cuándo sentiste el cálido y suave pelaje del perro bajo tus dedos. Era River, estaba permitiendo tu toque, y aunque no se veía tan satisfecho cómo cuándo Nanami lo acariciaba, tampoco parecía incomodo o molesto como anteriormente se mostraba en antiguas situaciones.

Bajo tu Piel | Nanami Kento | ©Where stories live. Discover now