13.

360 60 6
                                    

Juli hablaba muy animada, mientras cortaba papas y batatas en pequeños cubos. Era algo que solían hacer desde pequeñas: Abril se sentaba en la mesada y "asistía" a su hermana, mientras charlaban —si por asistir se entendía comerse los ingredientes que pudiera masticar en crudo. Su hermana, que siempre que preparaba la comida y lo hacía ver supremamente fácil, estaba verborrágica, como si no se hubieran visto en años. A Abril siempre le había dado ternura escucharla relatar los pequeños grandes logros de su sobrino con el pecho hinchado de orgullo, pero ese domingo tenía los ojos clavados en el suelo y las manos ocupadas en recorrer con lentitud una chaucha seca que siempre reposaba en una frutera decorativa con falsas frutas y demás elementos.

Escuchaba la voz de Juli, pero no tenía idea de qué le estaba contando, era una especie de ruido blanco. Su mente le daba vueltas sin cesar a su mudanza, a su nueva situación, a si había sido una buena idea.

—Abi —la llamó.

—¿Hum? —se dio por aludida, levantando la mirada.

Su hermana le posó la mano con olor a verduras frescas en la mejilla y la acarició suavemente con el pulgar. Ella sonrió, siempre la reconfortaba cuando hacía eso.

—Cariño, ¿estás bien? ¿Escuchaste algo de lo que te dije? —preguntó sabiendo de antemano la respuesta.

Abril frunció el gesto con una sonrisa avergonzada.

—¿Algo del musical del colegio de Benchu?

Juli se rio y asintió.

—¿Qué te pasa? ¿Te peleaste con tu compañerito de cuarto? —quiso saber, volviendo a su tarea.

No. No se había peleado con Marco, al contrario, se llevaban bastante bien. Todo lo que ella odiaba hacer, él lo hacía compulsivamente, en automático. Y era gracioso, además.

—Nop —supiró—, todo está muy bien —trató de sonar lo más desenfadada posible.

Su hermana entornó los ojos con la suspicacia que la caracterizaba, pero no dijo nada y comenzó a tararear una vieja canción que su madre solía cantar.

No había un problema per se, pensó Abril, sino que temía comenzar a atribuirle a Marco características principescas que no existían. Era su maldición, por ser una fanática lectora de romances de época. Desde el día anterior, su mente había producido escenas en donde él no era él, sino una versión muchísimo más atrevida, segura y carismática. No que no fuera así en la vida real, pero su imaginación lo había llevado a extremos un poco irreales.

Había descubierto que se le hacía difícil sostenerle la mirada, se podría haber dicho que le daba vergüenza.

—¿Lo vamos a conocer? —preguntó Juli, quitándola de sus cavilaciones—. O sea, técnicamente Javi ya lo conoce, por lo menos sabe cómo se ve y yo nada. Dice que es un muchacho apuesto —agregó, subiendo y bajando las cejas, sugestivamente.

—¿Para qué quieres conocerlo? ¿No te bastan mis descripciones? No es como si fuera un novio que presentar en sociedad —dijo, al tiempo que agarraba unos cubitos de zanahoria de la tabla de corte.

—Deberías hacer una merienda o una cena allá y así nos muestras tu nuevo hogar y a tu concubino —prosiguió sin darle importancia al comentario de Abril.

—Hum —asintió ella, mordisqueándose la uña y mirando el celular, a sabiendas de que no tenía ninguna notificación, su teléfono no había sonado desde la mañana.

Julia se quedó cocinando en silencio, era evidente que su hermana menor no tenía la cabeza puesta en esa reunión. Ésta, por su parte, tecleaba lentamente "mi hermana quiere que te presente en sociedad, jajaja". Miró el mensaje sin enviar y lo leyó un par de veces, pero terminó por borrarlo y guardar el aparato en el bolsillo del saco que llevaba puesto.

ImpostoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora