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Había querido esperar afuera y dejarles el momento de intimidad para ellos, pero Marco había insistido en que la quería a su lado. Majo, pasado el tercer mes, era una diosa de la fertilidad y empezaba a mostrar una hinchazón abdominal diminuta. Lo que la delataba era el brillo de su piel y la serenidad que brindaba a todos a través de su sonrisa. Se estremeció cuando el gel frío le tocó la barriga y rio, pues todo durante esos días le parecía encantador. Marco le acariciaba el cabello con dulzura paternal y Abril, que era de naturaleza emocional, vio la conexión entre ambos y se le atragantó la emoción que contuvo para no llorar.

El ecógrafo se deslizó de un lado a otro y el sonido rítmico llenó la pequeña sala.

—Todo se ve muy bien —sonrió la operaria tomando capturas—. Tiene un bebé sano.

Ante estas palabras, Marco se alejó a la ventana, dándoles la espalda y Majo estiró la mano hacia ella, que la tomó de inmediato, ambas con los ojos empañados. Ya había pasado por esa experiencia con Juli, pero siempre le resultaría extraordinario. La muchacha, aún recostada, miró hacia donde estaba su hermano, quien respiró profundamente —sin duda alguna procurando no llorar— y se volvió a besarle la frente.

—Será perfecto —le sonrió, sin poder evitar que se le enrojecieran los ojos castaños.

Marco había hablado con Juli el día anterior y habían programado las actividades de ese viernes. A Abril le causó mucha gracia que hubieran coordinado entre ellos, como si hubieran sido amigos de toda la vida. Le gustaba que se cayeran tan bien, su conexión fraternal había sido instantánea; aunque a veces se sentía como la niña que ambos guiaban hacia la adultez.

En el momento en que salieron del consultorio, un agitado Elías cruzó la puerta del elevador y al verlos bufó decepcionado.

—No puedo creer que me lo perdí —se lamentó—, recién me dejaron salir del trabajo.

—Habrá otras ecografías —sonrió Majo.

Al verlos, Abril pensó en lo jóvenes que eran y en la decisión magnánima que habían tomado. Sin embargo, se los veía enamorados y ella era una romántica incurable, así que esperaba un futuro feliz y radiante para ellos.

Tras que les entregaran las capturas, fue momento del segundo evento del día. Por un lado, Abril iría en taxi con Majo hasta la casa de Juli, en donde ella le había organizado un babyshower sorpresa. Marco en cambio aprovecharía que era una fiesta exclusivamente femenina para ir a casa de su madre —quien se había negado a participar— y hablar con ella respecto a ese embarazo. La noche anterior Abril lo había escuchado largo rato y coincidía con él en que, si Isabel no cambiaba su actitud, arruinaría la relación con su hija menor.

***

Volvió devastado, la charla con su madre había sido intensa y no había ido preparado para ver que Gera, aunque proclamaba neutralidad, parecía tender hacia apoyar a Isabel. Habían pasado tres horas reloj hablando de Majo, de Elías, de las consecuencias de las decisiones que estaban tomando a su corta edad; y Marco había puesto todo de sí para que su madre comprendiera que su opinión no importaba ya.

"Te vas a arrepentir de esto, mamá, vas a alejar a tu hija y a tu futuro nieto para siempre", le había dicho. Isabel había demostrado toda la terquedad que la caracterizaba y él recordó las palabras de Abril: no debía esperar un milagro. Era probable que no lograra hacer entender a su madre el error que estaba cometiendo.

Le había explicado que Majo estaba feliz con su embarazo, que Elías la estaba acompañando, se visitaban casi a diario y trataba de acudir a todas las citas médicas. No había faltado la carta de "yo me embaracé joven, pero tu padre y yo teníamos seguridad económica, una casa, estábamos casados".

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