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Su despertador sonó a las cinco y media, como todos los días. Esa noche había dejado el teléfono bajo la almohada, previendo que volvería a despertarse en un abrazo apretado. Suspiró profundamente, llenándose los pulmones de la fragancia floral que Abril siempre tenía en el pelo. Metió la mano bajo la cabeza y descartó la alarma; se dijo que no había problema con saltarse por un día el entrenamiento. Su brazo estaba oficiando de apoyacabezas y el cabello castaño no le molestaba en la cara. El cuerpo femenino, al igual que el día anterior, estaba aovillado contra su pecho y la pierna desnuda enroscada alrededor de su cadera. No hizo falta demasiado esfuerzo para que se volviera a conciliar el sueño.

Cuando despertó a las siete, Abril seguía profundamente dormida. Marco abrió los ojos y la contempló unos instantes respirar pausadamente y con las mejillas sonrosadas. Sintiéndose un criminal, le acarició el rostro, se inclinó y le besó los labios. Observándola, pensó que quizás Camila era después de todo lo mejor que le había pasado, que sufrirla había sido necesario para tener la paz que se encontraba experimentando esa mañana silenciosa de domingo.

***

El martes volvió sola a casa, pues Marco se había quedado trabajando. Las noches anteriores había puesto todo de sí para no acercársele demasiado, porque quería atestarle un golpe mortal con lo que le había encargado a Vale. No sabía si así eran todas las mujeres, pero ella no olvidaba una contienda, por más cómoda fuera la cama y torneado el hombre que venía dentro. Por supuesto, seguía explorando la boca de Marco en la oficina como saludo de entrada y de salida, pero ese era otro asunto, una cuestión actoral. Cierto era que era ella la que dejaba la puerta abierta y que él ya esperaba que entrara taconeando, listo para ser besado a su vez, pero nada tenía que ver con el karma que debía caer sobre su cabeza de perfecta estructura ósea.

Daniel, el portero, la saludó como todos los días y le hizo entrega de una bolsa que había recibido para ella. Abril sonrió al ver la nota de Vale.

"Trabajé como una esclava para que lo tuvieras cuanto antes. Gózalo, amiga, te quiero"

Se probó todos y decidió ponerse un babydoll blanco de espalda descubierta, primordialmente por la estadística de dudosa procedencia de cuyo resultado había sido informada por su amiga. Por encima se puso lo que solía usar para dormir, una remera de hombre gigante que oficiaba de camisón. Escondió la bolsa en su lado del placar y se echó a leer en el sillón hasta que Majo, que se había ido a estudiar a la casa de una compañera, llegara. A las siete puso la comida a descongelar y preparó la mesa, como era su costumbre, sólo que agregando un plato. Los hermanos arribaron juntos y Abril, de sólo pensar en lo que tenía puesto bajo esa carpa, se sonrojó al mirar a Marco a la cara.

Muy callada durante la cena, escuchó a Majo contar sobre cómo le había ido ese día en clase y cuánto había progresado en su cita de estudio. La tela del babydoll era tan suave al roce con su piel en cada movimiento que se sentía extraña, mucho más seductora que con cualquier otra prenda que hubiera usado. No estaba prestando atención a la charla en la mesa, ni cuando se levantaron los platos, ni cuando se lavaron. Una bola de nervios crecía en su estómago con cada minuto más cerca de la hora de irse a acostar. Majo fue la primera en despedirse, Marco y ella se ocuparon de dejar todo en condiciones. Él tarareaba, ella trataba de no cruzar la mirada con él o perdería el coraje.

Aún había incomodidad en el aire cuando se cerraba la puerta de la habitación y ellos quedaban encerrados dentro. Se sentía como si sólo hubieran existido en esa dimensión sus cuerpos y la cama. Abril soltó un suspiro y ambos se dieron la espalda. Marco para quitarse la ropa, doblarla sobre una mesita que tenía para las prendas en uso y ponerse el short que usaba para dormir. Abril para quitarse la remera, procurando no llevarse en el movimiento la fibra liviana que escondía debajo. La dobló lo mejor que pudo y la colocó dentro del placar. Al cerrarlo, por el espejo que cubría toda la puerta pudo ver de refilón que Marco la miraba en silencio. Se voleó hasta enfrentarlo, acomodándose nerviosamente el cabello hacia un lado.

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