3 de agosto

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Su pregunta había sido en voz alta así que llamó la atención de algunas personas que pasaban por ahí, mayormente de mi clase. Las chicas que habían estado hablando del festival nos miraban con picardía, total amaban el chisme. Me dio gracia sus reacciones pero la pregunta de Takashi se había llevado toda mi atención, lo volteé a ver nerviosa. 

"U-um...", dije mirando a las personas de al rededor, unos cuantos se miraban sorprendidos porque la chica brabucona tendría una cita el 3 de agosto. 

"Oh, lo siento", tomó mi mano y nos llevó a un lugar más apartado. Caminamos hasta una zona más abierta del colegio.

"Takashi", le llamé. "Claro que quiero ir contigo", él soltó mi mano y se puso frente mía. 

"Pues qué bien, nos vemos en la noche. Siento no poder llevarte a casa, tengo unas cuantas cosas que averiguar", se disculpó.

"Oh, no es tu obligación llevarme a casa. Sabes que puedo cuidarme", sacudí su cabello y sus mejillas se tornaron rosadas. "Nos vemos", me despedí moviendo mi mano. 

"Nos vemos", se despidió también, estaba bastante sonriente. 

Miré como se alejaba cada vez más, me dirigí a los casilleros y cambié mis zapatos. Caminé hacia mi lugar de trabajo mientras, necesitaba tomar dinero con supervisión del jefe.

"Buenas", dije entrando. Mi compañero de trabajo estaba soñando despierto como siempre así que entré a la pequeña oficina del jefe. "Jefe, buenos días", miré el reloj de la pared, aún no era de tarde ya que la salida de hoy fue más temprana según el horario del colegio por todo esto del festival. 

"Lyla, has faltado al trabajo", dijo leyendo el periódico. 

"Lo siento, no me he sentido muy bien", jugué con mis manos. "Vine a solicitar permiso para tomar dinero que tengo recaudado", dejó el periódico y me miró. Sentí mucha pena por haber faltado y pedir dinero después. 

"Hazlo, sé que necesitas el dinero, pero no faltes o tu sueldo respecto a la limpieza será menos", advirtió. Yo asentí y salí de la sala. Fui a la sala de personal autorizado y saqué suficiente dinero de mi caja fuerte. En realidad lo que me salvaba era hacer tatuajes pequeños a los clientes, ya que aunque fuesen pequeños su costo es alto. Aún así no puedo darme el lujo de permitir que me bajen el salario. 

Guardé el dinero en un sobre y salí para caminar al servicio de salud privado. 

"Buenos días, casi tardes, necesito la docena de insulina", mostré el papel que debía mostrar y hablé a través del panel de vidrio de los repartidores de medicina. Quien estaba a cargo empacó mi orden y yo pagué. Guardé los frascos de insulina en mi mochila y me dirigí a casa, el camino estuvo normal, esta vez nadie intentó robarme. Al llegar a casa me percaté de que mi padre estaba dormido en el sillón así que entré con cuidado, sus ronquidos eran bastante fuertes así que dudo que me escuche. 

Dejé los frascos en el refrigerador y me hice un sándwich con cuidado de que no escuchara nada. Recogí un poco la casa, solo había estado fuera un día y ya habían latas de cerveza abiertas y colillas de cigarro tiradas. Subí a mi habitación para comerme el sándwich sin correr riesgo de que mi padre me descubra. Mientras comía revisaba qué ropa puedo ponerme, opté por elegir una blusa blanca de tirantes, un pantalón holgado y unas tenis casuales. Mi guardarropas no es muy extenso debido a la limitación de dinero. 

Como Eiji, mi padre, se gastaba la mayoría de su dinero en burdeles y cervezas, yo me encargaba de comprar alimentos básicos y me encargaba de pagar la manutención de la casa. Sé que se la pasa bastante tiempo en burdeles por el característico aroma de perfume fuerte y pintalabios en su cuello. Como de costumbre, si me llego a quejar recibo una bofetada por cuestionar sus actitudes y me humilla. 

𝓛𝓪 𝓱𝓲𝓬𝓲𝓼𝓽𝓮 𝓫𝓻𝓲𝓵𝓵𝓪𝓻Where stories live. Discover now