Sangre

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31/10/2005

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Era un día que parecía ser tranquilo, las tiendas ya estaban decoradas por completo con la temática de Halloween y por supuesto habían disfraces a la venta, dulces... Las personas en Japón se veían felices, al menos por hoy. Hacía un calor que no era molesto, era reconfortante. El cielo pintaba con algunas nubes sobre el, el viento era frío, pues noviembre estaba a la vuelta de la esquina.

Los pajaritos cantaban anunciando el comienzo del invierno.

Recordé la calma del día hasta que el olor metálico me trajo de vuelta a la realidad.

Me ardieron los ojos por haber estado mirando el cielo, bajé mi cabeza y mis manos temblaron, escurriendo un líquido espeso que llegó hasta el suelo.

Sangre.

"¿Baji?...".

¿Cómo sucedió todo esto?

Devolvámonos unas horas atrás.

Eran las seis de la mañana, estaba despierta sentada en el borde de mi cama. Akiko dormía plácidamente, hasta juré escucharla roncar levemente. Ya me había bañado, tenía el uniforme a un lado, pues aún no estaba vestida por completo, solo llevaba mi ropa interior, unas medias negras hasta el muslo y unas rodilleras no muy sobresalientes por si llegaba a caer de rodillas. No eran rodilleras plásticas ya que golpear con eso contaría como trampa, supongo, así que eran de tela gruesa.

Me coloqué vendas al rededor de mi torso y un top deportivo. Las vendas las dejé bastante apretadas para que no me llegase a doler un golpe en el abdomen o en el pecho, los chicos suelen tensarlo mucho mejor.

Me coloqué una camisa blanca de tirantes, la misma que usé cuando peleamos contra Moebius, mi pecho se veía más plano y se me hacía raro verme así.

Fui por unas toallas femeninas también, justo hoy tuve la gran gracia de menstruar y me sentía con un humor no tan agradable.

Las medicinas por emergencia las tenía guardadas en un bolso pequeño que me colocaría bajo el yukata, estaban acomodadas con papel periódico por dentro para que no se quebraran.

Me coloqué el resto de mi ropa, tomé algo de dinero y salí de casa despacio. Iba a ir caminando por ahí, necesitaba despejarme, pues sentía una ansiedad inmensa.

Ellos bien sabían que faltaría por el día para poder ir a la pelea.

Saqué mi teléfono y marqué un número que tenía en contactos. Uno, dos, tres, cuatro, cinco tonos y no me contestó la llamada.

"Mierda, Takemichi", apreté mi teléfono y lo guardé en mi bolis3, por mientras el bolso con medicinas lo llevaba cruzado por mi hombro hasta mi cadera, no se notaba mucho. "Debe estar dormido aún", susurré al mirar como la primer tienda abierta era una panadería, entré a esta de inmediato.

"Buenos días, joven", me saludó el panadero.

"Buenos días", respondí, fui a la vitrina para buscar unas tenazas de metal para sacar alguna cosa que me gustara.

Un pan salado con jamón no vendría mal.

Lo saqué y lo llevé para empacarlo y pagarlo de una vez, también pedí un jugo de naranja.

"Gracias por su compra", me entregó el cambio junto con una factura.

"A usted", le sonreí sacando el pan y dándole un mordisco. Seguí caminando por la calle, hacía un frío leve y el sol era débil en estos momentos. Al terminar mi comida boté los restos en un basurero que había por un callejón. Aproveché a sacar mi teléfono e intentar llamar a Takemichi de nuevo.

𝓛𝓪 𝓱𝓲𝓬𝓲𝓼𝓽𝓮 𝓫𝓻𝓲𝓵𝓵𝓪𝓻Where stories live. Discover now