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Cuando Third Reich se despertó, Imperio Japonés todavía continuaba durmiendo a su lado.

Se desperezó y observó la habitación. Le sorprendió mucho no ver a Italia Fascista en la otra cama. Ésta continuaba exactamente igual que la noche anterior, de modo que el alemán decidió agarrar su móvil para llamarle y saber dónde estaba.

Marcó su número y esperó a que el italiano respondiese.

Pasaron algunos segundos, y Third Reich comenzó a extrañarse cada vez más. Sobre todo cuando pasó un minuto e Italia Fascista no respondía a la llamada.

Al final, el alemán optó por colgar y dejar el teléfono de lado. Quizás lo tenía en silencio y por eso no respondía. Se levantó de la cama y se vistió, para después salir de la habitación. Bajó por las escaleras hasta llegar al restaurante del hotel, en el que muchos países ya estaban desayunando.

Se acercó a Italia, que se encontraba sentando en una mesa con España y USA. Italia le miró, extrañado, mientras, por alguna razón, agarraba con más fuerza la mano de España.

—¿Sabes dónde está tu padre?—Le preguntó el alemán. Italia, casi de inmediato, negó con la cabeza y le ignoró para continuar hablando con el español y el estadounidense.

Third Reich, sintiéndose cada vez más intrigado, volvió a llamar de nuevo a su amigo, pero éste volvió a dejarle un minuto entero en espera hasta que el alemán se cansó y colgó.

No pudo dejar de preguntarse en ningún momento del desayuno por qué Italia Fascista no respondía, y dónde estaría.

. . .

Rusia se despertó al sentir un tacto en su mejilla. Segundos después, cuando abrió los ojos y se movió un poco, se dio cuenta de que era Alemania, que le daba interminables besos en la mejilla, con una sonrisa.

—Buenos días—saludó.

El soviético, extrañado y molesto por el comportamiento de su pareja, soltó un gruñido y se levantó de la cama sin ni siquiera responderle. Caminó hasta el armario y lo abrió. Alemania se enderezó y le siguió con la mirada.

—¿Podrías decirme al menos qué te pasaba ayer?—Preguntó, de brazos cruzados y sentado en la cama, mirando a Rusia con el ceño fruncido. El estado de ánimo del ruso no parecía haber mejorado mucho desde el día anterior.

Éste, ligeramente ya harto del alemán, se giró con brusquedad hacia él.

—Y tú, ¿Por qué no me habías dicho lo que te pasa? ¡Tuve que ir a tu padre para averiguarlo!—Le soltó, con un tono de voz elevado, casi gritando. Alemania notó cómo se sonrojaba mucho, avergonzado.

—¡No tengo por qué contártelo todo!— Le gritó el alemán, enfurecido. Estaba harto de que todo le pasase a él y de que todo el mundo supiese sus cosas ya. No tenía por qué contarle a nadie lo que le pasaba o lo que no.

—¡Ya, claro! ¡¿Pero a España sí se lo cuentas, no?!—Le gritó Rusia, sintiendo ganas de irse y no volver más. Le daba mucha rabia que Alemania no confiase en él, que era su pareja, pero sí en España, que era un simple amigo.

Alemania enrojeció todavía más por la ira.

—¡No se lo he contado ni a España ni a nadie! ¡Lo que pasa es que hablas sin saber y por eso te enfadas conmigo porque "se lo he contado a España", cuando no sabes que a él también le pasa lo mismo que a mí y por eso lo sabe!—Le respondió el alemán, también gritando.

Odiaba a Rusia y a sus celos más que a nadie. Él podía contarle sus cosas a quien quisiese, y si no se las quería decir a Rusia, no tenía por qué decírselas sólo porque era su pareja.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ