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Canadá sonrió al ver a Dinamarca acercarse a él tras despedirse de Bélgica y de Países Bajos. El canadiense se extrañó mucho, ya que allí había mucha gente y mucho ruido, y el danés odiaba eso.

El menor le abrazó con fuerza cuando llegó hasta él, y a continuación, levantó la cabeza para mirarle y agarrar su mano con una sonrisa tierna, lo cual hizo que a Canadá casi le diese un paro cardíaco.

El canadiense comenzó a dirigirse hacia un sofá para sentarse juntos y hablar de cualquier cosa o comer. Se detuvo cuando notó que Dinamarca se quedaba quieto y se giró hacia él, preguntándose qué ocurría. El danés se le adelantó.

—Es que... Está el padre de Alemania—habló el menor, mientras veía a Third Reich junto con sus dos aliados en el sofá, seguramente hablando de cualquier estupidez. Canadá se quedó callado durante algunos segundos, sin saber exactamente qué responder...

—Bueno... Es cierto que a veces es un poco... Capullo, pero mientras ande entretenido con Italia...

—Pero, Canadá... —Interrumpió Dinamarca, poniéndose cada vez más nervioso. —Es que le hizo daño a mi padre y...

El canadiense se dio cuenta de cómo estaba empezando a ponerse el danés, de modo que, finalmente, decidió agarrarle de la mano con fuerza y comenzó a caminar hacia otro sitio para que el europeo no comenzase a ponerse nervioso. Además, seguramente ya estaba haciendo muchos esfuerzos tratando de ignorar  el ruido y a la gente.

—Ven, vamos a algún sitio tranquilo—dijo el americano, antes de comenzar a subir escaleras para alejarse de la planta baja, donde estaban los equipos de música y gran parte de los países.

Finalmente, acabaron en una de las habitaciones de invitados del tercer piso, sentados sobre la cama uno al lado de otro. A Dinamarca ya se le veía un poco más calmado, mientras apoyaba la cabeza en uno de los hombros del más alto, con las piernas encogidas a la altura del pecho.

—Dinamarca—llamó de pronto Canadá, con un leve sonrojo en sus mejillas. El danés giró la cabeza hacia él para mirarle con curiosidad. Canadá no se atrevió a mirarle también, con vergüenza. —Solo por curiosidad... ¿Sigues siendo la pareja de Bélgica?

Dinamarca no dejó de mirarle, sonriendo tiernamente.

—Sí. —Acabó por responder, antes de acercarse un poco más a él. —¿Por qué lo preguntas?

El más alto se quedó callado durante algunos segundos, preguntándose si por fin decirle que le quería o esperar un poco. Por una parte, sentía que si se lo decía moriría de vergüenza, aunque... El momento era perfecto. Estaban alejados prácticamente de todo el mundo, no había nadie alrededor ni que les molestase y todo estaba en silencio. Sería difícil volver a encontrar una oportunidad como esa. 

—Bueno, porque... —Notó como se sonrojaba e hizo una pausa involuntaria, sin saber si callarse o continuar hablando. Lástima que tuviese que tomar un decisión tan difícil en apenas un segundo. —Nada... Déjalo.

—Canadá, me puedes contar lo que quieras—respondió Dinamarca, sonriendo. El canadiense no respondió. Claro que le podía contar lo que quisiera, pero... Se notaba de lejos que Dinamarca ni sospechaba de lo que el americano le quería decir.

Se encogió de hombros y apoyó la cabeza sobre la del menor, mientras pasaba su brazo por la espalda del danés para pegarse más a él.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansWhere stories live. Discover now