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—Hola—saludó URSS, con una sonrisa y Alfredito en brazos. Third Reich apenas le miró. Soltó un gruñido, de mal humor, mientras caminaba hacia la puerta de su habitación con el transportín de Benito en la mano. Pasó de largo frente al ruso.

Éste le siguió, manteniendo su sonrisa. Se acercó discretamente a él, y, con algo de vergüenza, le agarró la mano. Sonrió con timidez, mientras se sonrojaba un poco. 

A Third Reich se le aceleró ligeramente el corazón, pero trató de disimularlo. Agarró la mano del ruso con fuerza durante algunos segundos, hasta que al final, se obligó a sí mismo a soltarla.

No podía hacer eso. Le gustaba URSS, pero... No podía estar con alguien que le hubiese hecho semejantes cosas hacía tiempo. 

Continuó caminando hacia su habitación y cuando la alcanzó, abrió la puerta y entró a ella. Se sorprendió mucho cuando vio que el soviético entraba tras él, todavía con el osito en sus brazos.

Dejó el transportín de su gato sobre la cama de Imperio Japonés y lo abrió para dejar salir al cachorro negro, quien maulló tiernamente.

Cerró los ojos y tragó saliva antes de girarse hacia el soviético. Vio cómo URSS dejaba a Alfredito sobre la cama, y el animal se acercaba con curiosidad a Benito.

—¿Qué pasa, URSS?—Preguntó, extrañado por el hecho de que el ruso le hubiese seguido hasta su habitación con Alfredito en los brazos. 

El soviético se giró hacia él, con las cejas arqueadas. Se acercó  a Third Reich, mientras ahora sonreía. El corazón del  alemán comenzó a latir con fuerza cuando URSS le tomó por las mandíbulas y le miró muy de cerca. Notó cómo se sonrojaba.

—Que te quiero, eso pasa—a continuación, el soviético acortó la distancia con él y le besó.

Third Reich se odió por permitir que eso le gustase. Tenía la sensación de que tanto sus mejillas como su corazón iban a explotar en cualquier  momento. Permaneció quieto como una estatua durante algunos segundos, tratando de asimilar aquello.

Pero no podía. Sabía que no podía, y, por esa misma razón, se escabulló de los brazos de URSS mucho antes de lo que al ruso le hubiese gustado. El más alto le miró, con una sonrisa, mientras que Third Reich tan sólo trataba de rebajar su sonrojo y de calmar sus latidos.

Sin decirle nada más, y ni siquiera mirarle, caminó hasta la cama de Imperio Japonés, la cual estaba vacía, y se sentó en ella,  todavía temblando. Acarició a Benito, quien dormía a su lado. Fue entonces cuando oyó un gruñido no muy lejos de él.

Era Blondi, quien se había despertado ya y miraba a URSS, dispuesta a atacar si su dueño se lo ordenaba, gruñendo todo el tiempo y enseñando los dientes. El ruso no apartaba la mirada de la perra, asustado. Aún recordaba esa vez en la que había ido a casa de Third Reich para devolverle a Leopoldo II, y Blondi le había mordido y arañado en la habitación del alemán. 

La pastora alemana le ladró a URSS, mientras se acercaba lentamente a él, amenazante.

—¡Blondi!—Regañó el alemán, en voz alta para que su mascota se detuviese. La perra, en efecto, miró a su dueño sin entender nada. Antes, le pedía que atacase a aquel hombre siempre que le viese, y ahora le defendía. ¿Qué sentido tenía eso?

De todos modos, lloriqueó levemente justo antes de retroceder un poco, moviendo su cola con tristeza por haber molestado a su dueño. 

Third Reich, que no quería ver a la pastora alemana triste, la agarró con cuidado y la subió a la cama donde estaba sentado. Jadeó un poco por el esfuerzo, pues el animal pesaba bastante. 

Blondi, que consideraba eso como un perdón por parte de su dueño, se acercó a él, contenta y moviendo su cola con alegría. Le dio un lametón en la mejilla justo antes de tumbarse a su lado. 

El alemán apartó la vista de la pastora alemana durante algunos segundos y fue entonces cuando vio que URSS se sentaba al lado de la perra, con cuidado, pues nunca se sabía cuándo Blondi podría arrancarle una mano de un mordisco. 

Sorprendentemente para el ruso, el animal ni se movió. Sonrió al verla, pero no se atrevió a acariciarla. 

—Reich, no creo que a Imperio Japonés le guste que subamos a un perro a su cama—habló el soviético. Había adivinado que aquella cama pertenecía al asiático debido a la cantidad de pelo de gato que había sobre el cubre. 

El alemán hizo un gesto para restarle importancia al asunto, mientras agarraba a MîssJuríperu como si fuese  un bebé y le acariciaba con cariño. Era adorable.

URSS, entonces, vio cómo Armin se acercaba hacia ellos, caminando con sus cortas patitas. Lo miró con ternura y, a continuación, lo agarró con cuidado para no hacerle daño.

El felino emitió un ruidito y escapó de los brazos del ruso con rapidez y desesperación. Corrió un poco para alejarse de él. Después se dio la vuelta y le miró, temblando un poco, asustado.

El soviético, extrañado por el comportamiento del gato, le acarició un poco para que se calmase. Armin dejó de ronronear en el momento en el que URSS le agarró de nuevo para acercarle a él.

El felino forcejeó un poco y emitió un maullido triste y asustado. Al final logró mantenerle con él, pero el felino salió corriendo cuando el ruso se acercó a él para darle un beso, con cariño.

URSS no entendía nada. Le dejaba acariciarle, pero no agarrarle. Third Reich le miró como si fuese tonto.

—Le da miedo tu gorro, imbécil—soltó, robándole el ushanka de un manotazo. Luego acercó el gorro a Armin, como si quisiese ahuyentarle. El gatito, asustado, emitió un ruidito y corrió para alejarse de él. Se detuvo cuando estuvo «a salvo» y se giró para después bufarle al ushanka.—¿Lo ves?

URSS sonrió y agarró su gorro para después dejarlo sobre la mesilla de noche. Se sentía muy culpable por haber asustado a una cosita tan bonita como Armin, de modo que le agarró con cuidado y lo cargó como si fuese un bebé. Después le acarició para que no se sintiese tan asustado.

—Мне очень жаль, Армин, успокойся (Lo siento mucho, Armin, tranquilo)—le susurró URSS en su idioma natal al felino, quien se encontraba patas arriba, mirándole con cara curiosa y asustada.

De pronto, oyó un murmullo en alemán.

—Komm mir näher, wie du ihm näher kommst.

Third Reich lo había dicho en voz baja, pero de todos modos, URSS lo oyó. Miró al alemán, quien se había sonrojado levemente. Mantenía la vista baja, acariciando a MîssJuríperu.

Parecía triste. O avergonzado. De todos modos, URSS, a pesar de no entender lo que el alemán había dicho, sentía de alguna forma que se lo había dicho a él.

—¿Qué?

—Nada—se apresuró a decir el menor, levantando la cabeza, alarmado. Sonrojado, continuó acariciando a su gato. Se hundió en su sitio. URSS se acercó un poco a él, con aspecto preocupado.

—Reich, ¿Estás bien?—Preguntó, pasando su brazo por los hombros y acercándose al alemán. Éste no le miró, sino que desvió su mirada hacia otro lado. Sintió cómo su corazón se aceleraba demasiado, pero no hizo nada por tratar de calmarlo.

Giró la cabeza para mirarle. Clavó su vista en los ojos del ruso.

—No.

Luego pasó sus brazos por detrás del cuello de URSS y le besó con pasión.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansWhere stories live. Discover now