· 37 ·

241 27 24
                                    

Grecia trató de fingir que no pasaba nada, aunque en el fondo estaba molesta con Italia por haber traído a Chipre. Era cierto que le gustaba, pero se estaba muriendo de vergüenza.

En cambio, el chipriota y el italiano hablaban como si fuesen amigos desde los tres años. Y Grecia se sentía ignorada, lo cual sólo ponía de mal humor a la griega. 

—Estás muy callada, Grecia—habló de pronto Chipre. La griega se encogió de  hombros sin mirarle. Italia también giró la cabeza para mirarle. ¿Qué demonios le pasaba? Parecía preocupada. Aunque, seguramente, lo único que ocurría era que le daba demasiada vergüenza hablar o simplemente levantar la cabeza.

De pronto, y sorprendiendo mucho a Italia, la griega le agarró de la manga de la sudadera para   tirar de él hacia otro sitio, apartados de Chipre. De un momento a otro, Grecia había pasado de parecer triste a parecer enfadada. De hecho, Italia nunca la había visto con el ceño tan fruncido. 

—Ya estás tirando a Chipre de aquí—le susurró la chica en voz baja, con voz amenazadora. Italia sonrió burlonamente, lo cual sólo enfadó todavía más a la griega.

—¿Pero no te gustaba?

—Eso no significa que tengas  que unirlo al grupo por la cara. O sea que ya estás haciendo que se vaya. Invéntate algo, yo no te he pedido que lo traigas con nosotros.— Italia suspiró, pero finalmente comenzó a dirigirse de nuevo hacia donde estaba Chipre, con cara de no entender nada. Y también un poco molesto. 

Grecia le siguió, esperando con el ceño fruncido a que el italiano tirase a Chipre del grupo. 

—Bueno—habló el más alto, mirando a los ojos a Chipre, quien sólo se encogió un poco con timidez. Sacó el móvil del bolsillo y lo miró durante algunos segundos. Después, sonrió. —Tengo un mensaje de España y me tengo que ir. Ya me contaréis después.

Grecia palideció un poco, sólo para después comenzar a ponerse roja de la ira, mientras que Chipre parecía sorprendido. Italia no había sacado en ningún momento el teléfono hasta ese momento. 

A continuación, el europeo le dedicó una sonrisa burlona a Grecia, quien ya sufría algunos tics en el ojo, conteniéndose para no matarle. Después, el italiano dio media vuelta y comenzó a alejarse con paso tranquilo para salir de allí. 

—¡Italia!—Chilló Grecia, algunos metros por detrás, aunque sin moverse de su sitio. Italia tuvo que aguantar una risa, y levantó una mano por encima de su hombro, para después hacerle un gesto de despedida, sin detenerse ni girarse.  

. . .

—Porfa, Rusia—pidió Alemania, poniendo ojitos, mientras le agarraba al ruso de una de sus manos. El ruso miró hacia otro lado, preguntándose cómo podía decirle que no a Alemania sin sentirse la persona más cruel del mundo.  

—Ale, es que... —Buscó alguna excusa para poder rechazar su propuesta. El alemán quería comprarse dos camisetas a conjunto para poder usarlas los dos. Y eso solo le recordaba al soviético la horrible época de su infancia, entre los seis y diez años, en la que URSS se empeñaba en vestir a  Prusia y a él exactamente iguales. Suspiró. —Está  bien.

Alemania sonrió de inmediato, antes de abrazarle con fuerza y emoción. Segundos después, se separó y le agarró del brazo para comenzar a llevarle hasta donde habían visto las camisetas.

El menor las agarró sin dejar de sonreír y comenzó a dirigirse hasta la caja para pagarlas, llevando a Rusia detrás todo el tiempo. El ruso estaba dispuesto a hacer una lista de excusas para rechazar a Alemania cuando este le pidiese ponerse su camiseta para ir juntos.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansWhere stories live. Discover now