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Italia se movió un poco con pereza, mientras abría lentamente los ojos, sin ganas de levantarse ya. Se movió un poco más antes de darse cuenta de que estaba prácticamente encima de España y casi le aplastaba al moverse.

Sin dejar de abrazarle, se colocó detrás de él y le miró con lentitud, mientras el español continuaba durmiendo profundamente.

Se dio cuenta de que se encontraban en una habitación desconocida, y que mucha luz entraba por la ventana. Se desperezó con cuidado para no despertar a España y se quedó mirando el techo, antes de deducir que, seguramente, esa habitación era una de las de la casa de ONU. ¿Dónde más podían estar si no?

Se volvió a girar para quedar frente al español. Sonrió al observarle, acariciándole la mejilla. Ambos iban sin camiseta, aunque todavía llevaban el pantalón puesto, de modo que seguramente no se hubieran acostado la noche anterior.

Aunque Italia pudo observar que el torso, cuello y mejillas de su pareja estaban llenas de marcas negras de besos. Italia supuso que era debido al pintalabios negro que llevaba, y eso le hizo sonreír.

Le abrazó con fuerza antes de pegar su mejilla a la del más bajo, deseando poder quedarse el resto de su vida en esa cama, con él.

Notó cómo España se movía un poco, inspirando hondo y sonriendo, aunque sin abrir los ojos. A continuación, le abrazó con aún más fuerza mientras comenzaba a abrir los ojos.

—Hola—saludó Italia, mientras se encogía para ponerse a su altura y darle un beso en la frente, mientras España le acariciaba la mejilla, sin dejar de sonreír con ternura. Le devolvió el saludo antes de pegarse a él.

Se mantuvieron algunos segundos en silencio, hasta que España habló, mirando el brazo derecho de su pareja.

—¿Qué es eso?—Preguntó el menor, observando una especie de tatuaje pequeño en el brazo del italiano. Este ni siquiera tuvo que mirarlo para saber qué señalaba España. —¿Te has hecho un tatuaje?

El español parecía sorprendido. Se había acostado con él dos veces en el tiempo que llevaban saliendo, y nunca se había dado cuenta de esa marca. Y tampoco en la piscina del hotel al que habían ido durante las vacaciones de ONU, ni en la playa.

Aunque dudaba que el más alto quisiese tatuarse lo que tenía en el brazo.

—No—respondió Italia, sonriendo. —Me lo grabó mi padre cuando era muy pequeño.

Se trataba, simplemente, del escudo/símbolo que Italia Fascista llevaba en su bandera. España lo observó durante algunos segundos más, antes de volver a centrarse en los ojos de su pareja. Eran simples iris marrones, pero a España le parecieron lo más bonito del mundo.

Dejó que Italia le besara varias veces, poniéndose encima suyo, mientras que el menor le rodeó con los brazos para acercarlo más a él. El italiano le susurró algo en su idioma natal que España no entendió, pero que le hizo sonreír con ternura y estremecerse.

Apenas unos segundos después, el más alto ya le estaba besando de nuevo, con las manos sobre la mandíbula de España. Este se movió un poco, aunque no dijo nada, al mismo tiempo que pasaba los brazos por detrás del cuello de Italia.

Tras casi veinte segundos, por fin se separaron, e Italia solo tuvo que enderezarse para poder ver a Chipre frente a la puerta abierta, mirándoles con un leve sonrojo y expresión triste.

España se puso rojo de inmediato y giró la cara. Chipre, al ver que Italia le observaba, agachó la cabeza todavía más, muerto de vergüenza. Comenzó a juguetear con sus dedos.

—Yo... L-lo siento.

Después, salió todo lo rápido que pudo de allí, sintiéndose culpable. No sabía qué demonios le pasaba. Simplemente se había quedado mirando, deseando poder ser España aunque fuese durante unos segundos.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansWhere stories live. Discover now