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Third Reich abrió los ojos, comenzando a despertarse, casi dos horas después. Se le aceleró el corazón cuando notó a URSS abrazándole. Aunque, segundos después se relajó al recordar que era el ruso el que le había llevado a su habitación por la mañana. Le aterraba la idea de haberse acostado con él y, por ello, haberse quedado embarazado.

Le entraron sudores sólo de pensarlo. 

También se tranquilizó cuando vio que la puerta aún estaba cerrada. Aunque quizás alguien había abierto y después había vuelto a cerrarla. Pero, por lo menos, no todo el mundo les había visto. Se sonrojó mucho solo de pensar que la gente supiese que URSS y él eran pareja.

Aunque, en realidad, ahora que lo pensaba, no estaba seguro de si eran pareja en sí. Al fin y al cabo, solo se habían acostado dos o tres veces y dado algunos besos. Todavía no habían hecho nada de esas cosas que hacían las parejas, como ir al cine o salir por ahí alguna tarde.

Quizás se estaba equivocando y no eran más que amigos (seguramente ni eso, pues fuera de la habitación no era capaz de soportar al ruso) que se acostaban de vez en cuando. URSS le había contado que Rusia e Italia habían sido eso varias veces cuando todavía eran adolescentes.

Le miró mientras dormía. El alemán ya se había incorporado, pero el soviético continuaba durmiendo profundamente a pesar del movimiento. Suspiró. Al fin y al cabo, no solo no le soportaba, sino que además, muchas veces en las que estaba con él le venían a la cabeza las imágenes o voces de cuando URSS le había maltratado en el sótano hacía muchos años.

¿Te gusta, mi Pequeño Dulce?

(...)

El soviético estaba allí, parado, revisando el filo de una fusta muy similar a un látigo común, con interés y malicia.

(...)

—Te advertí de que si tratabas de avisar a alguien de todo esto, tu hijo Alemania sufriría las consecuencias.

(...)

—He cortado las líneas telefónicas, no puedes llamar a nadie.

(...)

Había buscado por todos y cada uno de los rincones de aquella casa que tan bien conocía, pero no había rastro de Alemania por ningún sitio.

(...)

—¡Reich! ¡Despierta, maldita sea! ¡Italia no está en la habitación!

Comenzó a agobiarse y a notar cómo se le llenaban los ojos de lágrimas. El hombre al que había besado decenas de veces era el mismo que le había llenado la espalda de sangre. El mismo que había secuestrado a Alemania y el mismo que había manipulado a sus aliados hasta ponerles en su contra. 

Se levantó de golpe de la cama y salió de la habitación todo lo rápido que pudo. Una cosa bonita como era amarle le hacía olvidar decenas de cosas horribles. 

Se metió en el baño con rapidez, justo cuando derramaba la primera lágrima. Se sentó sobre el retrete, tratando de no llorar, pero al cabo de unos segundos desistió. Era imposible. 

Trató de que no se le escuchase. Lo último que necesitaba era que la gente supiese que estaba en el baño encerrado y llorando por culpa de URSS. 

Pasó casi media hora, pero el alemán no salió del baño, mientras continuaba llorando. Además, para colmo, sus dos aliados habían descubierto que estaba ahí metido y que estaba llorando. La primera persona que se les ocurrió que podía haber hecho eso era el ruso.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora