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—Basta. Se supone que íbamos a dibujar—habló Third Reich, entre jadeos. URSS sonrió y se acercó de nuevo a él para besarle. El alemán se dejó y se odió por ello. Notó cómo el ruso llevaba sus manos a sus caderas, inclinándose hacia él.

—Pero esto es más divertido que dibujar, ¿No?—Preguntó cuando se separaron, con una sonrisa. El alemán iba a responder, cuando sintió que el ruso comenzaba a darle interminables besos en el cuello, prácticamente sentándose encima suyo.

El menor quiso hablar, pero se quedó callado mientras le daban escalofríos.

—Quítate—acabó por decir Third Reich, apartando al más alto de su regazo. URSS pareció sorprendido, pero el alemán se le adelantó. —No queda mucho para que vuelva Alemania y no quiero que nos encuentre así.

Antes de que el soviético pudiese decir nada, el menor ya se había levantado de la cama y ahora le obligaba a empujones a salir de la habitación y de la casa. Imperio Japonés e Italia Fascista se habían marchado hacía un rato, de modo que, cuando tiró al ruso de su casa, se quedó solo con sus cuatro mascotas. 

Necesitaba tomar el aire, de manera que agarró a Blondi y se la llevó a pasear al parque. El cielo estaba nublado y se notaba que pronto iba a llover, pero no le importó. Le gustaban los cielos nublados.

En el parque no había nadie. Estaba todo literalmente desierto. 

Third Reich sonrió cuando, una vez llegado al parque, Blondi se giró hacia él y le ladró, moviendo la cola con felicidad. Tenía la lengua fuera, como si estuviese sonriendo. Ladró varias veces más y se puso a dos patas durante algunos segundos, sin dejar de mirar a su dueño.

El alemán, finalmente, suspiró y sacó de su bolsillo la pelota de tenis que a Blondi tanto le gustaba perseguir. La pastora alemana ladró todavía más, contenta y sin apartar la vista de su dueño y de la pelota. 

Third Reich lanzó la pelota lejos, y Blondi comenzó a perseguirla corriendo, feliz. Ocho metros más allá, Blondi por fin logró agarrar la pelota con la boca y corrió hasta su dueño, para dejársela a los pies, contenta. Ladró para que el alemán lo repitiese.

Enseguida, volvió a  correr varios metros más allá para agarrar la pelota, feliz. Cada vez que la agarraba, corría más rápido hasta su dueño, emocionada. Era adorable. 

Pasaron así aproximadamente diez minutos, hasta que el alemán se sentó sobre el suelo y la pastora alemana se tumbó sobre su regazo, contenta. Le dio un lametón en la pierna antes de volver a apoyar la cabeza sobre esta, sin dejar de jadear y de mover la cola. 

Third Reich la acarició durante varios minutos hasta que por fin se levantaron. El cielo tronaba ya, pero no le importó. Continuó paseando con Blondi por todos sitios. 

De pronto, Blondi se metió entre los arbustos que anteriormente había estado oliendo. Third Reich suspiró y tiró un poco de la correa, pero no logró que su mascota saliese de donde estaba, de manera que decidió esperar.

—Blondi, ¿Qué haces?—Preguntó el alemán, pues habían pasado diez segundos y la pastora alemana todavía no aparecía. No recibió ningún ladrido como respuesta, de manera que decidió alzar la cabeza para mirar el cielo. Estaba muy nublado, y le habían caído algunas gotas, aunque tampoco le importaba. Estaba acostumbrado a la...

Sintió que alguien le daba unos golpecitos en la pierna y el alemán, asustado, giró la cabeza de inmediato. 

Allí estaba Blondi, mirándole fijamente, con una margarita en la boca.

Third Reich sonrió antes de agacharse y agarrar la margarita que su mascota le ofrecía. La pastora alemana, feliz porque su regalo le hubiese gustado a su dueño, dio varias vueltas de alegría, con la lengua fuera, antes de quedarse sentada. 

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora