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—Borra esa foto ahora mismo—ordenó Third Reich, con el ceño fruncido, mientras trataba de despegarse a Reich del pecho. La gata se negó, aferrándose a él con más fuerza.

—No.

El alemán resopló y después miró a Imperio Japonés antes de hablar.

—Por lo menos dile que se quite. —Pidió el menor, señalando a Reich con la cabeza. La gata ni pareció darse cuenta. Los maullidos del japonés no tardaron en sonar, diciéndole algo a Reich que los demás no entendían.

La gata giró la cabeza para mirar al asiático. Parecía estar entendiéndole a la perfección. Cuando el japonés dejó de maullar, la felina volvió a mirar a Reich y, de nuevo, apoyó su cabeza en el pecho del alemán, pasando completamente de Imperio Japonés.

Third Reich frunció el ceño y miró a su aliado, como si todo fuese culpa suya, aunque se mantuvo quieto y callado. Imperio Japonés también se extrañó mucho.

Finalmente, el menor consiguió arrancar a Reich de forma algo bruta. La levantó para ponerla a su altura y la miró con el ceño más fruncido que nunca. Reich le miró con inocencia, con las orejas algo bajas.

—No te vuelvas a acercar a mí, ¿Te ha quedado claro?—Le ordenó Third Reich con voz dura, exactamente como hacía cuando Alemania era pequeño y hacía algo mal. La felina maulló inocentemente,, como si estuviese indicando que sí.

El alemán miró hacia otro lado, con un suspiro de alivio.

Ese alivio se esfumó cuando notó que la gata estiraba su pata y le arañaba con fuerza, haciéndole un corte profundo de unos siete y ocho centímetros en la mejilla.

Enseguida, la gata maulló, enfadada, mientras se revolvía en las manos de Third Reich. Al final, acabó cayendo al suelo tal y como ella quería. Una vez pudo tocar tierra, se le erizó el pelo y le bufó.

Reich dio media vuelta como si no pasase nada y comenzó a caminar hacia Adolfo, quien dormía tirado sobre el suelo. La gata maulló de forma alegre antes de tumbarse a su lado, con un leve ronroneo.

Third Reich sintió cómo la sangre comenzaba a chorrear desde su mejilla. Italia Fascista no tardó en reírse.

—Reich, la judía agresiva: 1. Third Reich, el líder supremo alemán: 0.

. . .

—Es un poco extraño desayunar aquí—habló Italia, observando el desván de la casa de España con curiosidad. Tenía bastantes cajas y objetos antiguos, pero al menos habían encontrado sitio para los dos. España le rodeó con los brazos, apoyando la cabeza en el hombro del italiano. Tardó varios segundos en hablar.

—Es que no quiero ver a Argentina—respondió el menor. Italia no dijo nada, mientras dejaba que su pareja le abrazase, encogiendo las piernas. Le acarició el cabello para que se calmase un poco.

La voz de España no tardó en sonar.

—Italia—le llamó, alzando la cabeza para mirar al más alto. El italiano también le miró, preguntándose qué querría.

—¿Sí?

—¿Por qué cortaste con Argentina?—Preguntó el menor, mirándole muy fijamente. Italia desvió su mirada, algo incómodo con la pregunta. España lo notó y abrió la boca para hablar y añadir que no hacía falta que lo dijese si no quería. Su pareja se le adelantó.

—Él... Bueno... Él...—Se quedó callado algunos segundos, con un leve sonrojo en sus mejillas y mirada seria. Miraba la pared sin interés, pues no quería decirlo mirando a España a la cara. —Según él, yo era demasiado celoso. Aunque a mí también me fastidiaba el hecho de que, siempre que le decía de hacer algo juntos, tuviese otra cosa que hacer. Y sé que no siempre era verdad.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz