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Un maullido despertó a Polonia.

Se trataba de Katze, que se había subido de un salto a la cama y ahora se acercaba a ellos, tratando de no pisarles. Polonia sonrió antes de agarrar al felino para que se tumbase a su lado. El gato no tardó en comenzar a ronronear de forma adorable.

Los ronroneos del animal hicieron que Prusia se moviese un poco y abriese los ojos lentamente, con una leve sonrisa. Polonia se sonrojó, sintiendo vergüenza de repente. Bajó la vista, ignorando a su pareja cuando éste le sonrió, para después acariciarle lentamente el cabello. 

—Hola—saludó el más alto, pegándose a él, y haciendo que Katze tuviese que salir de donde estaba, algo molesto. Dejó sus manos sobre la mandíbula de Polonia para que le mirase. El menor obedeció. 

—Hola—le respondió el polaco, abrazándole con fuerza. El prusiano le revolvió el pelo con gesto cariñoso antes de darle un beso en la frente y rodearle también con los brazos. 

Se quedaron abrazados durante casi tres minutos, hasta que Polonia levantó la cabeza y se separó un poco de su pareja para colocar a Katze entre ellos dos para darle calor.

—Tengo frío—protestó el menor, encogiéndose un poco. Prusia sonrió antes de abrazarle un poco, debido a que Katze continuaba entre ellos dos. Después agarró una manta que había en el extremo de la cama y la dejó encima del cubre para tapar un poco más a Polonia.

Después se puso a su altura, para, a continuación, darle un beso a su gato y agarrar la mano del menor. Después cerró los ojos con una sonrisa.

. . .

Alemania se despertó al sentir un tacto en su mejilla. Parecía algo frío que el menor no identificaba.

Lo primero que se le ocurrió que podía ser era Rusia, pues estaba acostumbrado a que el más alto le despertase entre besos y abrazos. No tardó en darse cuenta de que no se trataba de él, ya que no eran besos.

Abrió los ojos lentamente y se sorprendió mucho al encontrarse allí con Alfredito, que le daba golpecitos en la mejilla con su frío y húmedo hocico. Emitió un ruidito adorable cuando vio que aquel desconocido se despertaba y se frotó un poco contra él como si fuese un gato.

Alemania sonrió. Era adorable.

Le acarició, mientras observaba a Rusia durmiendo a su lado. Se preguntó dónde estaría Leopoldo, y no tardó en descubrir que dormía en el suelo junto a Italia.

Le dio un poco de gracia recordar el día anterior. Rusia, Italia y él habían pasado el día juntos y una vez se había hecho de noche, habían cenado en la casa del ruso, a pesar de que a URSS no le había gustado del todo la idea. Después, debido a que en la habitación de Rusia sólo había una cama, había comenzado una «pelea» entre Rusia e Italia.

—¡No voy a dejar que mi Alesito duerma en el suelo como un perro de la calle!—Había dicho Rusia, abrazando a su pareja desde detrás suyo y levantándole un poco del suelo.

—¡Ah, pero no te da pena que sea yo el que duerma en el suelo como un vagabundo!—Le había respondido Italia, molesto. Rusia no había respondido y se había limitado a agarrar a Alemania de la mano para después, que ambos se tumbasen sobre la cama doble del soviético.

Italia había resoplado y, después, había comenzado a hacerse su propia cama con dos mantas, un cojín y una  almohada.

Había colocado una manta sobre el suelo para no morirse de frío, junto con la almohada encima. Después, había dejado sobre la primera manta un conjín a la altura de la cadera para no hacerse daño, y luego se había tapado con la segunda manta.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansWhere stories live. Discover now