· 13 ·

374 37 45
                                    

—¡Papá!—Habló Alemania. Había llamado dos veces a su padre y ninguna de esas dos veces había recibido respuesta.

Gracias al cielo, tras algunos segundos de espera, su padre por fin aceptó la llamada. Se oyó un jadeo al otro lado de la línea, pero el alemán lo ignoró.

—¡Papá!—Repitió Alemania, indignado y enfadado con el más mayor por preocuparle de esa forma. No estaba en su habitación y no respondía a las llamadas, de modo que el menor había comenzado a temer que a su padre le hubiese pasado algo malo.

Third Reich jadeó un poco antes de responder.

—¿S-sí?—Preguntó el padre de Alemania. Éste último apretó con fuerza su teléfono, mientras fruncía el ceño cada vez más.

—¡¿Dónde demonios estás?! ¡Te he llamado dos veces y ninguna de las  dos has respondido!—Protestó Alemania, sintiendo un gran alivio en el pecho por haber contactado con su padre. Aunque, por otra parte, sentía unas ganas terribles de matarlo.

—Yo... He salido un rato con Imperio Japonés, enseguida vuel...

—¡Sí, y por eso él está durmiendo a mi lado!—Interrumpió Alemania, oliéndose algo sospechoso en todo aquel asunto. Su padre se quedó algunos segundos callado, hasta que volvió a hablar, justo después de jadear de nuevo, algo nervioso.

—P-para, estoy hablando con Ale...—oyó que le decía a alguien, con el móvil algo alejado de él. Esperó algunos segundos hasta volver a hablar. Volvió a soltar algunos jadeos antes de volver a acercar el móvil a él.—Y-yo... Ale... En seguida voy.

Alemania bufó justo antes de colgarle el teléfono a su padre. Estaba harto de que desapareciese así como así. Y harto de que no aceptase las llamadas. De todos modos, se tumbó junto a Imperio Japonés a esperar, mientras observaba cómo el medio humano y medio felino dormía tiernamente enroscado como un gato. 

Le hizo cosquillas en el cuello y detrás  de las orejas, y fue cuestión de tiempo que el japonés comenzase a ronronear con ternura, mientras seguía durmiendo.

Alemania comenzó a aburrirse y a impacientarse cuando pasaron diez minutos y su padre todavía no entraba a la habitación. Justo cuando iba a agarrar su móvil para llamarle y preguntarle qué narices estaba haciendo que no venía, la puerta se abrió con un estruendo y apareció Third Reich, ajustándose su gorra negra, vestido con su uniforme militar y sus armas, como siempre.

—Hola, Ale—saludó el alemán, con una sonrisa, esperando que su hijo, como siempre, acudiese a él para abrazarle con fuerza. Pero, para sorpresa del mayor, no lo hizo, sino que se quedó sentado sobre la cama con cara de consecuencias, como si los roles estuviesen invertidos y fuese él el padre que iba a regañarle a su hijo por algo.

—Papá—habló Alemania, con voz dura y algo parecida a la de su padre.— ¿Dónde estabas? Ayer tuve que dormir con Imperio y esta mañana, al no verte aquí, pensaba que te había pasado algo malo.

—Yo... Hum... Bueno... Estuve... Ocupado—mintió Third Reich, mirando hacia otro lado, con vergüenza. 

Alemania le lanzó una mirada asesina, desconfiando por completo de él. Observó su aspecto, con una ceja alzada. Tenía un fuerte sonrojo en las mejillas, se le veía nervioso, y a juzgar por el brillo de su piel, también iba sudado. Además, también iba despeinado, como si no supiese de la existencia de los peines.

—Estás sudado—objetó el alemán menor, mirándole de arriba a abajo como si fuese un bicho raro, de brazos  cruzados. Alemania estaba seguro de que si no fuese su hijo, su padre ya le habría matado por mirarle así. 

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum