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—No quiero ir a un restaurante japonés—protestó Italia Fascista, aunque sabía que Third Reich e Imperio Japonés eran mayoría y que por eso se acabaría fastidiando él. Third Reich sonrió burlonamente.

—Cállate, los bebés no tienen derecho a hablar—respondió, con un tono de voz que claramente se burlaba del italiano, haciendo referencia a que Italia Fascista era el más pequeño del grupo en cuanto a edad. Éste frunció el ceño.

—Los duendes de jardín tampoco—respondió, pues le sacaba media cabeza a Third Reich. Éste murmuró algo en alemán que parecía más una maldición que otra cosa, pero no le volvió a hablar en un rato. Al fin y al cabo, todavía le duraba un poco el enfado con el italiano por haberse puesto una sudadera con su cara y por haberle comprado otra a URSS.

—¡¡Papá!!—Chilló una voz familiar. Third Reich se giró de inmediato, sorprendido, solo para ver a Alemania con unas bolsas en la mano y una gran sonrisa correr hasta él para abrazarle.

Rusia, que también iba con él, cargado con dos bolsas, se acercó lentamente, con miedo, mientras veía a su pareja abrazar al alemán mayor como su fuese un niño pequeño. En cuanto se plantó allí, pudo notar la mirada asesina de Third Reich sobre él.

—¿Qué hacéis aquí?—preguntó éste, una vez que Alemania se hubo separado. Rusia no se atrevió a hablar. Y aunque lo hiciese, Alemania se le hubiese adelantado de todas formas.

—Rusia y yo vinimos de compras—respondió el alemán, con una gran sonrisa tierna que utilizó para girarse hacia Rusia y entregarle las bolsas que llevaba en la mano y que éste no protestase debido a lo tierno que era.

Japón soltó un maullido de emoción.

—¡Nosotros también!—Después agarró el brazo de su padre y lo sacudió un poco para llamar la atención del mayor. —¡Papá, enséñale el traje de Naruto!

Imperio Japonés, poniendo los ojos en blanco, sacó el traje de Naruto que tanto él como su hija se habían comprado y se lo mostró a Alemania.

—No me gusta.

—Y a mí no me importa. —Respondió el japonés mayor, volviendo a guardar el traje.

—¡Espera, Ale!—Chilló Italia Fascista, mientras metía la mano en la bolsa donde se encontraban las dos sudaderas personalizadas. Se había quitado la suya hacía poco porque tenía calor.

—Italia, no—pidió Third Reich, con voz seria. El más alto sonrió burlonamente antes de hablar.

—Sí, vaya que sí.

A continuación, sacó una de las sudaderas, la que era para URSS a juzgar por su tamaño, y se la enseñó a Alemania con una gran sonrisa. Third Reich notó cómo se sonrojaba, pero trató de ignorarlo, mientras miraba hacia otro lado, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Escuchó con desagrado cómo Alemania soltaba una risa. Rusia tuvo que contenerse como podía porque no sabía qué era capaz de hacerle Third Reich si se reía de él.

—Toma, pruébatela—le dijo Italia Fascista, mientras se la entregaba sin recordar que aquella era la del padre de Rusia, y Alemania la agarraba con alegría.

Alemania comenzó a ponérsela, y se sintió muy bien cuando la tuvo puesta. Quería dejársela para el resto de la tarde. Aunque se quedó un poco extrañado cuando se dio cuenta de que la sudadera le llegaba por las rodillas y sus brazos llegaban hasta tan sólo media manga.

—Italia, creo que os habéis pasado un poco con la talla—habló el alemán. Podría usar perfectamente esa sudadera como vestido de boda de lo larga que era.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora