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Italia caminó hacia España con una gran sonrisa, saludándole con la mano. El español le sonrió tiernamente antes de llegar hasta él y ponerse de puntillas para darle un beso. Italia se dio cuenta de que llevaba una pequeña bolsa que sujetaba entre sus brazos.

Dentro había algo que se movía, e Italia pensó de inmediato, en un gato cachorro. Quizás España había adoptado uno con la excusa de que Michi se sentía solo sin un hermano gatuno. El más alto señaló la bolsa con curiosidad y una gran sonrisa.

—¿Qué es eso? —Preguntó Italia. Sonrió, de buen humor mientras soltaba una risa. —¿Es un regalo para mí?

—No—respondió España, dejando que su pareja pasase su mano por sus hombros para pegarle a él. El español bajó la cabeza y la vista para mirarlo con ternura. Lo que fuese que había ahí dentro volvió a moverse. —Es mi nueva mascota.

—Awww—soltó Italia, tratando de ver qué había ahí dentro, aunque el menor seguía tapándolo. —¿Adoptaste un gatito que le haga compañía a Michi?

España negó con la cabeza, con un leve sonrojo y una sonrisa tierna. Italia sintió que se derretía de ternura. ¿Había algo más adorable que España en esos momentos?

—Es un hurón—respondió con timidez, mientras apartaba la mano de la bolsa. De inmediato, la cabeza de un excesivamente tierno hurón se asomó, atenta. Emitió un ruidito antes de estirarse, arriesgándose a caerse al suelo, y todo para oler a Italia. Nunca le había visto. —Lo adopté hoy.

Italia se sonrojó un poco por lo tiernos que eran ambos, mientras estiraba la mano con algo de temor para acariciarle. Sorprendentemente, el hurón se dejó.

—Se llama Paella. —Italia tuvo que aguantar una risa. Aunque, en realidad, no le extrañaba en absoluto viniendo de España. El menor acercó su cara al animal para hablarle con ternura. —Paella, saluda a tu segundo papá.

Paella emitió un ruidito antes de darle un lametón en la mejilla con cariño ignorando por completo a Italia. España soltó una risa tierna antes de volver a erguirse.

—Es adorable—habló Italia, sin poder dejar de observar al hurón. Este volvió a meterse dentro de la bolsa, ocultándose como si tuviese miedo de Italia.

—¿Dónde decías que has quedado con Alemania?—Preguntó Italia, observando a su alrededor, esperando ver al alemán por algún lado en algún momento. Aunque no se encontraba allí.

—Tardará un poco—respondió España, sonriendo y sosteniendo la bolsa de Paella con cuidado para no dañar lo más mínimo al hurón. —Aunque al menos vendrá con Adolfín y Blondi.

Italia se limitó a sonreír antes de agarrarle de la mano y pegarse a él. Continuaron caminando hasta que llegaron al parque en el que habían quedado con Alemania. Ciertamente, el alemán todavía no había acudido.

De modo que se sentaron en el suelo sobre el césped, con una gran sonrisa, antes de que España dejase la pequeña bolsa del hurón en el suelo. Fue cuestión de segundos que el animal sacase la cabeza y corriese hasta llegar con España. Emitió un ruidito antes de subirse sobre sus piernas y quedarse ahí tumbado. Era demasiado adorable. Paella dejó que su dueño le acariciase con cariño.

—Ahora quiero un hurón—habló Italia. Él también quería otro Paella para él. Y si era hembra, quizás podía hacer que se apareasen y tener mini-Paellas.

España sonrió, pasando su mano por la cabeza del hurón.

—No adoptes ninguno, Italia.

—¿Por qué?—El italiano parecía incluso un poco triste. Aunque si España lo decía... Por algo sería. El español mantuvo su sonrisa.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansWhere stories live. Discover now