· 20 ·

284 28 28
                                    

Después de muchas horas de avión y de llegar a la ciudad casi a las nueve de la noche, cada país había comenzado a dirigirse a su casa.

Especialmente Italia, quien iba acompañado por Rusia. Necesitaba encontrar a su padre. Saber dónde estaba. Aunque seguramente se encontrase en su casa, no podía evitar sentirse nervioso.

Llevaban caminando diez minutos, cuando de pronto oyeron una voz tras ellos. Quien sea que fuese, se encontraba algunos metros por atrás de ellos, gritando el nombre de Rusia.

El ruso palideció un poco, mientras que Italia se giraba de inmediato. No reconocía aquella voz. Rusia, en cuanto vio a su amigo girarse, le agarró del brazo y le obligó a volver a mirar al frente.

—No te gires, Italia—pidió el ruso. Se le veía algo nervioso, o quizá molesto. Italia no había llegado a identificar al país que corría hacia ellos. Sólo había sido capaz de ver que tenía una bandera azul y amarilla.

—¡Rusia!—Chilló el país, de nuevo. El ruso se tensó un poco, y enseguida notó cómo el asiático le agarraba del brazo para que se girase y le viese. —¡Rusia, me mudé para poder verte! ¡Déjame hablar contigo, por favor!

Rusia gruñó, pero no se dio la vuelta otra vez.

—¡Kazajistán, te he dicho millones de veces que no quiero volver a hablar contigo!—Le dijo, enfadado y casi gritándole. Se dio la vuelta para continuar caminando, pero el kazajo volvió a agarrarle para que se girase.

—¡Rusia, por favor, podemos arreglarlo! ¡Déjame hablar cont...!—rogó el asiático, antes de ser interrumpido por el ruso de nuevo.

—¡No hay nada que arreglar! ¡Corté contigo hace dos años, entiéndelo y supéralo!—Le gritó, enfadado. No se podía creer que tuviese la mala suerte de que su ex pareja apareciese por allí justo cuando acababa de solucionar las cosas con Alemania.

—¡Pero, Rusia...! ¡Por favor, lo siento muchísimo, yo... Podemos volver a ser felices!—Insistió Kazajistán, mientras derramaba algunas lágrimas. Rusia gruñó.

—Yo ya soy feliz con otra persona. Esa persona se llama pareja y no eres tú—respondió, sorprendentemente sin gritar. Kazajistán se le quedó mirando, mientras lloraba un poco más. Finalmente, se secó las lágrimas y miró a Italia con odio.

—Tú—gruñó. —... ¡Rusia me quería a mí!—Le gritó, con rabia, mientras se avalanzaba sobre él y le daba un puñetazo en la mandíbula.

Italia se lo quitó de encima de una patada, sintiendo ganas de matarlo. No le hizo caso a los pinchazos que sentía en la mandíbula, donde tenía un moratón. Apretó los puños y los dientes, aunque Rusia se le adelantó.

—Kazajistán, él es mi mejor amigo y si le vuelves a tocar tendrás un gran problema con los dos—habló el ruso, serio. Kazajistán volvió a soltar algunas lágrimas de rabia antes de hablar.

—¿Q-quién es tu pareja?—Preguntó el kazajo. Iba a matar al desgraciado que le había robado a Rusia. El ruso frunció el ceño más que nunca.

—Qué carajos te importa.

—Dile que tenga cuidado esta noche.

Rusia temblaba de ira, y lo único que hizo fue darle un puñetazo en plena cara, haciendo que al asiático comenzase a sangrarle la nariz. No le importó. Kazajistán miró al soviético con más odio que nunca, aunque no habló.

—Desaparece de mi vida de una maldita vez—le dijo Rusia, antes de darse la vuelta y seguir caminando junto a Italia, quien todavía no había dicho nada. Kazajistán no trató de seguirles ni de hablarles más.

Alemania y otras cosas bonitas ★ ❀ CountryHumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora