46 || Final (Introducción)

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EVA MONTGOMERY

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EVA MONTGOMERY

El campo verde que se extiende delante de mis ojos es hermoso. El viento es refrescante y estoy segura de que este lugar sería perfecto si no fuera por la casa que está a unos metros. Mentiría si dijera que no estoy nerviosa, triste y con millones de sentimientos agobiantes en mi interior. Los posibles escenarios de lo que pueda suceder me mantienen alerta.

Subo los pocos escalones que me dirigen a la entrada antes de presionar el timbre. Puedo escuchar voces del interior y mantengo mi rostro inexpresivo cuando una señora mayor abre la puerta.

–¿Sí?– pregunta seriamente.

–¿Están David y Elizabeth?

La mujer asiente con su cabeza y me permite entrar. La gran sala que contiene una ridícula escalera en el centro es muy extravagante. Es cómo si ingresara a una mansión pertenecientes a reyes, la diferencia de mis padres con ellos —además de lo obvio— es que la decoración de los bastardos que viven aquí es horrible.

–¿Puede decirme su nombre?

–Dígale que Eva Montgomery está de visita.

El asombro inunda sus facciones. La seriedad se hace a un lado y con un asentimiento torpe de cabeza prosigue a subir rápidamente las escaleras. Decido ser una metiche y camino hacia la habitación a mi derecha.

Es un salón vacío, solo cuadros y una chimenea.

Me acerco a las fotografías que están encima de la fogata y sostengo en mis manos una imagen de una adolescente. Su rostro es parecido al mío. Tenemos las mismas cejas, pecas y sonrisa.

–Eres bastante atrevida al venir aquí. –murmura una fría voz a mis espaldas.

No me inmuto, tampoco me molesto en voltear a verlos, simplemente continúo observando lo que sostengo en mis manos.

–Ser atrevida es una de mis mejores cualidades. –contesto y mi voz sale cómo deseo; burlesca y demandante– Me pregunto cuál de los dos me concedió esa cualidad.

–Las cualidades que posees son una vergüenza. No tienes nada de nosotros.

Me quedo en silencio y vuelvo a ubicar la imagen en su lugar. Me doy la vuelta y los observo a ambos.

David es idéntico a mí. Somos físicamente igual, con las mismas facciones y gestos. Puedes ver lo joven que es, a diferencia de Elizabeth que luce más...vieja. Sus ojos marrones apagados, el cabello blanco y un par de arrugas en sus parpados.

–¿Qué quieres?– pregunta David y sus ojos son dos esferas que expulsan fuego –¿Haz venido a suplicar que te devuelva tu empresa?

Me echo a reír y con una mano llevo parte de mi cabello detrás de mi oreja.

Más allá de la ficción #1 Where stories live. Discover now