Capítulo 41

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La siguiente vez que visitamos a Adrian ya parecía un ser humano. No físicamente, porque seguía estando embutido en una crisálida de yeso, pero por lo menos ya podía decir frases coherentes y enfocar los ojos sin parecer un yonki.

Sin embargo, y a pesar de lo que nos alegró su mejora, este avance no pareció sorprender tanto a los médicos. Nuestras visitas siguieron limitadas durante los tres días siguientes y, por mucho que nos sonrieran las enfermeras, no conseguimos quitarnos de encima la sensación de que podía pasar cualquier cosa mientras no mirábamos.

Aunque lo máximo que pasó fue una sesión exhibicionista de Adrian que, no sé cómo, consiguió desplazar la limitada tela de la bata del hospital.

Y ahí sí estábamos mirando.

Desgraciadamente.

Tras esa terrible imagen los doctores determinaron que Adrian se estaba recuperando, y nos permitieron extender las visitas -así como extendieron el tamaño de la bata-. A partir del jueves pudimos visitarle durante todo el día, y por la noche una persona podía permanecer con él. Esto hizo que mantuviéramos alguna conversación útil con el muchacho, ya que con el collarín y las heridas de la cara hablaba muy despacio y la media hora de antes le deba para cinco frases.

El que nos dejaran estar más tiempo con él también nos ayudó a relajarnos. Por fin pudimos deshacernos de la sensación de que podíamos perderlo en cualquier momento, y ese mismo jueves volví al instituto.

No voy a mentir y decir que lo echaba de menos, pero la rutina de las clases me supo a gloria. Madrugar, mirar los libros y sentir asquete... Todo era tan habitual que parecía que nada había cambiado.

Pero, por desgracia, habían cambiado muchas cosas. Cassie y Finn intentaron que no se notara tanto, pero los cuchicheos se oían con claridad a mis espaldas y las miradas de lástima se clavaban como dardos sobre mí, así que la normalidad quedó un poco olvidada.

Y más cuando me senté en la mesa de la cafetería y sólo vi sillas vacías.

—Eh... ¿Qué ha pasado aquí?

Cassie dejó su bandeja y se sentó en una de las sillas, apoyando los pies en la contigua como un borracho de bar.

—Finn está cogiendo más y más comida, Peter tiene la gripe, y Josh y Evan... no han venido esta semana.

Asentí lentamente y me senté junto a Cassie, que hizo desaparecer medio sándwich de un único bocado. Finn llegó unos segundos después y se sentó frente a nosotras, mirando a Cassie con la ceja enarcada.

—Hoy venimos con hambre, ¿No? —Lanzó un elocuente vistazo a los tristes restos de pan de molde y sacudió la cabeza—. Cómo me alegro de no ser tu sándwich.

Cassie se encogió de hombros, recostándose aún más sobre las sillas.

—Mi sándwich sabía lo que hacía.

—¿Y la silla? ¿Por qué obligas a dos sillas a soportarte? Con una sufriendo es suficiente.

Cassie me sacó la lengua y dio un sorbo a la pajita de su zumo.

—Mi flow es demasiado denso, una única silla no puede con el peso. Pero vamos, que si quieres me siento bien e invitamos a Richelle a comer con nosotros.

Arrugué la nariz como única respuesta y la rubia soltó una carcajada, incorporándose para seguir bebiendo el zumo. Finn se inclinó sobre la mesa, sonriendo con picardía.

—A propósito de Richelle, ¿Sabíais que Nick y ella van en serio? Los entrenamientos de fútbol son un cachondeo ahora, con medio equipo escuchando a Nick hablar de su maravillosa novia y el resto oyendo a Jackson llamarla de todo.

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