Capítulo 23

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— ¡Lauren!

Levanté la cabeza bruscamente y mi frente chocó contra algo con un golpe seco. Escuché un «¡Auch!» pero lo ignoré. Estaba demasiado ocupada frotándome mi propia cara.

Buenos días a ti también, agresor.

Cuando abrí de nuevo los ojos la cara de Evan -chichón en la frente incluido- estaba unos escasos centímetros de distancia de mí.

— ¿Qué coño haces? Aparta, pervertido.

Separó la cabeza con un amago de sonrisa y me mandó callar con la mano. Se inclinó sobre mi oreja.

—No grites, Cassie está dormida todavía.

—Ah, claro. ¿Y me despiertas para...?

—Para que la gastemos una broma, obviamente.

— ¿Estás tonto? —Evan apretó los labios—. ¿Cuántos años tienes? ¿Quieres jugar a la zapatilla por detrás después de vacilar a Cassie?

—Intuyo que no quieres participar.

—Intuyes bien.

Le di la espalda con un seco «Buenas noches» y volví a cerrar los ojos.

          ♦          ♦           ♦           ♦

La siguiente vez que abrí los párpados la luz inundaba la habitación. Me incorporé y estiré los brazos con un bostezo. Por suerte estaba sola, o mi aliento mañanero les hubiera matado.

Entré en el baño a enjuagarme la boca -asesinar a mis amigos no entraba entre mis prioridades- y me miré en el espejo para recogerme el pelo en algo que no pareciera un nido de cigüeñas.

Sorpresa.

Sorpresa desagradable.

Sorpresa muy desagradable.

Miré de nuevo mi reflejo. Mi cara, antaño normal -no voy a decir antaño hermosa porque sería mentir como una bellaca- estaba ahora pintarrajeada con un bigote negro y una perilla. Y mis pobres ojos habían pasado de ser los luceros marrón caca de mi cara a convertirse en los huevos de un artístico pene que recorría mi frente.

No nos olvidemos de las dos tetas que tenía en la mejilla derecha, seguramente por cortesía del idiota de Evan.

Suspiré con dramatismo y me incliné sobre el lavabo para quitármelo antes de bajar. No pensaba darles la satisfacción de que se pudieran reír en mi cara -nunca mejor dicho-.

Después de frotar con entusiasmo durante unos minutos me miré de nuevo en el espejo.

Nada.

Todo igual de definido.

No me apetecía bajar y enfrentarme al humor general, pero necesitaba algo más potente que el agua y no sabía dónde encontrarlo.

Cuando bajé las escaleras las voces de la cocina guardaron silencio al mismo tiempo.

Abrí la puerta lentamente, esperando conseguir un chirrido siniestro, para intimidarles.

No sonó. Patrice mantenía sus bisagras bien engrasadas.

Cassie me miró una vez con disimulo y se esforzó por mantener la cara seria. Evan se mantuvo en la silla, dándome la espalda, pero sus hombros sacudiéndose no engañaban a nadie.

— ¿Has dormido bien, Lauren?

Lancé una mirada dura a Cassie, aunque el efecto no llegara completo gracias a la decoración gratuita.

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