Capítulo 29

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—¡Papá!

—¡Lauren!

Salté a sus brazos y él me besó en la coronilla.

—Me ha dicho tu madre que has estado de supervivencia.

Asentí.

—Ha sido una mierda.

—Lo imaginaba. Lo único divertido en las de mis tiempos era gastar bromas. Y ni eso, que luego te castigaban.

—Nosotros nos hemos librado, pero hemos estado cerca.

—¿De que os castigaran o de que os gastaran una broma?

Lo miré con fastidio mientras dejaba caer la mochila al suelo del pasillo.

—¿Pero tú qué clase de hija pringada te crees que tienes? De que nos castigaran, por supuesto.

Mi padre hizo un gesto con las manos que daba a entender lo malotes que éramos, y lo golpeé en el brazo.

—Padre, menos cachondeo. —Miré a mi alrededor —. ¿Sabes dónde está Adrian?

Señaló a las escaleras, aún con la sonrisa en la boca.

—Está en su cuarto, ve a pegarle a él también.

Saqué la lengua a mi padre como una niña pequeña mientras subía a la habitación de mi hermano.

Golpeé dos veces la puerta cerrada, sin intención alguna de entrar por sorpresa. No tenía demasiado interés en encontrar a Adrian en algún momento... comprometido.

Escuché un «Adelante» desde el otro lado de la puerta y me encontré a mi hermano sentado en su cama, con un periódico deportivo en las rodillas y un kebab en la mano.

—Buenas, hermanita. ¿Qué tal tu excursión?

Puse cara de asco.

—Vale, parece que como la mía en su momento. ¡Hey! ¿Dónde vas, cerda? No te sientes en mi higiénica cama con ese olor a campo.

Me detuve antes de sentarme a su lado y me callé una observación sobre su kebab y su "higiénica cama".

—Voy a ducharme ahora, pero quería hablarte antes de Hugh.

La cara de Adrian se tornó seria en un milisegundo.

—¿Qué pasa con él?

Era consciente de que Cassie no quería que lo contara, pero sabía que mi hermano sería cuidadoso con la información.

—¿Estás seguro de que abandonó a Patrice? No estoy diciendo que ella mienta —dije antes de que Adrian saltara —. Sólo me pregunto si no sacaría conclusiones precipitadas.

Negó con seguridad.

—Imposible, fue muy clara al respecto. Ella se lo dijo por teléfono, por correo... Incluso fue a su casa a hablar con su familia. Pero él los convenció de que mentía y se desentendió por completo.

Me mordí el labio.

—¿Te acuerdas del mensaje que recibió Patrice el otro día?

Adrian me miró alarmado e intenté apaciguarlo.

—¿No le habrás dicho nada a Cassie, no? Patrice no quería...

—Lo sé, tranquilo. Y no, no le he dicho nada, pero tampoco hacía falta.

Mi hermano enarcó la ceja, y yo me mordí la uña del dedo gordo.

—Ahora es mi turno de airear secretos ajenos. Creo que deberías hablarlo con Patrice porque aquí hay algo raro, pero Cassie me matará si se entera de que te lo he contado.

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