Capítulo 28

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Nos despertó un grito aterrorizado que -por difícil que parezca- no pertenecía a ninguna de nuestras víctimas.

Sobresaltadas, salimos de la tienda y corrimos hacia el sonido. Cuando llegamos encontramos a todo el grupo arremolinado en torno a tres chicos vestidos de negro que maldecían a gritos.

Uno de ellos se tocaba con desesperación las cejas, que habían desaparecido, dejando en su lugar un solitario pearcing.

Otro estaba prácticamente llorando en el suelo con las manos en la cara. Su pelo azul eléctrico tenía calvas y trasquilones por todas partes.

Y el último era el que gritaba. Levantaba sus brazos tatuados y musculosos al aire, y me hubiera dado miedo con todos sus pendientes y ojos de asesino si no hubiera tenido flores y estrellas dibujadas con rotulador permanente por toda la cara.

—¡Me cago en vosotras, malditas zorras! Esto no va a quedar así. —Soltó un aullido y todos retrocedimos un paso —. ¡No va a quedar así!

Alana llegó a nuestro lado alarmada por los gritos y corrió a tranquilizar al chico.

—Court, ¡Court! —Agarró sus brazos y consiguió que permaneciera quieto —. ¿Qué ha pasado?

Court entrecerró los ojos.

—Han sido Richelle y las otras guarras. Han entrado esta noche y nos han quitado toda la ropa interior, y ya ves lo que nos han hecho a nosotros. —Cerró los puños y tensó la mandíbula —. Nadie se ríe de nosotros. No saben lo que han hecho.

Alana intentó relajar el ambiente.

—Escucha, si han sido ellas vamos a castigarlas. No hagáis nada precipitado porque a la larga sólo os perjudicará.

Court meditó la propuesta y miró a sus amigos, que asintieron.

Alana sonrió aliviada.

—Perfecto. ¿Por qué dices que son ellas? ¿En qué te basas?

—La tienda huele a puta. —Alana pestañeó varias veces, dando a entender que eso no era prueba suficiente —. Vale, y se dejaron la barra de labios de Miriam. Y Paola estuvo ayer riéndose cada vez que nos veía, aunque no hemos hablado nunca.

Alana consideró sus palabras.

—Eso sí que parecen evidencias. Vamos a hablar con ellas antes de montar de nuevo en el autobús. El resto id a recoger vuestras cosas, nos vamos en una hora.

Por supuesto, nadie se fue.

Alana giró sobre sus talones y caminó hacia su tienda, seguida de cerca por Court, sus amigos y una manada de alumnos.

Casi todos estaban ahí para no perderse el espectáculo, pero algunos afortunados sabíamos que encontraríamos algo mucho más especial.

A medida que nos acercábamos empezamos a oír gemidos y lloriqueos. Jackson echó a correr cuando reconoció la voz de Richelle. Nick se contuvo para no ir también.

Cuando entramos en el claro la imagen fue memorable.

Richelle y Miriam lloraban asqueadas sobre el suelo. Sus zapatos estaban embarrados y pegajosos, llenos de huevo, y su torso... estaba manchado con algo que no era barro, precisamente. Su pelo era otro poema.

Tuve que contenerme para no sacar el móvil e inmortalizar el momento.

Loreen continuaba dentro de la tienda, riéndose con cero disimulo.

Alana se quedó paralizada al ver el panorama, y se giró para buscar el culpable.

Todos los que habíamos participado en la broma mantuvimos la compostura. Los únicos que no podían dejar de reír era el grupo de Court, que se miraban entre ellos como si esto hubiera sido obra divina.

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