Capítulo 11

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Volví a mirar mi reloj. Quedaban veinte minutos y sólo había contestado a seis de las diez preguntas del examen, y dos de ellas me las había inventado por completo. ¿Cómo podía haber pasado esto? Me había tirado la tarde del viernes y la mañana del domingo con los codos prácticamente sangrando para que al final me la clavaran en el examen. Cogí el bolígrafo y procedí a inventarme la pregunta siete.

—¡Pst!

Eché un vistazo a Evan con disimulo, y vi que me estaba mirando de reojo. Cuando notó que ya tenía mi atención, sonrió de medio lado.

—La ocho...

No me eché a reír por poco. ¿No sabía ni que estaba poniendo en mi examen y pretendía que le ayudara con el suyo? Claro que sí, campeón. Además, ni siquiera había llegado a la ocho, pero considerando como me iba con las anteriores...

Oh, vaya, la ocho sí me la sabía. 

Dejé la creatividad de la siete para después y contesté la ocho. Acerqué la hoja al borde de la mesa, simulando que estaba escribiendo en otro folio y dejé a Evan leer la respuesta. Al rato volví a poner la hoja delante mía, mirando brevemente a Evan para asegurarme de que había terminado de copiar. Él me sonrió y asintió con agradecimiento. Yo volví a bajar la cabeza a mi examen.

Cuando entregamos los exámenes Evan se acercó a mí y antes de que pudiera moverme me abrazó. Me quedé quieta, demasiado sorprendida como para responder, pero al cabo de unos segundos le devolví el abrazo, dándole golpecitos en la espalda.

Esperaba sinceramente que Evan no fuera del tipo "abrazos continuos", porque yo no era fan del contacto físico. Me convencí a mi misma que me estaba abrazando -sí, ahí seguíamos, y empezaba a ser incómodo- porque le había ayudado en el examen. O porque le había dicho que éramos amigos y eso era -no me preguntes por qué- muy importante para él. O por cualquier motivo, en realidad, menos que le gustara dar abrazos porque sí.

Vale, esto ya era demasiado.

Me desincrusté de sus brazos y miré hacia los lados, segura de que todos nos estarían mirando. Pero no, al parecer no le importábamos a nadie porque ni uno solo de nuestros compañeros nos estaba prestando la más mínima atención.

Eso duele.

Evan seguía sonriendo.

—Gracias por ayudarme en el examen. La ocho era la única que no me sabía, me has salvado de una mala nota.

—¿Perdón? ¿Era la ÚNICA que no te sabías? —Le miré con odio—. Yo no tenía ni idea en tres preguntas y la última no me ha dado tiempo a contestarla bien. Pero resulta que he perdido mi valioso tiempo ayudándote a "evitar una mala nota".—Hice las comillas en el aire, y estábamos tan cerca que casi le meto un dedo en el ojo.

Evan se alejó un paso de mi, no se si temiendo que le pegara o que le sacara un ojo al gesticular.

—¿Y por qué no me has preguntado? Te podía haber dicho las respuestas. —Parecía verdaderamente asombrado por mi estupidez.

Me dejé caer en mi silla y apoyé la cabeza sobre la mesa. Noté como Evan se sentaba a mi lado.

—Odio depender de los demás. Me gusta hacer las cosas por mí misma, y pedirte que me dejaras tus respuestas hubiera sido como demostrar que no lo puedo hacer sola. —Y sí, estaba tan nerviosa que no se me ocurrió,  pero eso me lo callo.

Giré la cabeza, aún apoyada, para mirarle.

Evan abrió la boca para contestar, pero no dijo nada. Mis palabras eran tan profundas que sin duda le habían dejado marcado, y...

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