𝐂𝐨𝐦𝐨 𝐧𝐢𝐧𝐠𝐮𝐧𝐚 𝐨𝐭𝐫𝐚 𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Cᴏᴍᴏ ɴɪɴɢᴜɴᴀ ᴏᴛʀᴀ ɴᴏᴄʜᴇ

La brisa del viento frígido abrazaba las pieles de ambas mujeres, erizándolas por completo, emitiendo calor únicamente con la fricción de sus manos acariciando por encima de sus grandes abrigos marrones, los cuales hacían juego con gran parte de las decoraciones que podían visualizarse a través del inmenso ventanal del restaurante.

Ambas seguían tomadas de la mano desde aquella larga caminata, sus narices y mejillas lucían un tanto rosadas por el clima, la vista de las dos se encontraba viendo directamente a las luces doradas dentro del restaurante, a sólo un paso de entrar.

— Tienes frío, ¿No? - preguntó dando un toque con su dedo índice sobre la nariz de su acompañante. — Dentro del restaurante es acogedor. – sonrió con gentileza.

— Un poco, pero me gusta este clima. – exclamó mirando toda la nieve a su alrededor, las luces navideñas por la ciudad lucían espectaculares, a pesar de ya haber pasado bastante de navidad, aún se podía sentir el espíritu navideño en la ciudad. — ¿Entramos? – preguntó dirigiendo su vista nuevamente a Roxanne, la cual asintió con un movimiento de cabeza.

Ambas finalmente entraron al restaurante, Roxanne se dirigió a la recepción, en donde le indicó a la hostess que tenía reservación para dos personas, la mujer encargada de esa cuestión las guío hasta su respectiva mesa. Durante aquel pequeño recorrido, la madre de _______ miraba cada minima decoración del lugar, los arreglos florales, las mesas, las luces en tonos dorados, el paisaje por detrás de los ventanales, los demás clientes, todo lucía como un escenario de película, como un banquete real.

Su mirada paró en una mesa bastante preciosa, a los costados estaban unos floreros inmensos con flores blancas, las cuáles hacían juego con la nieve que podía visualizarse a través de los gigantescos ventanales.

Ambas tomaron asiento y comenzaron a leer los menús, el ambiente no era para nada tenso, incluso la música del lugar era bastante tranquila, únicamente existía un silencio un poco incómodo entre ellas dos, de vez en cuando se intercambiaban sonrisas algo nerviosas.

— ¿Qué pedirás? – preguntó Roxanne, inclinando un poco su torso hacia adelante para acercarse a su compañía, echando un vistazo a la cartilla de la contraria. — Te recomiendo probar esto. – con su dedo índice señaló una imagen en donde se veía claramente el platillo. — Pimiento frito con acelgas, yo pediré Mantequilla de girasol con panecillos, ¿Te parece?

Con sus ojos examinó las imágenes de los platillos que acaba de nombrar Roxanne, sin duda se veían bastante estéticos, dignos de un restaurante como ese, a pesar de jamás haber escuchado nombres como esos, era hora de experimentar nuevos sabores, no podía desperdiciar estar en un lugar tan caro como ese y pedir lo que se viera más "sencillo".

— Pidámoslo. – cerró la carta y la depositó sobre la mesa, Roxanne volvió a acomodarse correctamente en su lugar, sonrió, con su mano llamó al personal, el cuál enseguida anotó sus respectivas órdenes.

— Y... ¿Qué te parece el lugar? – sonrió, meneando su copa de vino, la cuál ya se encontraba en la mesa en cuanto llegaron.

La madre de ______ suspiró con una sonrisa dibujada en su rostro mientras veía el resto del lugar, para después fijar su vista en Roxanne, la cuál la observaba con los ojos iluminados.

— Es el mejor lugar al que he venido, es precioso, sin duda es precioso. – respondió tomando un poco de su vino. — ¡Este vino es delicioso! ¡Jamás probé algo similar!

— Pues claro, es Henri Jayer Richebourg Grand Gru, mi vino favorito, en mi opinión el mejor del mundo. – sorbió.

— ¿Qué-Qué trabalenguas acabas de decir?

Roxanne se echó a reír a carcajadas, la contraria reía avergonzada rascando su mejilla.

— ¡No te rías! No sé de vinos...

— Lo lamento. – dijo limpiando una lágrima que salía por la risa. — Mala mía, soy fan de los vinos, Aidan dice que soy una alcohólica, yo solo respondo que soy expresionista de vinos.

La madre de _______ rió. Los platillos finalmente llegaron a la mesa, el aroma era exquisito, la presentación era de otro nivel, incluso los cubiertos parecían sacados de la realeza.

Roxanne esperó a que la contraria diera el primer bocado, estaba atenta ante la reacción de su acompañante.

— ¡¿Esto es el paraíso?! – gritó con la boca llena de comida, inmediatamente cubrió su boca con ambas manos, avergonzada por hablar con la boca llena, esperó hasta que se pasara el bocado para continuar hablando, bebió un poco más de su vino. — Es lo mejor que he probado. – sonrió con sus mejillas algo ruborizadas.

— Me alegra bastante escuchar eso. ¿Quieres probar de lo mío? – preguntó alzando una cucharada de su platillo.

Se sonrojó. Asintió con un movimiento de cabeza.

Roxanne se acercó, llevando la cucharada a la boca de la contraria, riendo un poco en voz baja por lo infantil que se veía, aquellas mejillas rosadas la hacían lucir bastante tierna.

Ambas siguieron degustando de sus platillos, risas, sonrisas nerviosas, constantes miradas, coqueteos, todo era perfecto, ambas querían permanecer ahí, por siempre.

Al finalizar la cena, salieron tomadas de la mano, dejando un rastro de pisadas sobre la nieve en el suelo.

Caminaron, sus dedos se encontraban entrelazados con delicadeza, algunas caricias sobre la tela de los guantes, mirando el cielo, la nieve había parado, las estrellas brillaban como nunca.

— ¿Qué te pareció la cena?

— Perfecta, no podría usar otra palabra para describirla. – sonrió, mirándola directamente a los ojos. — Jamás tuve una noche como ésta, y estoy segura de que no tendré otra igual, esto es irreemplazable.

Roxanne alzó su mano y acarició con su dedo pulgar la mejilla de la mujer, mirando esos ojos brillantes como si fuesen los únicos que había visto en su vida, como si toda su vida hubiese estado en un sueño profundo, pero finalmente despertara, y lo primero que viera fuesen aquellos hermosos ojos.

— Créeme que, volverás a tener noches como ésta, conmigo.

— Espero entusiasmada esas noches.

Roxanne siguió acariciando con dulzura la mejilla sonrojada, sentía el deseo por dejar salir las lágrimas, se sentía segura en aquel lugar, como nunca antes.

Lo hizo, la besó.

Se dejó llevar por su alma, que para su suerte, fue correspondida, sintiendo aquel cálido beso, sintiendo que ahí era donde pertenecía.

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