𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐦𝐚𝐬

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Aᴍᴏʀ ᴅᴇ ᴀʟᴍᴀs

Una oportunidad más para ser libres, así se sentía aquella brisa de aire, como una dulce caricia del universo.

El chico de ojos verdes salió del vehículo, extendió una de sus manos para ayudar a su amada a salir del automóvil.

— ¿Qué es este lugar? – preguntó ______ apenas saliendo del auto, apresurándose para sacar ambas maletas de la cajuela, Aidan veía en su celular una fotografía.

— Roxanne tenía familia viviendo en Inglaterra, ahora viven en Nueva York. – dijo, haciendo una pausa para guardar su celular en el bolsillo trasero del pantalón.— Al parecer tenían una pequeña cabaña, le di la dirección al taxista y acá estamos.

— Roxanne nos ha apoyado bastante, es una mujer increíble.

De pronto, sus ojos comenzaron a humedecerse un poco.

— Lo siento, es sólo que, me hubiera gustado que mi madre hubiese seguido a su lado, a mí lado.

La línea del labio de Aidan se volvió completamente recta, sentía bastante pena todavía por lo que había ocurrido. Acarició el brazo de la chica, en símbolo de apoyo.

— Seguramente tu madre piensa que ambas son fuertes.

La chica limpió sus lágrimas y volteó su mirada al chico de ojos verdes, los cuales la miraban con amor.

— ¿Eso crees? – preguntó con una risa algo nerviosa, retirando sus lágrimas y tomando un largo suspiro.

— Eso creo. – pronunció con firmeza, para después de pagar al taxi, tomar la mano de su amada. — ¿Vamos? – preguntó, mirando hacia un gran campo que los rodeaba por completo, a lo lejos podía visualizarse la cabaña.

— Vamos. – respondió con un tono delicado pero ciertamente entusiasta, en aquellas palabras podía notarse la pizca de alivio, por fin se encontraban en Inglaterra, la tierra en donde todo había comenzado.

Ambos caminaron tomados de la mano en dirección a la cabaña.

Madera de roble, por fuera lucía bastante rústica y un tanto vieja, lo cual, le daba aquel cierto toque hogareño, cálido.

La chica se detuvo un segundo para admirar aquella gran extensión de flora, el viento movía su cabello, cada ráfaga de viento la sentía como un abrazo, por un instante, creyó que el tiempo se había detenido, sólo ellos dos, los segundos se habían detenido, nada importaba, los problemas se desvanecían, no existía el pasado ni el futuro, sólo el ahora.

— Por éstas pequeñas cosas, es que vale la pena seguir viviendo. – pronunció Aidan, acercándose un poco más a _____, colocando su mano alrededor de su cintura, mirando al frente, sólo al frente.

— Es lindo saber que vivo en el mismo mundo que tú.

— Esto es hermoso. – dijo, para después dejar de ver al frente, esta vez la miraba a ella. — Pero si por alguna razón tengo que cerrar mis ojos para siempre, quiero que seas la última cosa que vea.

Ella pronunció su nombre, ciertamente molesta con lo que había dicho.

— Tranquila, no me refiero a un futuro cercano, es algo que he pensado en mis vidas pasadas, y un pensamiento que a día de hoy sigo manteniendo.

Ella lo miró sin expresión alguna, solamente llevo su mano a la mejilla del chico, Aidan la miró a los ojos, a esos bellos ojos.

— En un futuro lejano, ¿Cierto?

Aidan asintió con la cabeza, sonriendo genuinamente.

— Ven. – tomó con delicadeza la mano de la chica, comenzando a caminar nuevamente en dirección a la cabaña. — Vivamos nuestro propio mundo.

Finalmente habían llegado, encendieron las luces dentro de la cabaña, tenían un color un tanto dorado, a pesar de lucir vieja, todo de mantenía en orden.

_______ examinaba la cabaña aún tomada de la mano de Aidan, caminando ciegamente por el lugar, viendo algunas fotografías en marcos pequeños por la cabaña, de personas desconocidas, unas cuantas otras de Roxanne cuando era pequeña.

Ambos salieron al patio trasero.

— ¡Una fogata! – exclamó Aidan con ilusión, como si a un niño pequeño le regalaran un juguete nuevo. — La encenderé, está por oscurecer y hará frío, podemos estar aquí conversando, mientras vemos las estrellas.

— Me parece un buen plan. – respondió ella, sonriendo de oreja a oreja, su corazón se sentía cálido, Aidan era aquel único pilar que le quedaba en su vida, aquella gran esperanza, aquella fuente de felicidad.

Después de un largo intento por encender la fogata, finalmente lo lograron, se sentaron alrededor de ella, en unos grandes troncos que habían en el suelo, el fuego de la fogata iluminaba a la perfección los rostros de ambos, las estrellas en el cielo habían hecho su aparición, sólo ellos dos y la luna.

— En este momento, aparte de nosotros, la luna es el único testigo del inmenso amor que existe entre nosotros. – agachó su cabeza, sonriendo para si mismo. — Amor, una palabra bastante fuerte para algunas personas, pero incluso así, a mi me sigue pareciendo que se queda bastante corta comparada con lo que siento por ti.

— Quizás una gran conexión, una que va más allá de nuestros cuerpos. – respondió ella, llevando su cabello por detrás de su oreja,

Aidan levantó el rostro en su dirección, con una sonrisa bastante sutil, pero preciosa.

Ella sonrió, apoyó sus brazos por encima de sus rodillas, sobre sus manos recargó sus mejillas, miraba con atención al chico, la luz de la fogata iluminaba a la perfección sus hermosas facciones.

Era el indicado, lo sabía desde hace bastante tiempo, lo fue en el pasado, lo era en el presente y lo sería en el futuro.

Nadie más, nadie se comparaba con Aidan Gallagher, nadie llenaría su corazón de aquella forma, para ella, nunca existiría una alma similar.

Ella pronunció su nombre con dulzura, Aidan la miró en espera de que sus labios pronunciaran algo, el silencio permaneció durante unos cuantos segundos, hasta que finalmente habló.

— Quizás la palabra "amar" no le haga justicia a lo que existe entre nosotros dos, pero de igual forma, es algo que al pronunciar, desde siempre le ha dado serenidad a mi alma, al recordárselo a la tuya.

Aidan sonrío, soltando un ligero suspiro, lleno de amor. Asintió ligeramente con la cabeza, cerrando los ojos mientras mantenía aquella sonrisa.

— Entonces, dilo.

— Te amo, y lo haré durante toda la eternidad.

Aún sin abrir los ojos, Aidan se acercó a ella, y cerca de sus labios, habló.

— Supongo que sabes que de mi parte es igual. ¿No?

Ella sonrió, tomó la mejilla del chico.

— Es algo que desde luego sé. Aún así, ¿Podrías decirlo?

— Te amo, mi alma lo hace, lo ha hecho y lo hará.

Finalmente, la besó, el calor del fuego abrazaba sus pieles, el frío de la noche congelaba el tiempo, la conexión entre aquellas dos almas se incrementaba a medida que pasaban los segundos, las vidas.

— Mañana será el gran día. - dijo, separándose lentamente del rostro de la chica, con un brillo notable en sus ojos.

Ella asintió.

— Finalmente. ninguna maldición se interpondrá en nuestro camino. – dijo mirando a las estrellas.

Dos corazones llenos de esperanza se encontraban bajo la misma luna.

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