𝐔𝐧𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐚𝐥𝐦𝐚𝐬

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Uɴɪᴏ́ɴ ᴅᴇ ᴀʟᴍᴀs

El viento se llevaba consigo algunos de los pétalos que caían después de hacer un alto y lento recorrido, cayendo hasta el suelo y posteriormente deslizándose por el como si estuviesen en busca de algo, o de alguien.

El chico de ojos verdes se inclinó un poco hasta recoger aquel pequeño pétalo rosado, lo miró con detalle, y volvió a soltarlo, admirando como el viento se lo llevaba consigo.

Miró con atención, sus manos temblaban, al igual que sus piernas. Un tacto lleno de calidez tocó su hombro, alzó la mirada y giró un poco su torso, era su madre, junto a ella se encontraba Roxanne, mirándolo con una sonrisa entusiasmada.

- Ven aquí. - llamó su madre, quién al acercarse un poco más al joven, acomodó la corbata del chico, y con ambas manos estilizó un tanto su cabello.

Entre lágrimas que se asomaban, la mayor visualizó al joven con una sonrisa llena de pureza, su hijo estaba por casarse con el amor de su vida, nada la hacía más feliz que ver a su amado hijo siendo feliz, siendo libre.

- Hey, Hey, quita esa cara. - dijo Roxanne entre risas, chasqueando ambos dedos, viendo al chico totalmente nervioso, lo cuál le daba gracia, a pesar de ya ser un joven adulto, ella lo seguía viendo como el pequeño niño que la llamaba "Tía" a pesar de no tener ningún lazo sanguíneo, más que su amistad con la madre del chico.

Aidan dió pequeñas bofetadas a sí mismo en ambas mejillas, aún le costaba creer que hace unos meses se había comprometido con el amor de su vida, y que el día de hoy finalmente estuviese a punto de contraer matrimonio con ella, ante los de Dios, ante los ojos del universo.

- Mamá, tía Roxanne. - pronunció con un semblante lleno de seriedad, en dónde detrás de aquellas facciones nerviosas, se podía admirar en sus pupilas la emoción. - Por favor díganme que esto no es sueño, aún no puedo asimilarlo por completo, el pensar que la vida me dió una segunda oportunidad más de ser feliz a su lado, por el resto de mi eternidad, sin maldiciones ni ataduras.

Ambas adultas sonrieron a la par, mirándolo con dulzura. "No es un sueño, Aidan" respondieron.

. . .

Nuevamente completamente sólo, el chico de ojos verdes decidió alejarse un poco de la muchedumbre que llegaba a la iglesia, necesitaba un momento a solas, uno donde sólo estuviesen él y el universo.

Mientras caminaba por los alrededores de la parroquia, observaba sobre su ser los colores rosados que ofrecía el bello atardecer, la leve brisa de otoño, la tenue esencia suave y fresca que los girasoles decorativos emitían.

El tono rosado de sus mejillas no desaparecía, se encontraba sumamente extasiado y a decir verdad, aunque sintiese su corazón vivamente nervioso, la paz que irradiaba su alma era una vibra completamente distinta a la que antes había desprendido, algo dentro de lo más profundo de su ser, le decía que había nacido para este momento.

Amar y ya, solamente eso, Aidan Gallagher creía que esa era la razón por la cuál existíamos, para amar, amar la música, amar el arte, los paisajes, los sonidos, las personas, amar a la vida, a su vida.

El fuerte tañido de las campanas siendo golpeadas entre sí a unos cuantos metros del chico lo hizo salir por completo de sus pensamientos. Respiró hondo, miró una última vez al cielo, cerró sus ojos con fuerza y encomendó su alma y su ser al universo, finalmente se sentía protegido, recompensado y agradecido.

Aidan Gallagher se merecía de una segunda oportunidad, y el universo finalmente se la está a concediendo.

Al entrar a la iglesia, todos los invitados le aplaudieron al chico, el cuál sonrió un tanto apenado, al llegar finalmente al altar, se persignó con los ojos cerrados y suspiró con tranquilidad.

Unos cuantos minutos después, entró _______, tomada del brazo de Roxanne, la cuál ahora consideraba su madre.

Entre lágrimas y mirándola de reojo, la mujer mayor exclamó. - Estoy segura de que en alguna parte del cielo, tu madre te está viendo, puedo sentirlo, seguramente cree que te ves tan preciosa como siempre, y claro, eres su pequeña niña, seguramente está demasiado orgullosa de ti, siempre lo ha estado, eso lo sé cielo, nunca lo olvides.

La chica, comenzó a lagrimear un poco, alzó la mirada en un intento por no derramar aquellas lágrimas que se asomaban en su mirar.

Ahí fue cuando cruzó mirada con él, totalmente perdido en su belleza, jamás creyó cumplir aquel sueño de verla en un vestido blanco frente al altar, creía que quizás era un sueño un tanto absurdo, uno del cuál no era merecedor, uno del cuál múltiples veces el destino le gritaba en mayúsculas que no sucedería, uno del cuál justo en aquel instante estaba cumpliendo.

Mientras más se acercaba la joven al altar, las lágrimas del chico traicionaban completamente a su subconsciente, o quizás haciéndole completo caso al deseo de su alma, sentir, expresar, amar.

Al finalmente llegar al altar y posicionarse del lado derecho del chico, alzó un tanto sus manos para limpiar con ambos pulgares las lágrimas que no paraban de salir de aquellos bellos ojos verdes, el brillo que emitían era completamente diferente al que antes había visto en ellos.

- Te ves tan hermosa como el primer día en que te conocí, tu belleza es única y enteramente hecha para perderme en ella, pero puedo serte totalmente sincero, el día de hoy me siento totalmente extasiado con ella, tu belleza nunca deja de sorprenderme, jamás dejará de hacerlo.

Aquellas palabras fueron suficientes para hacer lagrimear los encantadores ojos de la chica, los cuáles lo miraban con suma pureza, su corazón se sentía en la misma sintonía que el del chico, en un mismo mundo, uno completamente suyos, sólo de ellos dos.

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El capítulo iba a quedar excesivamente largo, así que decidí dividirlo en más partes, pero el final se acerca.

Los amo. <3

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