𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐞𝐭𝐞𝐫𝐧𝐨

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Aᴍᴏʀ ᴇᴛᴇʀɴᴏ

Vida humana, quizás existía alguna razón en específico por la cuál fuimos traídos a este mundo, daba igual, todos compartíamos una sola similitud, el desenlace de aquel trayecto de vida, la muerte.

"Vida sólo hay una" solían decir las lenguas a lo largo de los años, sin embargo, aquellas dos almas viejas se dieron cuenta de que no era así, incluso a pesar de ser maldecidos, incluso a pesar de esa excepción, quizás no existía una sola vida como solían decir.

Dentro de aquel inmenso e infinito universo, coexistían miles de millones de almas existiendo dentro de cuerpos físicos, pero a pesar de tener un único mismo destino final, la única gran diferencia abismal se trataba de lo que vivían durante aquel trayecto de vida, lo que fuesen aprendiendo, explorando, haciendo o simplemente viviendo.

Almas sabias, existían millones de ellas, pero incluso la más sabia sabía que aún existiendo la posibilidad de reencarnar, o simplemente trasladándose de un cuerpo a otro, aún con la pequeña posibilidad de volver a nacer se tenía que vivir dicha vida como si fuese la última.

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𝐂𝐮𝐚𝐭𝐫𝐨 𝐚𝐧̃𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞́𝐬

Martes 1 de octubre, 1:35 a.m.

Ambos caminaban tomados de la mano, la leve brisa del viento movía con tranquilidad los delicados pétalos de girasol, la luna por encima de ellos era la única fuente de luz con la que contaban, pero incluso con dicha oscuridad, era posible visualizarse aquellos pares mejillas sonrojándose al leve rose de palmas, el brillo en sus ojos, las estrellas en el cielo.

Aidan se detuvo, acarició con ternura el largo tallo de uno de los girasoles del campo, tan sólo para unos segundos después mirarla a ella, con una mirada llena de paz, de tranquilidad.

— Este es un lugar especial para mí. Mira hacia arriba, ¿Qué ves?

Casi enseguida, la chica devolvió su mirada al inmenso cielo sobre ambos jóvenes, tardándose en dar respuesta alguna por el simple hecho de quedarse totalmente perdida en la extensión de estrellas sobre ella.

— Cientos de estrellas. – respondió sin bajar la mirada, hablando en un tono bajo, bastante tranquilo, como si sólo quisiese que la escuchase él, nadie más, a pesar de estar completamente solos.

— ¿Logras ver el final de su trayectoria?

— Realmente no. – sin bajar la mirada, trató de examinar cada una de las estrellas, tratando de contarlas, cosa que sabía sería completamente imposible.

— Mi amor por ti es exactamente igual que la existencia de las estrellas, no existe un límite, ni de amor, ni de tiempo. – dijo tomando la mano de la chica, haciendo que ésta bajase la mirada en dirección a él, sonriendo con tranquilidad. — Déjame amarte por el resto de tu eternidad, formar parte de tu vida cual extensión de estrellas en el cielo, déjame ser esa estrella que brille con más intensidad en tu oscuro cielo, déjame ser tuyo, eternamente.

Los labios de _______ titubearon un poco, antes de que si quiera pudiese pronunciar una sola palabra como respuesta, Aidan volvió a retomar la palabra.

— Sé lo que dirás, te conozco. "Ya lo eres", o algo por el estilo. – rió, rascando un poco la punta de su nariz. — Sé más que nadie que desde hace tiempo nos pertenecemos mutuamente, desde siempre y para siempre, pero, ante el mundo, ante el universo, ante Dios, quiero que nuestro amor sea tan infinito como el universo, como nuestras almas.

Lentamente, el chico de ojos verdes comenzó a doblar sus piernas, hasta quedar totalmente de rodillas en el suelo.

Desde hace bastante tiempo tenía el mismo cuestionamiento. ¿Cómo se lo pediría y en dónde? Después de darle tantas vueltas al asunto, finalmente encontró una respuesta, el campo de girasoles, lugar donde en su primera vida la conoció, lugar que había significado tanto para ambos en esta y en todas las vidas, lugar donde ambos se sentían el centro del mundo, donde sólo se sentían ellos dos.

Al verlo en dicha posición, las lágrimas de la chica comenzaron a inundar por completo sus ojos, hasta dejar caer sus gotas a la tierra.

Lentamente, Aidan llevó su mano al bolsillo de su saco negro, en donde sacó una pequeña cajita de terciopelo rojo, la cuál mostró a la chica, abriéndola y mostrándole el anillo más precioso que sus ojos habían visto en toda su vida.

— ¿Me darías el hermoso honor de llamarte "Esposa mía"?

Entre lágrimas, ______ asintió varias veces con un movimiento de cabeza, para después hablar, con la voz un tanto quebrantada, pero llena de entusiasmo.

— Sí, prometido mío, me llamarás así, te daré el honor de hacerlo, y me darás el hermoso honor de llamar esposo al amor de mi vida, al amor de mi alma.

Aidan colocó con la mano algo temblorosa el anillo de compromiso en el dedo anular de la chica. En cuanto se puso de pie, _______ se abalanzó al ojiverde en el abrazo más efusivo que había dado antes, llorando a mares abrazando con fuerza aquel cuerpo delgado, mientras él acariciaba la espalda de la chica.

— Ayer, hoy, mañana y siempre me has hecho el hombre más feliz del mundo, espero seguir siéndolo, a tu lado.

— Lo serás, Gallagher, hoy, mañana, y siempre.

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Probablemente ya nada más me falte uno o dos capítulos más para finalizar esta historia, gracias por seguir leyendo. <3

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