𝐄𝐧 𝐛𝐮𝐬𝐜𝐚 𝐝𝐞 𝐧𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐪𝐮𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Eɴ ʙᴜsᴄᴀ ᴅᴇ ɴᴜᴇsᴛʀᴀ ᴛʀᴀɴqᴜɪʟɪᴅᴀᴅ

El ligero sonido que emitían las teclas del piano al ser presionadas con delicadeza era lo único que se escuchaba en dicha habitación, el eco que producían las paredes sonaba tan profundo.

Una mirada perdida pero llena de esperanza, los bellos ojos verdes de Aidan desprendían cierto resplandor.

— Roxanne. – exclamó alargando un poco las letras, le costaba un poco hablar de amor con ella, claro, después de aquel suceso.

Una mirada tranquila y llena de dulzura volteó en dirección al chico. Solamente unos ojos observadores podrían notar lo apagada que lucía aquella mirada.

— ¿Si? – respondió, sin detener la melodía del piano. Ahí era donde encontraba al amor de su vida, en aquella bella melodía.

— Volví a con ______. – continuó después de un largo e incómodo silencio. — Ambos sabemos que nos necesitamos el uno al otro. – habló casi intentando susurrar cada una de sus palabras, su mirada se encontraba pegada al suelo, mientras sus delgadas manos jugueteaban entre sí.

Roxanne sonrió genuinamente.

Dejó de tocar el piano para llevar su mano izquierda a la mejilla del chico, el cuál la miró con confusión, ella no solía demostrar su amor por él con el contacto físico, pero de igual forma, se sentía cálido.

Roxanne adoraba al hijo único de su mejor amiga, podía verlo incluso como si fuese el suyo, sentía una gran conexión con aquel chico.

— Haz crecido mucho Aidan, aún recuerdo cuando eras pequeño, aunque desde siempre haz sido un niño muy maduro comparado que los de tu edad, para mí eres mi pequeño Gallagher.

— ¿A qué viene eso? – preguntó mirando la mano de la mayor sobre su mejilla. — Bueno, pues sí, supongo.

Roxanne retiró su mano de la mejilla del chico, sólo para después darle un pequeño golpe en la frente.

— Que te conozco desde pequeño, me hace feliz verte amar.

— Muchas gracias. – por un instante, sintió pena, no sabía que hacer o decir por ella, había perdido a su alma gemela, sabía que era algo duro. —Yo lo sien-

— ¡Sh! – colocó su dedo índice en la boca del ojiverde. — Si tú eres feliz, yo también lo soy. ¿Tienes una maldición por romper no? Me habías comentado antes sobre eso.

— Pues sí, pero es casi imposible, para romper la maldición debemos ir a donde inició todo, Inglaterra. ¿Sabes dónde queda eso? Es muy lejos de aquí.

La mujer mayor sacó una tarjeta de crédito de su bolsa, mostrándosela al chico.

— Eso no resulta ningún problema para nosotros.

— Guarda eso, no quiero hacerte gastar dinero. – dijo tomando las manos de Roxanne, intentando devolver aquella tarjeta de dónde la sacó.

— Gallagher, o seré yo, o será tu madre. Créeme que ambas estamos dispuestas a darte lo que necesites con tal de que seas feliz, ¿No quieres eliminar esa maldita maldición de una vez por todas? No te hagas el rudo, es por tu bien y por el de tu amada.

Aidan agachó la cabeza, sus labios pronunciaron un ligero "Gracias" el cuál no emitió sonido alguno, pero su rostro lo decía todo, estaba agradecido, totalmente agradecido.

...

Aquel memorable lugar, Central Park, un punto de encuentro bastante tranquilo en donde ambos decidían pasar el tiempo a solas.

Un astro se ocultaba por el horizonte, aquella hermosa tonalidad del ocaso se veía reflejada en el agua cristalina del lago. A lo lejos podían escucharse a las personas charlar indefinidamente, acompañado de aquel sonido que emitían las luciérnagas, las cuáles mientras más oscurecía, aparecían, iluminando un poco la zona.

Tenues roces de manos podían emitir tranquilidad en sus corazones, el aire fresco acariciando sus mejillas sonrojadas, el reflejo del extenso cielo sobre el lago, nada era más tranquilo que eso, que ellos dos amándose.

— ¿Sabes por qué te pedí venir aquí? – preguntó Aidan rompiendo el silencio, dejando de mirar el lago para verla a ella, quién veía el atardecer, el brillo en sus ojos era algo que jamás cambiaría.

— ¿Por qué? – respondió inmediatamente, algo curiosa.

— Si bien recuerdas, cuando tuvimos de vuelta todos nuestros recuerdos de vidas pasadas, Central Park fue nuestra primera cita en nuestra vida pasada, la anterior a esta.

— Lo recuerdo.

— Nos iremos muy pronto de Nueva York, iremos a Inglaterra. Te traje aquí porque quizás duremos un tiempo fuera del país. – se recostó completamente sobre el césped, mirando así las estrellas que comenzaban a asomarse. — Sé que no es algo definitivo, pero quería despedirme de uno de los lugares simbólicos para mí, no regresaremos aquí por un buen tiempo.

_________ dejó de mirar el cielo para verlo a él, lucía tranquilo, ella sonrió, en ese semblante lleno de tranquilidad, encontraba paz.

— ¿Es por eso que ayer paseamos por el campo de girasoles?

— Bingo. – respondió, dando un pequeño toque en la nariz de la chica.

— ¿Entonces iremos a Inglaterra? ¿Por fin?

— Por fin.

Un suspiró lleno de alivio fue expulsado por parte de la chica, pensar que por fin podrían librarse de aquella maldición y estar juntos no sólo en alma, si no también en vida la hacía bastante feliz.

— ¿Ha sido difícil no? Todo lo que hemos tenido que atravesar para llegar hasta este punto.

— Lo ha sido. – respondió Aidan, sonriendo un poco, él más que nadie sabía lo duro que había sido para ambos. — Ha valido la pena, ¿No crees?

Ella asintió con una sonrisa sutil, poniéndose de pie, mirando su reflejo en el lago.

— Jamás cambiaría el tiempo que viví a tu lado.

Aidan se puso de pie, rodeándola con sus brazos por detrás, depositando un poco su rostro sobre la de ella, besando su coronilla con dulzura.

— Verás que todo el tiempo de lucha se habrá terminado, finalmente estaremos en paz, los dos, para siempre, en cuerpo y alma.

________ se giró en dirección al chico y depositó un tierno beso en sus labios, sonriendo genuinamente.

— Gracias por seguir aquí, luchando hasta el final.

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Disculpen la inactividad, no me encontraba bien, pero ahora ya terminaré la historia. Recuerden que la historia termina hasta que haya un "Fin", este no es el capítulo final.

Muchas gracias por seguir aquí leyendo, los amo, y una disculpa. <3

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