𝐓𝐞 𝐞𝐧𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐞́

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Tᴇ ᴇɴᴄᴏɴᴛʀᴇ́

Todas las luces de la vivienda se encontraban apagadas, a excepción de una sola, el cuarto de su madre.

Ahí se encontraba la chica, guardando con delicadeza en una gran caja de cartón todo aquello que se llevaría consigo. Aidan hace ya algunos días le había propuesto mudarse con él y su familia, sabía que a su amada no le haría bien seguir viviendo sola, con la ausencia de su madre.

Con la yema de sus dedos acariciaba con ternura las fotografías que estaban sobre los muebles de madera de dicha habitación. Ella sonrío, vivió una buena vida junto a su madre, no pudo haber pedido más, a excepción de una sola cosa, tenerla todavía consigo, con vida.

Sus ojos amenazaron con dejar salir las primeras lágrimas, cerró los ojos con fuerza, sentía como ardían por dentro, en una desesperación por dejar salir las primeras gotas. Colocó ambas manos sobre sus ojos haciendo un poco de presión, no quería llorar, no quería permitir que su madre viese desde cualquier lugar en el que se encontrase que estaba sufriendo.

Soltó un largo suspiro antes de apagar la luz, dió una última mirada por el ventanal de la habitación, lo deslizó un poco para poder salir al balcón y admirar la luz de la luna y las estrellas.

— Adiós, dulce hogar. – dijo mirando al cielo, para después volver a entrar a la habitación, tocando las paredes de la casa mientras caminaba con lentitud, como si le costase soltar aquella casa, despedirse.

Un lugar lleno de recuerdos, en su mayoría buenos.

Mientras cerraba la casa con llave, el sonido de un timbre de bicicleta detrás de ella le hizo llamar un poco de su atención, para después reconocer enseguida aquella dulce voz, sin tener que voltear todavía.

— ¿Lista? – preguntó Aidan, quién se había detenido delante de la casa, bajando un pie para mantenerse en equilibrio.

Ella asintió con la cabeza, sin hacer uso de su voz. Se dirigió a donde el chico y se sentó en el asiento trasero de la bicicleta, apoyándose un poco sobre su novio.

— Pude haber tomado un taxi, o ir a pie.

Él negó rotundamente con la cabeza, manteniendo todavía una sonrisa en su rostro, comenzando a pedalear.

— Nueva York de noche es peligroso para una mujer, jamás te dejaría ir sola, no a menos yo pudiendo acompañarte.

Para el estado de ánimo que tenía _______ el día de hoy, cualquier palabra de Aidan se sentía como si una herida suya sanase.

Durante todo el recorrido, ninguno de los dos emitió ni una sola palabra, sólo admiraban de la luz de la ciudad por debajo de aquel cielo estrellado, mientras escuchaban el sonido de la gente a su alrededor.

Cuando finalmente llegaron, después de bajar de la bicicleta y colocarla justo en el jardín delantero de su casa, Aidan se detuvo a mirar a su chica, justo a los ojos, la cuál la ruborizó un poco, aquella mirada lograba entrar con una sola vista a lo más profundo de su alma.

— ¿Qué tengo en el rostro? – preguntó ella, pensando que quizás sus ojos lucían un poco demacrados por las ganas que tenía de llorar.

Su sonrisa se había convertido desde hace ya siglos en la más preciosa sonrisa que sus ojos habían podido ver, era imposible controlar el colorete en sus mejillas, o evitar que sus pupilas se dilatasen.

— Tienes algo llamado "belleza" ¿Conoces esa palabra, o prefieres que te muestre un espejo para que entiendas el significado a la perfección?

Ella soltó una pequeña risa, dió un ligero golpe en el hombro del chico y sonrió, al igual que él.

— ¿Entramos?

Él asintió, girando la perilla de la puerta, para entrar justo después de _______.

...

_________ se encontraba dando los últimos retoques a la cuál sería su habitación, conocía a la perfección la casa del ojiverde, ya había ido innumerables veces a dicha mansión, pero aún así, le seguía sorprendiendo el gran tamaño que tenía, jamás llegó a imaginarse llegar a dormir en una habitación tan grande como aquella.

Sobre un gran buró de madera blanca estaba colocando todas aquellas fotos enmarcadas que traía consigo, hasta que se detuvo a observar la de su madre.

Antes de que si quiera pudiese salir una sola lágrima, el fuerte golpe de la puerta abriéndose la hizo sobresaltarse, haciendo que la fotografía fuese a dar en el suelo.

— ¡Lo siento linda, no quería asustarte! Quería preguntarte si querías algo para cenar. – preguntó bastante apenada Roxanne, acercándose con rapidez a la chica, que se había quedado en un estado de trance, para después ponerse de cuclillas a donde se había caído la foto.

— Muchas gracias Roxanne, pero no tengo hambre. – dijo sonriéndole a la mayor, al ver que comenzaba a recoger los vidrios, ella decidió retomar la palabra. — Déjalo así, fue mi culpa por despistada.

Roxanne observó la fotografía en el suelo, era la madre de _______, su supuesta alma gemela, la cuál había perdido hace bastante relativamente poco.

— Por algo pasan las cosas, ¿No crees que esta fotografía merecía un mejor marco? Ve a la mesa cariño, yo recogeré esto, en unos instantes estará tu cena, después repondré el marco, alguno tan precioso que creerás que fue bueno que este se rompiera. – sonrió con genuincidad.

— Roxanne.... – susurró alargando el nombre, queriendo no completar lo que tenía por decir, queriendo desaparecer en aquel preciso momento.

— ¿Si?

— ¿No crees que hubiese sido mejor si yo hubiera muerto en lugar de mamá?

En ese preciso instante, Roxanne paro de recoger los vidrios del suelo tan sólo para dirigir su seria y fría mirada a la chica, una mirada en la cuál podía observarse cierta pena detrás de aquel serio semblante.

— Cariño... – antes de que pudiese si quiera continuar, observó como la menor dejaba salir por fin sus primeras lágrimas, parecía que no quisiera hacerlo, pero era algo que no podía evitarlo, ya no más, ya no podía más.

La chica apretó con fuerza sus propias uñas en las palmas de sus manos, al igual que intentaba reprimir las lágrimas en sus ojos, todo aquello era en vano.

— Te quite a tu alma gemela. – dijo en un intento por hablar con claridad, detrás de cientos de sollozos.

— ¿Estás diciendo que tú la asesinaste? Cariño, así no pasaron las cosas. – se acercó con delicadeza a la chica, acariciando su espalda con suavidad.

— Por mi maldición. – respondió cabizbaja.

— Dijiste que somos almas gemelas ¿No? Me encargaré de volverla a encontrar, de hecho, ya lo hago, encuentro a tu madre en el cielo, en el mar, en la poesía, en la música, en mis letras. No te culpes, estoy segura de que tu mamá está feliz sabiendo que pudiste librarte de esa maldición y por fin puedes ser feliz con el amor de tu vida, aprovecha cariño, eres joven, no te estanques con esto, a mamá no le gustaría verte a sí.

________ limpió sus propias lágrimas y miró a la mayor con cierta paz en su mirada.

— Roxanne... ¿Puedo llamarte mamá?

La mujer se sorprendió por completo, aquella pregunta la tomó por sorpresa, pero debía admitir que fue el sentimiento más hermoso que había podido sentir, su corazón sentía cierta calidez al escuchar aquellas palabras.

— Sí cariño, puedes hacerlo.

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El final está muy cerca > < los amoo

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