𝐕𝐢𝐝𝐚𝐬 𝐚𝐩𝐚𝐫𝐭𝐞𝐬

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Vɪᴅᴀs ᴀᴘᴀʀᴛᴇs.

Los copos de nieve descendían lentamente, las hojas de los árboles se congelaban al apenas recibir la primer ráfaga de viento, en el suelo no se veía ni un rastro de césped, todo estaba perfectamente cubierto por una gran cantidad de blanca nieve.

Nadie alrededor, únicamente él, caminando con lentitud, con la cabeza cabizbaja, observando cada huella que dejaba al caminar.

Levanto un poco la vista, en aquellos ojos verdes podían reflejarse los copos caer sobre las lápidas.

Detuvo su paso, se escondió detrás de un árbol, ahí estaba ella, tan linda como siempre.

En sus ojos el alrededor podía verse como una película en cámara lenta, el cabello de su amada se movía lentamente con cada brisa de viento que llegaba a ella.

Enfocó su vista, al parecer estaba llorando.

Le dolía verla así, pero no podía acercarse a ella, sabía que no debía, no era el momento.

Agudizó el oído tratando de escuchar.

Con la yema de sus dedos ________ acariciaba el mármol de la lápida, las lágrimas caían sobre las rosas que había llevado, sollozaba en silencio mientras intentaba reprimir sus lágrimas.

— Estoy segura de que no te gustaría verme así, pero es inevitable, mamá. – alzó la cabeza, la leve esperanza de toparse con el rostro de su madre aún permanecía en el fondo de su corazón.

Aún la recordaba, aún recordaba esos momentos. Ella contándole sobre algún mal día, con la cabeza cabizbaja, para finalmente levantar el rostro y toparse con aquella sonrisa esperanzadora que siempre le decía que todo estaría bien, absolutamente todo.

Por primera vez en su vida no fue así, no vió ninguna sonrisa esperanzadora, no vió ningún camino lleno de luz, no vió escapatoria a la realidad. Simplemente vió aquella lápida fría, cubierta por la blanca nieve.

Presionó sus manos contra sus rodillas, las lágrimas rodaban por sus mejillas, el viento las secaba, pero no importaba, volvían a salir más en su lugar.

— Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde, en mi caso, no fue así. – hizo una breve pausa, recordando cada momento qué pasó a lado de ella desde que tenía memoria. — Estuviste siempre ahí y lo noté, estuviste más que nadie, me apoyaste más que nadie, me amaste más que nadie. – era imposible, jamás podría reprimir las lágrimas tratándose de ella, a pesar de saber que a su madre no le gustaría verla en ese estado, debía llorar, no podía reprimirlo más, le dolía y no podía negarlo, le dolía más que a nadie. — Cada mínima cosa que hiciste por mí, estoy agradecida por todo eso. Siempre traté de hacerte saber mi amor, pero el ahora estar aquí y no podértelo decir frente a frente, eso me destroza...

Los ojos verdes del chico se humedecían, a él también le dolía todo esto, le dolía escuchar a su querida alma gemela.

— Te amo, mamá.

...

Martes 11 de febrero

Habían pasado casi tres semanas desde aquella dolorosa despedida, Aidan y ______ no se habían vuelto a dirigir la palabra. Ninguno sabía absolutamente nada de lo que había sido de ellos.

Y sin embargo, todos los días, a todas horas, se tenían en mente, mutuamente.

Aidan se encontraba en un pequeño club de música que recientemente había abierto su madre. Había decidido tomar la oportunidad de cantar ahí, quizás como un hobby, o tal vez como algo un poco más serio.

Mientras recogía sus instrumentos, uno de sus amigos se acercó.

— Te noto decaído. – admitió, tomando el hombro del contrario.

Aidan giró levemente su rostro para voltear a verlo, posteriormente devolvió su completa atención a los instrumentos, los cuáles estaba guardando. — Ah, eso, sólo estoy cansado, eso es todo. – respondió sin ganas de seguir con la conversación.

El chico tardó unos cuantos segundos en volver a tomar la palabra, no sabía si debía hacerlo o no. — ¿Por qué no luchas por ella? – preguntó sin más, algo nervioso por creer haberse entrometido en temas que no le correspondían.

Aidan se quedó pensativo durante unos segundos, cerró su estuche y lo colocó junto a las demás guitarras del local.

— Lo estoy haciendo a mi manera. – musitó en voz baja, perfectamente audible para el contrario.

— No le has dirigido la palabra hace como 3 semanas, ¿Crees que eso es luchar?

Aidan detuvo sus manos, frunció el ceño levemente para sí mismo, dándole la espalda al chico, mientras aún recogía los instrumentos.

— No entiendes la situación, cierra la boca.

— Aidan... – arrastró las letras, estaba algo sorprendido, el joven de ojos verdes jamás le había respondido de esa manera.

Aidan dejó el resto de instrumentos en el suelo, se dió la vuelta, ésta vez dándole la cara a su amigo.

— ¿Crees que me olvidé de ella, que la deje ir? ¡Le estoy dando su tiempo, un espacio! Ella me lo pidió, y no quiero ser una molestia.

Su amigo se quedó callado, con una expresión de pena.

— Y si no decide volver conmigo... – continuó. — Entonces respetaré su decisión.

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Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora