𝐔𝐧 𝐚𝐝𝐢𝐨́𝐬

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﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏;;📍 Uɴ ᴀᴅɪᴏ́s

Nadie era eterno en ésta vida, no al menos en cuerpo, era algo que todos sabíamos desde un inicio, y eso era algo que en cierto punto de nuestras vidas, hubiéramos deseado que no fuera cierto.

Tras aquella llamada tan repentina, la joven dejó caer su teléfono celular al suelo, en donde se abrió paso entre la nieve hasta hundirse un poco sobre ella.

Su corazón se sentía cada vez más pequeño, llevó una de sus manos a su pecho, intentando recuperar la respiración, sentía que se quedaba sin oxígeno, sin fuerzas, sin ganas de seguir ahí, en ese mundo.

De pronto, su vista comenzó a nublarse, calló de rodillas al suelo, sus ojos estaban completamente abiertos, ni una sola lágrima, su cerebro aún no podía procesar lo que sus oídos acababan de escuchar. Aidan se acercó a ella algo preocupado, pues en su rostro podía verse lo rota que estaba, a pesar de no tener ni una sola expresión en ella.

Alzó la mirada, ahí estaba él.

Sin expresión alguna en el rostro, sus ojos comenzaron a dejar salir las primeras lágrimas, las cuáles siguieron el camino desde sus glándulas lagrimales, pasando por sus mejillas hasta caer en el suelo, en donde se mezclaban con la blanca nieve.

— No es verdad, dime que me mintieron. – expresó arrastrando las palabras, Aidan la miraba con pesadumbre. — ¿Qué demonios hice para merecer esto? – sollozó, agachando la mirada, dejando salir aún más de sus lágrimas, comenzando a perder la cordura.

— No hiciste nada, lamento mucho esto...

Aidan trató de acercarse, pero ella lo apartó con brusquedad, levantó su rostro, se encontraba cubierto por una gran cantidad de lágrimas, ambos ojos completamente rojos, cual gotas de sangre.

— Te odio Gallagher. – expresó en tono bajo, pero perfectamente audible para Aidan, quien la observó sorprendido, sin poder articular ni una sola palabra como respuesta, no entendía que la hizo decir aquella declaración.

— ¡Desearía no haber reencarnado! ¡Ésta maldita maldición ocurrió por vivir una nueva vida contigo! ¿Ya viste cómo terminó mi madre? ¡Por culpa de ésta estúpida historia de amor! – gritó con impotencia, totalmente dolida, con la voz quebrantada, con el corazón roto.

Aidan tomó ambas manos de la chica, se sentían completamente heladas.

— Lo lamento... te juré que estaría a tu lado siempre, pero no sabía que eso nos llevaría a la tragedia.

Ella no respondió por un largo lapso de tiempo, hasta que en un susurro inexpresivo dijo lo siguiente.

— Desearía haber muerto en nuestra primer vida, sin reencarnaciones.

Aidan sintió como si mil cuchillos ingresaran de forma salvaje dentro de una piel desnuda y frágil.

— ¿Qué...? ¿No fue nuestra promesa volvernos a encontrar?

— De esa forma, habríamos evitado todo.

— ¿Evitar...? – la miró con tristeza. — ¿Evitar qué? ¿Nuestro amor? ¿Evitarme a mí?

— Sí, ambos sabemos perfectamente que nuestra historia de amor no sólo nos perjudica a nosotros, sino también a los demás.

— ¿Este es el final entonces?

—Sabes, nunca debió haber un inicio.

Aquellas palabras fueron las últimas que terminaron por destrozar completamente al chico, sus ojos amenazaron con un par de lágrimas, las cuáles decidió contener, no podía llorar frente a ella, sabía que estaba pasando por un mal momento, pero aún así, dolía.

— Tienes razón. – dijo poniéndose de pie, sacudiendo la nieve de su pantalón. — Me conociste a mí, y a partir de ese momento, únicamente te he traído desgracias.

Ella volteó a mirarlo, se puso de pie de igual forma, sabía que había hecho mal en decirle eso.

— Aidan... basta... sabes que...

"Te amo", dos simples palabras, no pudo decirlo, ahora no podía hacerlo.

— No necesitas explicarme, te entiendo.

Las heridas en los corazones de ambos comenzaban a incrementarse con cada palabra, gesto y acción del contrario, dejando cicatrices del amor que alguna vez compartieron.

— Pudimos haberlo tenido todo.

Ella lo miró atónita, Aidan agachó la mirada tras dejar salir esas palabras de sus labios.

Ambos estaban dejando sus corazones sobre una mesa de cristal la cual comenzaba a agrietarse.

Las lágrimas de Aidan comenzaron a rodar, ella lo miró por unos segundos antes de limpiarlas con sus dedos pulgares, pasándolos por debajo de sus ojos, Aidan la miró, no hizo nada para apartar las caricias, de alguna forma su alma seguía necesitándola.

— Si esta es mi última noche contigo, déjame hacer esto. – susurró, acariciando su rostro.

Los ojos de ambos hablaban por sí mismos, ellos no querían esto, no querían que ésta fuera la forma en que recordaran su adiós, no necesitaban más recuerdos de un adiós.

Pero por primera vez en sus vidas, su mente les ganó a sus corazones.

_______ retiró sus pulgares de Aidan y lo miró a los ojos unos segundos antes de articular las siguientes palabras que diría.

— Esto es un adiós, Gallagher. Sabes que es lo mejor para ambos, ya nadie sufrirá más.

Aidan asintió.

— Te diría que te veo en otra vida, pero dudo que lo quieras de esa forma. Pero hay algo que sí puedo decirte, quieras o no.

— Dime.

— Mi alma está siempre contigo, siempre, a pesar de pasar de serlo todo a ser nada, siempre estaré para ti, pequeña.

...

Nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora