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Dedicaciones para -jeaaanne yourlovinisbible y its_lachama ❤️. Tienen adelanto del capítulo que viene. Si lo quieren solo pídanlo y eso está losti

Las dedicaciones del capítulo que viene (y los adelantos del siguiente) serán para los 3 que más comenten en este

A mover los teclados se ha dicho

Los amo mucho❤️

—Y la cara que puso cuando le explicaste lo de las hallacas —decía Luke, alzando las cejas y pelando sus iris azules mientras caminábamos entre risas por la arena.

—Ese debe haberse imaginado una vaina monstruosa ahí que en vez de comértela te come ella a ti —estuve de acuerdo, soltando una carcajada al recordar la cara del médico cuando le conté cómo preparar la comida venezolana más típica que existía después de las arepas. Sí, Colombia, arepa = venezolana.

Aún no eran ni las seis de la tarde y ya el sol tenía ganas de acostarse a dormir, dejando estelas lilas, magentas y rojas en su paso hacia el colchón amarillo que todavía podía divisarse sobre el mar, el cual jugaba con la mezcla de colores del cielo reflejados sobre él a través del suave vaivén de sus olas. Solo unas pocas llegaban a la orilla, a unos cuantos metros de nosotros, y salpicaban la arena dejando pequeñas manchas oscuras a su tacto, mientras que la mayoría se perdía en las a simple vista calmas profundidades del océano.

El paisaje era precioso; tanto, que si le tomabas una foto te salía una obra de arte que solo unos pocos hubieran creído había surgido de algo real. Sumado a otras sensaciones más allá de lo visual, como el olor a playa, salado y húmedo, o el delicado viento que me rozaba la piel desnuda dándome escalofríos sin librarme completamente del calor que poco a poco estaba dejando de hacer, hacían que me sintiera como si estuviera en una película.

Perdóname lo marica, pero no sabía cuándo más iba a volver a sentir una vaina así y lo estaba disfrutando. Nojoda.

Ahora sí, volviendo a la malandrería habitual, te actualizo comentándote que Lucrecio y yo estábamos devolviéndonos de la enfermería en dirección a las cabañas individuales, donde cada uno se prepararía para reencontrarnos más tarde con los demás, cenar todos juntos y ver qué se inventaban los pelilocos para hacer después.

Ah, es verdad: el carajo ya podía caminar. Medio choreto y lento para que no le doliera tanto, pero podía.

Como me habían empujado a hacer los falsos esos, había acompañado a Luke y al médico a la enfermería. Durante el trayecto y el tiempo que tardaron en ponerle una crema antiinflamatoria natural de la isla, nos pegamos a hablar con él como si lo conociéramos de toda la vida. Surgió el tema de la comida —hablando claro todos estábamos encantados con lo que habíamos comido tanto en el desayuno como en el almuerzo, especialmente con las mezclas y vainas raras que no habíamos probado antes, típicos de Fiji—, y en algún momento, ya no sé ni a raíz de qué, le hablé de platos típicos venezolanos. Me sentí como las triunfadoras de las que siempre habla George Harris, que van a conocer a la familia de su novio en Arkansas y los venezolanizan.

El punto es que el tipo había quedado todo watafoqueado por mis explicaciones, lo que, tratándose de alguien que nunca había oído hablar de eso, era normal. Luke ya algo sabía, dado que la época que había rodeado el final de nuestra antigua relación había sido Navidad, con lo cual, para entonces, habíamos hablado de ir a casa de mis papás a hacer hallacas algún día, cosa que, como sabes, no sucedió.

Reminiscencia | QPCL2Where stories live. Discover now