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Me provocó, lo siento

Las dedicaciones del cap que viene las haremos según la suma de los comentarios de este cap y el siguiente

—...y luego le agregas la sal —escuché cómo la hermana de Lucía explicaba al grupo a su alrededor cómo hacer su versión de un platillo venezolano cuyo nombre no había alcanzado a escuchar, mientras pasaba a su lado con las dos copas de vino restantes de las nueve que acababa de servir, una en cada mano.

Como yo de cocina no entendía nada y a los demás parecía hacerles bastante ilusión ensuciarse las manos y seguir las órdenes de Calum y Bárbara, que aparentemente eran los únicos con verdaderos conocimientos en la materia, yo había pasado de participar. Por lo tanto, no me había quedado de otra que aceptar mi rol de camarero y servirles aperitivos y algo de beber cuando me lo pidieron, para que se llenaran el estómago antes de cenar como era perfectamente lógico. Nótese mi sarcasmo.

Lucía podría haberme ayudado, pues ella tampoco estaba formando parte del equipo de cocina, pero desde que habíamos vuelto de las habitaciones tras la tarde de piscina, había estado enganchada a su teléfono, refrescando una y otra vez la misma página —que no había querido detallar con claridad las veces que había pasado junto a ella para no invadir su espacio personal, pues, al fin y al cabo, fuera lo que fuera, no era problema mío y dudaba que ella quisiera contármelo—, como esperando que algo nuevo apareciera. Parecía preocupada, así que no había querido molestarla y me había encargado yo solito del catering.

En ese momento se encontraba sentada con los pies descalzos sobre el sofá de la sala, mirando a la nada, imagino que pensando en lo que sea que hubiera dejado de observar en la pantalla de su celular, que había dejado boca abajo sobre el cojín a su lado.

Me acerqué para entregarle la copa que le había servido, como a todos los demás, dándome cuenta de que ni siquiera le había preguntado si quería. Aún así, una vez caminé la distancia que separaba la cocina de la sala y me hallé lo suficientemente cerca de Lucía, extendí una de mis manos por encima de uno de los respaldares del sofá en L, el mismo que le hacía de posabrazos a ella, y le ofrecí una de las copas de vino que estas sostenían.

No tuve que decir nada, pues la chica notó mi presencia a pesar de su despiste general. Se giró hacia mí, y al procesar la imagen ante sus ojos, apoyó las rodillas en el cojín, los codos en el respaldo lateral, y aceptó la bebida sonriéndome en agradecimiento.

—Gracias —lo materializó, agarrando la copa por el embudo y no la base, sobre la cual se cernían mis dedos, los cuales tuve que soltar para dejársela a ella. Lucía le dio un trago, más largo de lo que hubiera esperado aunque tampoco exagerado, consiguiendo que sus mejillas se enrojecieran de forma desigual instantes después—. ¿Qué están cocinando? —me preguntó, haciendo un ademán hacia el grupo que se encontraba en la cocina mientras arrugaba la cara ante el sabor algo amargo del líquido borgoña.

—Algo de tus tierras —respondí, dándole un sorbo a mi copa, más tímido que el suyo, antes de añadir—: Sé que dijeron que llevaba arroz, plátano —recalqué dicha palabra, en español, en referencia a una conversación que habíamos tenido la noche anterior— y legumbres. Pero el nombre no lo pillé.

—Sí eres pajuo —Levantó levemente la cabeza y entrecerró los ojos en mi dirección, negando repetidas veces con esta—. Válgame que digas una palabra mal en español pa' que veas cómo te voy a joder —amenazó, señalándome con uno de los dedos que rodeaban el objeto de vidrio que contenía el vino antes de proporcionarle otro trago a este, mucho más recatado que el anterior—. De paso kike "tus tierras", como si Venezuela fuera nada más una parcela con caballos y vacas.

Reminiscencia | QPCL2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora