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—¡Dale con la silla! —me animó Bárbara cuando le metí tremendo almohadazo a Misión Vivienda en la panza, haciendo que se tambaleara dando varios pasos en falso sobre la cama. Casi se cayó la marica esa.

—¡Fiorella, levántate y pelea! —le exigió Cristalito, con una voz gruesa de camionero que desconocíamos que tuviera, y que a todas nos sorprendió tanto que volteamos a verla impactadas, ante lo que ella bajó los brazos que antes extendía hacia el cielo y se nos quedó viendo como si hubiéramos descubierto un lado oculto de ella. Se hizo el silencio durante unos segundos, pero luego se encogió de hombros sin más y volvió a alzar los brazos y la voz como si nada, gritándole a la ya recuperada Fiorella con el mismo tono de antes:—. ¡Ahora! ¡Aprovecha!

Ranchos le hizo caso, y usando mi distracción en mi contra, me zampó un almohadazo en la cabeza que me dejó noqueada e hizo que me cayera de culo sobre la cama y fuera rodando a cámara lenta fuera de esta hasta pegar la espalda del suelo. Menos mal que habíamos cubierto los alrededores de la cama con almohadas y cobijas que amortiguaron mi caída, porque si no, nawebona de coñazo.

—Y rodó —dijo Fiorella, chocándole a Crystal la mano abierta que esta le ofrecía.

—A la verga —Bárbara arrugó la cara en una mueca de dolor ajeno, y tras quedárseme viendo de esa forma unos breves instantes, empezó a acercarse a mí mientras Cristalito y Ranchos festejaban su victoria.

—Dímelo a mí —hablé por lo bajo, todavía afectada por el golpe, al tiempo en que me giraba sobre mi propio cuerpo para levantarme con un audible quejido—. Trimardita... —Entrecerré los ojos en dirección a Fiorella al tiempo en que aceptaba la ayuda de Bárbara para terminar de pararme.

—Deja la lloradera que tú me dejaste sin estómago, sin riñones, sin hígado, sin páncreas, sin una verga —replicó, lanzando su arma mortal, es decir, su almohada, sobre la cama del matrimonio peliloco— de los quinientos carajazos que me metiste. Hasta me atrevería a decir que me ibas ganando... —Entonces fue ella la que se tiró de espaldas en el colchón, cayendo con los brazos y las piernas abiertos, aunque la mitad de estas últimas le quedaran fuera de la cama, como si estuviera por hacer un muñeco de sábanas—. Pero perdiste por distraída.

Crys, Barbie y yo no tuvimos ni que pensarlo para acercarnos a ella y dejarnos caer a su lado, mamadas por la escena de Fight Club al estilo pijamada que nos acabábamos de marcar.

Hablando claro, aunque mis planes para esa noche no habían consistido inicialmente en pasarla con las muchachas, tengo que admitir estaba gozando una bola y media. Habíamos visto películas de Barbie, nos habíamos maquillado a ciegas, le habíamos enseñado groserías en español a Cristalito, habíamos bailado, habíamos hecho karaoke, guerra de almohadas... de toa' verga; y eso que todavía no eran ni las tres de la mañana. Tenía tiempísimo que no hacía una pijamada así, porque, aunque todos las noches en mi casa fuera una pseudopijamada por el gentío que vivía y jodía ahí, casi nunca me daba el chance de compartir con ellos como me gustaría, y como entonces, con mis chicas, me estaba permitiendo compartir.

También he de decir que esos últimos días había estado tan absorta por Luke y todo lo que me estaba pasando con él, que había dejado un poco de lado a mis amigos, y si algo no quería era ser de ese tipo de persona que cuando tiene un interés amoroso se olvida de todo lo demás. Me chocaba, y entonces que me había dado cuenta del patrón que estaba siguiendo, iba a hacer todo lo posible por evitarlo. Eso no significaba dejar a Luke aparte, porque, a fin de cuentas, él también era mi amigo; solo que podíamos chancear y hacer las cosas que hacíamos nosotros solos —algunas de esas cosas sí tenían que ser en privado a juro, pero ajá, tú me entiendes— con el resto del grupo, pues para eso habíamos ido a esa isla en primer lugar.

Reminiscencia | QPCL2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora