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Alo, ¿qué más?
No tenía pensado hacer esto, pero siento que el capítulo anterior merece una cierta continuidad con este, y por eso decidí hacer maratón de una. Una aventura es más divertida si huele a perico... Ah, no, era peligro. Bueno, ajá

Aquí estamos, así que espero que lo disfruten

Las dedicaciones del capítulo 39 se harán según la suma de los comentarios de este capítulo y el anterior

Los amo❤️

A pesar de que todo lo que Lucía acababa de decir había salido de sus labios como un torrente de agua, repentino y sin control, que fácilmente podría haberme dejado anonadado, absorbí cada palabra al instante en que fue pronunciada, acompañándolas en mi cabeza con el torbellino de recuerdos a los que aludían. Recuerdos que dolían, motivo por el cual los reprimía, pero que formaban parte de mí, de los dos, y siempre tendrían un lugar especial en mi memoria.

Sí, todo lo que había dicho era cierto: ella había cometido errores, algunos compartidos como la falta de comunicación, y otros más propios como ponerme los cuernos —que en mayor o menor medida habían determinado mi decisión de no llamarla cuando sabía que debía hacerlo—. Pero, si al caso vamos, yo también había cometido los míos, siendo el de aquella llamada nunca hecha el peor.

Había desconfiado de ella, me había escondido tras falsas acusaciones de ajenos por no tener las agallas de decirle las cosas a la cara, le había mentido, la había traicionado y, sobre todo, la había dejado ir, esperando que diera más pasos por mí cuando ya había corrido un maratón, porque mi orgullo era demasiado grande. Si alguien la había cagado ahí era yo, si alguien tendría que estar pidiendo perdón era yo.

Y había querido hacerlo. Desde que la vi en aquel festival en Coachella, había querido soltarle todas esas cosas que había ensayado mil veces frente al espejo tras recibir ese mensaje que más tarde sabría que no había escrito ella, ese que me había destrozado el alma y había dado origen a un sentimiento de culpa que ya para entonces había asumido que nunca dejaría de sentir. Había querido decirle todo lo que sentía y había sentido, aunque ya no sirviera de nada... Pero me había quedado callado; igual que había hecho antes, e igual que acababa de hacer ahora cuando hablamos de las clases de español. Después de tantos años, seguía tropezándome con los mismos desniveles, y estaba harto. Fue por eso que no esperé a que la oportunidad volviera a írseme de las manos y la rodeé con mis brazos, literalmente.

Sin importarme qué pudiera pensar respecto a mí, corté la distancia que quedaba entre nosotros en una zancada que segundos después le pasó factura a mi tobillo torcido, pero que perdió efectividad al tener el cien por cien de mi atención centrada en la chica delante de mí, a quien me tomé el atrevimiento de abrazar, así sin más.

Al principio se sintió raro, pues su evidente sorpresa hizo que se tensara al verse envuelta por mis brazos de un segundo a otro, pero no tardó nada en relajarse, enredando sus brazos por detrás de mi cuello y hundiendo su cabeza en mi pecho, dado que la diferencia de tamaño no le permitía llegar a mis hombros ni poniéndose de puntillas, cosa que no tuvo más remedio que hacer.

En el proceso, sentí cómo la toalla que antes llevaba entre brazos se cayó y terminó parando en el suelo a nuestros pies, pero a ninguno le importó.

La apreté contra mí y ella no dudó en aferrarse, con más fuerza de la que hubiera esperado. Aunque, en realidad, tampoco es que hubiera esperado nada; por primera vez en mucho tiempo, había actuado por impulso, haciendo lo que sentía, lo que quería, no porque me lo dictara la cabeza, sino el corazón.

Reminiscencia | QPCL2Where stories live. Discover now