—Ahora pon cara de puro tipo serio y mírame como si me fueras a lanzar una labia chimba —le indiqué al modelo de escaparate que posaba frente a mí con una peluca, unos lentes de plástico malandrísimos y su mejor actitud de que se la estaba comiendo. El aludido me picó un ojo, apretando la bemba así como tirándome un beso mientras jugaba con sus cejas rubias, que contrastaban con los rizos negros de la peluca. Le tomé varias fotos en el proceso, cagada de la risa.
—Este ha sido mi mejor photoshoot —comentó cuando bajé la cámara, quitándose la peluca y entregándomela. Con una mano se acomodó el pelo, que le había quedado todo espelucao', y se puso los lentes de cintillo, mostrando los ojos azules que se escondían detrás. Yo me ocupé de devolver la peluca a la bolsa que guindaba de uno de mis hombros, haciendo lo posible por no prestarle la más mínima atención a la forma en que el sol, en su punto más bajo, hacía que el que, sin necesidad de luz, ya era un golden boy, literalmente brillara.
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Tranquilo, Edward. No más que tú.
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