𝐔𝐍 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐙 | ❝ A él le gusta ella, a ella le gusta él, todos los sabemos, excepto ellos. ❞
Sirius Black: Engreido, mujeriego, arrogante, testarudo, casanova, idiota... esas son solo algunas de las palabras con las que Sabrina describ...
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" ¿ Cómo es que la gente puede llegar a tener ese nivel de idiotez ? "
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LOS TRES CHICOS que habían reido buscaban las palabras para defenderse de lo que el Hufflepuff les había dicho, mientras que el cuarto de ellos adquería un leve color rosado en sus mejillas por la vergüenza; pero antes de que los chicos pudieran articular palabra, él ya se había ido, arrastrando a Sabrina junto a él hasta un pasillo vacío; donde le lanzó un hechizo no verbal limpiandola por completo.
—Gracias.
—No hay de que. ¿Estás bien? —preguntó y la chica asintió—. Te recomiendo que te mantengas alejada de esos chicos, suelen hacerles bromas pesadas a los demas estudiante.
—Son unos idiotas —murmuró.
—Si lo son, aunque a veces son divertidos... Bien, te dejo.
—Gracias de nuevo, heroe sin capa —le dijo en un susurro que el chico llegó a escuchar, ocasionando una gran sonrisa en sus labios.
Sí la chica hubiera sabido de aquel chico que la había salvado de una humillación causada por esos chicos de otro año no saldría de su cabeza por horas, probablemente no habría dejado que la rescatara.
El chico alto, con el pelo marrón claro, con un hermoso acento frances y esa inmensa sonrisa que mostraba sus blancos dientes, no desapareció de su mente en las siguientes horas, por lo que no prestó atención a las clases que restaban del día. Eso comenzaba a fastidiarla.
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—¿Qué fue exactamente lo que te paso? —preguntó Sophie a Sabrina.
La rubia se encontraba con unos leggins grises y un enorme buzo del mismo color. Su hermosa cabellera estaba recogiada en una cola de caballo con pelos fuera y bastante frizz. Varios mechones caían por los costados de su cara y la chica los apartaba de vez en cuando, para que vuelvan a caer a los pocos segundos. Estaba sentada en cuclillas en la tapa del retrete mientras comía unos nachos deliciosos.
Ambas chicas estaban en el baño. Sabrina en la bañadera con un traje de baño y Sophie solo la observaba limpiarse los oídos. Resulta que el hechizo que le lanzó el chico de Hufflepuff para limpiarla no fue lo suficientemente fuerte como para quitar el espeso líquido que quedó dentro de sus orejas.
—Unos idiotas.
—¿Los idiotas que molestaron a Donn?
—No, más idotas aún.
—¿Cómo es la gente puede llegar a tener ese nivel de idiotez?
—No tengo idea.
Su extraña charla se vió interrumpida por la puerta, la cual se abrió de par en par dejando ver a Mara. Sophie rodó los ojos para luego decir:
—Ocupado, gracias por golpear —bramó con ironía, llevandose un nacho a la boca.
La pelinegra solo se quedó observando la escena como si las dos amigas estuvieran realmente locas.
—Creo que me voy.
Fue lo único que dijo antes de irse y cerrar la puerta tras ella.
Las dos amigas se miraron serias antes de soltar una sonora carcajada y comenzar a reir como focas sin razón aparente.
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—No creo que hacer eso sea una buena idea —dijo Luke, quien cargaba una gran pila de libros para comenzar con los pocos deberes que les habían mandado el primer día.
—Claro que lo es. La venganza siempre se siente bien —contestó Sophie con una sonrisa malvada en su rostro.
—Esos son los chicos que me lanzaron el líquido espeso—. Sabrina señaló a un grupo de chicos que reían gratamente mientras hablaban.
—No puede ser... Ellos me pintaron el pelo de verde.
—¿Fueron los mismos? Estan muertos —informó Sophie mientras se arremangaba las mangas de su uniforme con enojo y comenzaba a caminar hacia los chicos—. ¡Oigan! ¡Ustedes idotas! —Los cuatro chicos voltearon a verla dejando de reir, pero son sonrisas divertidas. Al ver lo enojada que estaba la chica solo sonrieron más, o al menos dos de ellos.
—¿Te encuentras bien, señorita? —le preguntó el de anteojos.
—No, quiero que dejen a mis amigas en paz.
Las miradas de ambos chicos pararon detrás de la rubia, donde se encontraban Sabrina, Donn, Luke y Alex, mirando expectantes la escena. La Hufflepuff al percatarse de su mirada sobre ellos se pusó roja, mientras que Sabrina apretaba el puño.
—¿Y sí no qué? —la retó el de anteojos a la rubia, acercandose a ella peligrosamente.
—Sí no te daré un golpe —dijo con simpleza y los cuatro chicos comenzaron a reir. Uno de ellos trataba de retener la carcajada, pero no lo logró.
Él moreno alzó su varita y apuntó a Donn e instantaneamente las orejas de la chica comenzaron a crecer. Miró a la rubia sobre sus anteojos antes de recibir un fuerte golpe en la nariz, causando un leve sangrado.
Sus amigos dejaron de reir al escuchar el golpe, el cual se repitió unas cuatro veces, antes de que la profesora McGonagall llegara.
—¿Qué está sucediendo aquí? —exclamó mirando a Sophie, quien no apartaba su furiosa mirada del chico de anteojos, aún apretando los puños.
—Ella me golpeo sin razón —se excusó el de anteojos.
La vista de la profesora pasó hasta detras de la rubia, donde sus amigos miraban preocupados a la enojada profesora. Al ver las orejas de Donn, conjuró un hechizo para que volvieran a su debido tamaño, para luego decir lo siguiente:
—Señor Potter, lo espero en mi despacho para que reciba un castigo, dentro de una hora —el chico hizo una seña cuando la mujer dirigió su vista hasta la rubia—. Y a usted le dejó una advertencía; la violencía no es bien vista por ninguno de los profesores, pero entiendo completamente su enojo.
—¿Qué? —exclamó el chico pelinegro mirando a la profesora—. ¿No va a castigarla? ¡Le rompió la nariz a James!
La profesora no dijo nada antes de irse.
La tensión entre la rubia y James Potter seguía creciendo, ambos apretaban los puños y se miraban fijamente, hasta que nuevamente, llegó el heroe sin capa que anteriormente había ayudado a Sabrina.
—¿Otra vez? Podría hacer algo más productivo e ir a estudiar o algo por el estilo en vez de molestar a la gente.
Los cuatro chicos se fueron arrastrando los pies. Y el chico más grande dirigió su mirada a los más pequeños.
—Hola. Soy Lucas —dijo mirando fijamente a Donn quien alzó una ceja—. Eres muy linda —y eso fue suficiente para que la pequeña Donn se sonrojara y se fuera de allí a paso rápido—. ¡Espera! ¿Cuál es tu nombre? —No obtuvó respuesta.
