64: El regalo de Sirius

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" La mejor parte de la noche

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La mejor parte de la noche... ¡Los regalos! "

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A LA MAÑANA siguente, Sabrina despertó a sus invitados a los gritos y los cuatro bajaron a la sala donde sus padre estaban. 

—Iremos a desayunar —avisó su hija, por lo que la mujer asintió en respuesta. 

La chica caminó hasta llegar a la puerta de salida, los tres merodeadores la miraron extrañados y confundidos. 

—Me parece que aún estas dormida —dijo Sirius, resfregandose un ojo. 

Sabrina salió de la casa, y los otrso tres chicos la siguieron, cada vez más perdidos. La chica comenzó a golpear la puerta de la casa de al lado con euforia hasta que la señora Boltom le abrió. 

—Sabrina, cariño buenos días —le dijo, dandole un sonoro beso en la frente a la niña, luego sus ojos se dirigieron a los tres chicos mayores—. Buenos días niños, ¿cómo amanecieron?

—Con una pesada gritandonos —comentó Sirius, adormilado y la mujer rió. 

—Pasen para desayunar, Luke ya está en la cocina. 

Todos accedieron a la casa de la familia Boltom y fueron a la cocina como había indicado la mujer, tal y como ella lo había dicho, allí estaba el rubio. Con los ojos medio cerrados, desayunando sobre la isla de la cocina. 

—Buenos días —lo saludó Sabrina y le dejó un pequeño beso mañanero sobre su mejilla ante la atenta mirada de Sirius puesta en ella. 

—Hola, ¿le escribiste a Alex y a tu amiguita? —lo último lo dijo con amargura, ciertamente no le caía para nada bien Narcissa. 

—Lo hice —respondió ella, tomando su plato de huevos revueltos. 

—Genial, entonces los veremos esta noche. 

—Así es. 

Esa noche era navidad por fin. 


Sabrina estaba en su cuarto, arreglandose, ya era casi la noche y, ella junto a sus padres, la familia Bolton y los tres merodeadores debían dirigierse a su casa de vacaciones, donde todos los años la familia Johnson festejaba las fiestas acompañados de Luke y sus padres. 

Con la pequeña planchita de su madre armó unos pequeños rizos con los mechones de pelo que caían por su rostro. Eso mechones que alguna vez fueron un flequillo pero que ahora habían crecido lo suficiente como para dejar de serlo. 

Intentó llegar a la parte trasera de su cabello, para rizarlo, pero se le dificultaba, pues no llegaba a ver y no quería quemarse el pelo. La puerta de su cuarto se abrió, aunque ella no prestó atención a aquello, pensando que tal vez sería su madre para avisarle que ya debían irse. 

𝐔𝐍 𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋 𝐅𝐄𝐋𝐈𝐙 | Sirius Black | © EN PROCESOOnde histórias criam vida. Descubra agora