Una respuesta

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Una respuesta

Gia, de pie frente al viejo y destartalado faro, observaba perpleja no solo al enorme edificio, sino también la gran historia que se encontraba detrás, pues fue allí donde Sirdul y Evan se habían refugiado luego de realizar aquel rescate tan significativo. No sabía por qué Sirdul, una vez terminada la guerra contra los Magnos, había decidido residir allí, como si aquella breve separación entre el arrecife en donde se situaba el faro y la costa rocosa de la isla, significara la última distinción entre él y las personas.

Sin embargo, el estrecho caudal que los separaba, con el pasar de los días y la insistencia de Joseph, había sido eliminado con la ayuda de un pequeño y sólido puente. Pues allí estaba Gia, al final de este, presenciando el viejo faro mientras oía y sentía como las inquietas aguas espumosas se sacudían en torno a ella.

—De todos los lugares que Sirdul pudo escoger, se tuvo que quedar con el más apartado. No me sorprende —dijo para sí mientras subía la extensa escalera que imitaba la arquitectura cilíndrica del faro, hasta la puerta reconstruida que daba con la cúpula.

Estudió con ojos curiosos aquella puerta negra y metálica y recordó como ambos jóvenes, haciéndose de todas sus fuerzas, detuvieron al enemigo. Enseguida se le vino a la mente el momento en dónde Evan les había narrado, en unas de aquellas largas noches de profundas jarras y botellas, aquella electrizante situación. Luego, sacudiendo la cabeza hacia los lados, visualizó a Evan y un sentimiento de rencor ruborizó por todo su cuerpo.

—¡Concéntrate! —se dijo así misma antes de llamar a la puerta.

Estaba a punto de hacerlo, sin embargo, justo cuando sus nudillos rozaban el metal, sopesó un instante en lo que estaba a punto de hacer y, entendiendo que no había mayor remedio, golpeó la puerta.

Al principio, como era de esperar, no se oyó nada, solo el profundo y tétrico eco que rebotaba de un lado a otro por toda la circular estructura hasta perderse en el infinito. Luego, pasado algunos largos segundos, se oyeron unos pasos lentos y fatigosos, como botas metálicas, rozando con desgano el suelo.

—¿Quién es? ¿Por qué ha subido hasta aquí? ¿Está loco? —preguntó una voz agria desde el otro lado del metal.

—Muchas preguntas antes de un saludo —respondió Gia en el mismo tono.

Y en aquel instante, oyó un pequeño ruido metálico y la puerta se entreabrió.

—No tengo idea de porque estás aquí, pero no creo que encuentres lo que buscas —le dijo Sirdul asomando parte del rostro, lo suficiente para que Gia observara la poblada barba desaliñada y el cabello largo y grasiento de Sirdul.

—Soy Gia. Me temo que tal vez tú puedas ayudarme a mí y a mis amigos a solucionar un problema. Y… ¿Estoy loca? Pues eso lo podrás averiguar si me dejas pasar —habló contestando cada pregunta que el joven había formulado al principio.

Sirdul pareció vacilar un momento, no sabía por qué Gia había decidido visitarlo, pero lo que sí sabía era que todo aquello era realmente extraño.

—Que sea rápido. —Fue lo único que agregó antes de apartarse y abrir la puerta.

Gia entró sin cuidado, lo primero que sintió fue frío, pues allí, tan cerca del golfo, las noches se sentían de verdad, pues las brisas sacudían con incidencia la cúpula del faro. Luego observó que la habitación a la cual había accedido estaba iluminada con escasas lámparas, lo que le daba un aspecto sombrío y hasta aterrador. Después, posando la mirada en diferentes rincones, sintió un extraño sentimiento de abandono, pues aquella cúpula parecía mantenerse en el mismo estado que antes de que Sirdul decidiera vivir allí, solo con la diferencia de que una pequeña tienda de acampar tenía lugar al lado de un bajo muro que sirvió, en su momento, para mantener a raya el fuego que ardía en el centro.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now