Una pequeña historia

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Una pequeña historia


Evan trastabillaba, sus piernas tropezaban con las cadenas, que producían un tintineo constante al avanzar. El pasillo angosto no ayudaba, por suerte terminó deprisa, pues el carromato no se extendía más.

Antes de bajar por las escaleras hacia el suelo verdoso iluminado lúgubremente por el día gris, pudo ver otra puerta. Estaba cerrada, sin embargo, su mente siempre despierta para hacerse preguntas, no pudo evitar pensar que allí permanecían los otros dos Superiores. Iros, que lo había torturado con aquella habilidad y la mujer llamada Delta, la conocía, más de una vez lo habían capturado por su culpa, pero no le guardaba rencor, por algún motivo que no pudo descifrar debido a que Tasya lo empujó de nuevo.

—¡Vamos, vamos! —le dijo mientras observaba su espalda ancha y cubierta por un delgado abrigo verde.

Evan era un poco más alto que ella, más ahora que no tenía puestas las botas de su armadura. Le gustó empujarlo y cuando Evan dobló hacia las escaleras, lo volvió a empujar. Estuvo cerca de caer, le gustaba verlo esforzarse, los músculos de sus brazos se contraían en cada movimiento.

—Eres un chico fuerte, ¿no es así, muchacho? —Se le acercó, tanto que casi se deja caer sobre sus hombros, acercó sus labios a su oreja y le dijo—: Fuiste muy malo conmigo el otro día, aún me escuece la herida que me provocaste. Yo pude haberte asesinado en cualquier momento, pero no lo hice, por qué quería traerte vivo. Pero no eres un hueso fácil de roer, no, no, para nada y eso me gusta, chiquito.

Evan hizo caso omiso y continuó caminando, no obstante, sintió un fuerte tirón de las cadenas, por lo que se vio obligado a voltear. Tras ello, pudo observar el rostro de labios gruesos y rostro anguloso de Tasya, no parecía enojada, más bien, la idea de tener a Evan encadenado frente a ella le seducía un poco.

—¿Qué me miras, inferior? —le dijo con una sonrisa, le dio una suave bofetada, casi como una caricia—. Tú y yo nos divertiremos… —. Luego lo volvió a empujar y continuaron.

Bajaron al suelo y Evan sintió que los rayos tenues del día lo quemaban. Vio, en un segundo, todo lo que le rodeaba. El bosque de los álamos estaba a la derecha, emergiendo con tibieza durante pocos metros para luego erguirse alto y hermoso. También notó las montañas, estaban más lejos de lo que las recordaba, lo que le hizo pensar que quizás estuvo inocente durante mucho tiempo. Pues lo habían trasladado desde aquel árbol hasta allí, no sabía que tan lejos estaba, pero teniendo en cuenta lo extenso que le había parecido el bosque y lo cerca que estaba de las montañas, supuso que ahora se encontraba bastante más lejos que antes.

—¡No te detengas! —El empujón de Tasya fue más un golpe con la palma que un simple impulso, le había acertado justo en dónde la flecha lo había alcanzado, por lo que, ahogando un alarido, continúo dando pasos mientras se derretía de dolor.

Más adelante, estaban los demás carromatos, Evan vio pasar dos más, largos y ciertamente bien equipados, oía el relinchar de los caballos en alguna parte y, esto, como trasportándolo de nuevo a la realidad, lo hizo pensar en Adonis. ¿Había podido escapar? ¿El calor también lo había afectado a él? ¿Lo habrán capturado? Evan supuso que “no” era la respuesta, pues, teniendo en cuenta que Iros había aumentado la temperatura del ambiente a su alrededor, las mestizas y los privilegiados de seguro no se acercarían a las proximidades hasta que Evan no cayera inconsciente, entonces la pregunta era la siguiente: ¿El calor era suficiente para desmayar a Adonis? Si no lo era, ¿Iros correría el riesgo de aumentar más la temperatura, sabiendo que esto podría matarlo? Por estas cuestiones, se dijo que no.

Adonis seguía libre, quizás permanecía junto al árbol, aguardando su llegada o a lo mejor, simplemente se comportó como cualquier otro animal y siguiera su vida, intentando sobrevivir en la naturaleza del bosque.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now