Una derrota más

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Una derrota más


Harto estaba, la furia lo dominaba y sentía un gran desprecio. Comprendiendo el porqué no se habían molestado en bajar al sótano, no quiso hacer otra cosa más que enfrentarlas. Sabía que no podía vencer, se trataba de tres contra él solo, tenía todas las de perder. Pero podía jugar un poco, aquellas mujeres confiaban mucho en sus habilidades y, además, dudaban de que presentará algún inconveniente significativo, tenía que enseñarles con quién estaban tratando.

Algo era evidente y Evan lo vio, debía de salir del sótano. De nada servía seguir ocultándose, solo las haría enfadar y no era parte de su plan aquello, por lo que, haciéndose de la valentía que lo caracterizaba, trepó lo últimos peldaños de la escalera y, casi de un salto, se posó firme frente a sus enemigos.

Lo que vio fue lo que se temía. Estaban los tres allí, detrás, tomaban lugar dos bestias ejemplares. Wymer y Tasya llevaban aquellas plateadas armaduras, que reflejaban en destellos los haces del nuevo día, Klóoun, por otra parte, vestía aquella de color negro, que caracterizaba a los soldados de bajo rango de la capital. El páramo, tras la lluvia, se mostraba vivido y de colores frescos, el suelo, si bien cubierto de un verdoso pasto, permanecía fangoso y resbaladizo. El viento soplaba con insistencias las últimas gotas de la lluvia pasada, mojando el rostro demacrado de Evan.

Wymer se mantenía frente al grupo, su armadura y altura le hacía pensar a uno que estaba en problemas. Su espada, larga y un poco delgada, seguía envainada, como si dejara a entender que no la necesitaba para acabar con él. Lo miraba con cierta intensidad, como molesta y confundida. Evan intentó no prestarle atención e intentar dar el primer paso.

Levantó a Ostio y la dirigió hacia la mestiza, que no se sorprendió ni un poco.

—¿Qué quieren? —exclamó Evan con seguridad, como quien no teme a nada. Solo quería ganar el mayor tiempo posible para saber qué hacer—. Respondan…

—¡Cállate, sucia rata! —lo cortó Wymer con una voz sonora y amenazante. Evan no tuvo miedo, pero estuvo cerca de dejarse vencer por sus impulsos más primitivos.

—¿Qué es lo que quieren? ¿Acaso no han tenido suficiente? Ya se han llevado la vida de diez hombres. ¿Qué más quieren, malditos? —Sintió un grave malestar al pronunciar estas palabras, como si dejarlas salir derribara con ello una fortaleza que protegía a su mente de los peores pensamientos.

El rostro de Wymer demostraba cada vez más enfado, pero por alguna razón, no sé apresuraba a detenerlo. Tasya, por su lado, observaba al joven como algo nuevo, un novedoso juguete.

—Muchacho, muchacho —dijo esta última—. Ven, ríndete, tú sabes como acabará est… —Pero un silbido la interrumpió.

Una flecha había sido disparada por Klóoun con ayuda de una ballesta. Él se encontraba por detrás de ambas mestizas y, como era costumbre, ellas poca atención le dieron. Fue por ello que solo lograron ver la flecha cuando alcanzó a Evan, sin embargo, este la detuvo en el aire, justo antes de que le atravesará el cuello.

—Vaya… interesante —susurró Tasya para sí.

—¡Pedazo de imbécil! ¡Qué mierda es lo que haces! —Wymer estaba furiosa, volteó hacia Klóoun, que, ante el grito de su superior, dejo caer la ballesta y había agachado la cabeza, al igual que un niño siendo regañado.

—Perdone, teniente, sigo las órdenes del jefe…

—¡Y una mierda! ¡Una maldita mierda! Cuando estamos aquí, en una misión, tú no haces nada que no te hemos ordenado, no puedes hablar, no puedes moverte y mucho menos atacar al objetivo de esa forma. Idiota.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora