Una certeza

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Una certeza


Al acabar la letrina, se secó el frío sudor de su frente y observó aquel poso que no iban a tardar en llenar. Quiso preguntarle a Víctor cuál era la próxima tarea, pero desechó esta idea casi de inmediato. Él era servicial y voluntarioso a la hora de trabajar, pero aquello era diferente. No se trataba de un favor o un trabajo por el bien del pueblo, no. Víctor era un esclavo y todas sus tareas no eran para él o para lo suyos, sino para ellos, los malditos privilegiados que lo obligaban a trabajar entre la mugre y la zozobra.

Fue allí, con la pala aun entre las manos heladas y el frío, que se dijo así mismo que él no era un esclavo, que jamás volvería a ser uno y que todo lo que le estaba pasando era un impedimento más, un simple obstáculo que todavía no había conseguido sortear. ¿Cómo hacerlo? Se preguntó después, pues aquella pregunta era la más importante y supo que debía de responder muchas otras antes de llegar a ella.

Entonces, mientras observaba el suelo y la tierra revoloteando junto con la brisa, vio sacudirse las copas de los sauces grises a su alrededor, se preguntó hacia donde se dirigían. La obviedad bastó como respuesta, pero… ¿Y sí se equivocaba? Pues tras su plática con Fyodor, le había indicado una dirección ficticia, por supuesto, sobre un escondite secreto dentro de la cordillera. Aún seguían en el bosque, lo cual era buena señal.

El día se mostraba nublado y un viento inquieto violentaba el follaje del bosque. «Por lo menos todavía estoy aquí». Pensó tras presenciar el bosque. Entonces levanto la vista y volteó hacia donde deberían de estar las montañas, seguían allí, tan altas e imponentes como siempre. No sabía si se había alejado o acercado a ellas. Después de tantas idas y venidas, de tantos mareos y desmayos, le costaba ubicarse y, mucho más, saber que le deparaba. 

Víctor todavía estaba retocando la letrina, no eran detalles, sino un simple perfeccionismo que Evan conocía bien. Cuando terminó, se puso de pie, y emprendió la caminata hacia otro sitio, como quien es experimentado en su oficio.

—¡Víctor! — Lo llamó alzando la voz, solo un poco, no quería llamar la atención de nadie que pudiera oírlo.

El hombre volteó y de su rostro viejo y extenuado relampagueó una mirada desgranada e irritable, como si no quisiese que nadie lo molestara y mucho más si era él quien lo hacía. Cuando ambos se vieron las caras, Víctor solo le hizo un pequeño gesto para que comenzara a hablar.

—Solo quería saber si sabe a dónde nos dirigimos —dijo y pudo sentir su rechazo como una abofeteada.

—Al oeste —fue lo único que dijo, típico de quién está acostumbrado a hablar lo menos posible. Luego se marchó hacia otro lado, Evan no lo siguió.

Estuvo unos segundos allí parado, pensando en que hacer, si seguir a Víctor o, en cambio, correr hacia el bosque y perderse. Nadie lo detenía, no había cadenas sobre sus articulaciones y nadie vigilaba, era la oportunidad perfecta. Pero… no pudo hacerlo. No pudo por la historia de Merlene, no pudo por qué sabía que si él huía, aquellos tres esclavos sufrirían por su culpa y, además, ¿Cuánto podría avanzar hasta que Iros lo encontrara de nuevo? Muchas fueron las razones por lo que no salió corriendo de allí.

—Ey, tú —La voz de Víctor lo expulsó de sus pensamientos—. No te quedes quieto, pensarán que quieres echarte a correr al bosque.

Con rapidez, comenzó a caminar, pero no por qué le preocupaba que pensaran los demás, solo que no quería generarle inconvenientes a Víctor.

—Perdón, ¿qué sigue?

—¿Tú por qué crees que cavamos una letrina? —dijo con ironía y Evan volvió a reflexionar si es que no era tan mala idea la de echar a correr hacia el bosque.

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⏰ Last updated: May 11 ⏰

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Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now