El primer bjetivo

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El primer objetivo


—¿Un caballo? —preguntó asombrado Mortuus.

—¡Deprisa, carguen al caballo y corra hacia el norte! —gritó Evan y mientras los hombres colocaban todo el equipaje que llevaban sobre el lomo del caballo, se concentró en el amplio y seco este, lo observó con determinación, como si aquel sonido que había percibido significara más que una simple coincidencia, por lo que en medio de movimientos y ruidos metálicos provenientes de los diez hombres, Evan logró captar algo, un simple movimiento en la lejanía, como si un punto del suelo amarillo se moviera lentamente hacia ellos, era algo alocado y muy poco probable, pero de todos modos no podía ignorarlo ni por un segundo más—. ¡Vamos, vamos! Antes de que sea tarde.

Los hombres, sin desconfiar de su capitán, pero si de sus propias interpretaciones, comenzaron a correr sin perder más tiempo hacia el norte, siguiendo el camino que debían transitar para alcanzar el primer objetivo. El caballo cargaba con demasiado peso, sin embargo, no era forzado a avanzar a una gran velocidad, pues Evan corría a paso suelto, pero no muy rápido, para evitar agotarse con rapidez y de esa forma abarcar más kilómetros.

Así siguieron largo tiempo y nada había cambiado, pero un terror antiguo se instaló en la mente de Evan y lo impulsó a no dejar de correr, pues era consiente de que alguien los seguía y que era cuestión de tiempo para que los alcanzara. En tanto, a los diez hombres que también se sometieron al rápido avance, se preguntaban que pasaba en la mente del joven, pues el cansancio era demasiado y el dolor en diversos partes del cuerpo, agobiante, pronto se derrumbarían.

—Capitán, capitán —lo llamó un hombre, era alto, de rostro firme y piel pálida.

—¿Qué ocurre, Vector? —habló Evan sin detenerse.

—A muchos de nosotros no nos quedan fuerzas y el caballo debe de sentirse igual, ¿no cree que no estaría mal descansar algunos minutos?

Evan volteó y lo observó a los ojos, fue un cruce efímero, pero Vector entendió en aquella mirada que la preocupación que invadía a Evan era por completo legítima e incuestionable.

—Entiendo, capitán, continuemos.

Pero Evan ya había tomado una decisión y se detuvo, los demás lo miraron igual de exaltados.

—Beban agua y denle al caballo también, recuperen energía. No quiero asegurarlo, pero algo se acerca por el este, se encuentra lejos aún, pero lo suficiente como para representar un gran peligro. Pido disculpas por someterlos a este gran esfuerzo, no deberían de estar aquí… yo…

—Capitán —La voz de Mortuus sonó alto y aparentaba estar tan fresca como antes de iniciar la corrida—. No es su culpa, nosotros no fuimos capaces de notar el peligro y si usted lo vio, hombre más capaz que nosotros, claro; debemos de estar agradecidos, ya que podríamos de haber muerto o casi.

—No lo sé, Mortuus, es peligroso ser demasiados en un espacio tan a la descubierta, deberían volver, fue un error…

—No, cálmese, por favor. Aún hay tiempo, y, además, no los hemos visto aún.

—Ese es el problema. —La mente de Evan iba a toda velocidad, no entendía del todo que pasaba, pero no podía evitar sentir que algo se aproximaba. Tal vez era la inmensidad del paisaje frente a sus ojos lo que lo hacía sentir indefenso.

Los hombres lo observaron, cada minuto que pasaba la actitud del capitán los inquietaba más, pues si bien no lograban observar ni oír nada a su alrededor, todo parecía peligroso y la idea de una amenaza sobre sus pasos comenzaba a sembrar sentimientos fuertes en sus mentes.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now