Una Habilidad Única

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Una Habilidad Única


—No tiene sentido, Huxios —La voz de Sirdul atravesó la habitación de una forma abrupta.

—¿Ah sí? Pues perdóname, señor genio, por decir cosas sin sentido. —Muy poco le importó a Huxios el poder o el nombre del mestizo—. Escucha, joven hormonal, tu querida noviecita ha estado jugando contigo y, por ende, con nosotros y ahora tendrás que escucharme y hacer caso todo lo que yo diga.

Si bien las palabras del anciano magno habían sido firmes y cargadas de una seguridad pocas veces vista, una voz se interpuso ante esta idea, sin embargo, no fue Sirdul el que habló.

—Estás demente si piensas que voy a dejar que un loco me diga que hacer. —Minos lo miraba con los ojos bien abiertos—. Al menos dinos que te ha ocurrido, antes de escupir órdenes.

—Minos, no te comportes así —dijo Gia, pero Huxios, con un ademán, le indicó que no importaba.

—Escucha, jovencito, esto que me pasó, me suele pasar seguido en mi vida, pero generalmente ocurre al anochecer y pocos son los que duermen en mi mismo cuarto como para ver el espectáculo. Si bien es una situación difícil en dónde mi mente abandona, de alguna forma, mi cuerpo y pierdo toda conciencia durante algún tiempo. Mi genio divaga por muchos senderos, repasa vivencias y recrea escenarios unas incontables de veces. Es como entrar en una biblioteca de todo lo que he percibido en mi vida. Es por esta razón que sé que Capherin nos ha tendido una trampa, aunque todo es muy extraño.

—Dinos, Huxios, ¿Qué has descubierto?

Huxios observó a Elijah, derecho, a un lado de la puerta cerrada. Su rostro parecía escrutar el suyo con una preocupación latente, como un miedo experimentado por primera vez.

—Al comienzo, me sorprendió que Capherin, encargada de la muralla, tardara tanto tiempo en llegar a nuestro encuentro, pero lo hizo en un momento crucial, si no fuese por ella Xifos nos hubiese hecho volver por nuestro camino o incluso nos arrestaran. Lo que me da a entender que nos estuvo vigilando todo el tiempo y solo se entrometió cuando lo vio necesario. ¿Por qué lo hizo? —De repente calló y observó a Sirdul, que permanecía atento, pero su mirada aplastada por el peso del cansancio caia sobre sus párpados y le daba un aspecto fatigoso y dormido—. ¿Y bien? ¿Alguno? ¿Sirdul? ¿No? Genial. Pues Capherin supo que algo extraño sucedía, pero no pudo deshacerse de nosotros sin hablar a solas con Sirdul, algo quiere de ti. Tengo mis sospechas y al verte apurado aquí y oír lo que han dicho, presiento que no lo ha conseguido, por lo que entiendo que su plan de precaución se ha puesto en marcha. No sé cuál es, tenemos poco tiempo.

—¿Cómo iba a saber eso? —preguntó Minos.

—Pues en sencillo deducirlo —comenzó a explicar Huxios—. Solo piénsalo, ¿por qué una joven sería la encargada de vigilar la muralla? Por lo que puedo entender, es un trabajo de mucha responsabilidad y, además, muy difícil. Así que, te preguntaré una vez más, ¿Por qué ella sería la encargada?

—Su padre es El Mariscal de Oram —respondió Sirdul.

—Eso ya lo sé, pero ¿Te parece razón suficiente? Fedexiz es uno de los mestizos más poderoso que han transitado estas tierras. Pero no solo por eso destaca, ha sido el general de muchas batallas que han terminado en victorias, no creo que sea un hombre que haga las cosas sin las correctas justificaciones, no. Su hija debe de poseer alguna cualidad que destaque a la hora de proteger a la ciudad.

—¿Una habilidad única? —preguntó Elijah.

—Pues claro. ¿Qué más sino? Debe de contar que alguna muy especial, lo que nos hace pensar. ¿De qué tipo? ¿Qué habilidad pudo ayudarla a descubrirnos?

Ninguno respondió nada, todos permanecían ensimismados, observando con preocupación las lentas oscilaciones de las sombras.

—Joven —habló Nox mirando a Sirdul—. Tú la conoces, ¿no se te ocurre nada? Sirdul vaciló unos momentos antes de responder.

—No, no la he visto en dos años, ahora debe de tener unos veintiocho. Edad suficiente para haber despertado una habilidad única. Lo que apoya la teoría de Huxios.

Cuando los demás iban a continuar haciendo preguntas y divagando por aquel caudal de ideas, Minos, comprendiendo algo que los demás no, irrumpió a reír.

—Claro, claro —decía mientras se secaba los ojos—. Claro…

—¿De qué te ríes, idiota? —Gia odiaba cuando Minos se comportaba como Minos.

—Pues es obvio, a ver, escuchen. Cállate un poco Sirdul y escucha como tu novia te engañó —Sirdul se enfadó, pero él, contrario a Minos, sabía que no era momento de discutir—. Miren, comenzó así. Entramos, hablamos con este tipo…

—Xifos —agregó Elijah.

—No importa, quería echarnos, hasta que, de manera milagrosa, aparece Capherin, un ángel. Y nos da habitaciones y demás lujos. ¿No es obvio?

Huxios sonreía, pero no dijo nada.

—No, Minos, basta de tus juegos tontos.

—Pues ella supo al inicio de que no éramos lo que decíamos ser, por eso nos dividió. Llevo nuestras cosas a los establos. Nosotros a las posadas y a Sirdul a una recorrida por la ciudad. Todo fue una trampa, revisaron nuestras cosas, nos reunieron a todos en un mismo lugar muy frecuentado y, además, le hizo saber a todo el mundo, incluso al mismo mariscal, que el tonto Mestizo de otro Reino estaba en la ciudad. Eso me hace pensar, ¿Cómo pudo tomar todas estas decisiones tan rápido? Parece como si ya supiera que, la gran mayoría de la compañía, no eran privilegiados.

—¿Dices que esa es su habilidad única? —Gia parecía sorprendida—. ¿Puede distinguir entre Mestizos, Privilegiados y personas?

—Bueno, Gia. La verdad que puede hacer más que eso — dijo Huxios, sin dejar de sonreír, parecía animado—. Recuerden, es encargada de la muralla. ¿Por qué? Pues es obvio, puede detectar, estando o no cerca, todas las personas que ingresan a cierto perímetro. ¿Por qué creen que Oram, siendo una ciudad pequeña, poseer tres muros internos? Apostaría a que hace dos años, solo contaba con el exterior e incluso este se veía diferente por aquel entonces. Puede detectar cada vez que alguien cruza la muralla y, al mismo instante, saber su grado de peligro y el lugar por el que cruzó. Desconozco cómo lo hace, pero por lo pronto nos sirve saber eso.

—Entonces tenemos un problema —aseguró Gia—. Sabe que no contamos con poder suficiente para un enfrentamiento directo, sabe en todo momento en dónde nos encontramos y, además, no sabemos cómo salir de esta posada ni donde están los caballos. El primer piso está infestado, la posada debe de estar rodeada y toda la ciudad está alerta, seguramente… —hizo una pausa—. Cuenta, Huxios, ¿Qué has pensado?

El viejo Magno, sonriendo, mirando con atención a todo su alrededor, esbozó una amplia sonrisa. Pensar siempre lo reconfortaba.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now