Una fortaleza rota

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Una fortaleza rota

—¿Seguro que sabes hacia donde te diriges? —preguntó Minos mientras avanzaban por las calles de Oram.

Sirdul lo ignoró, no solo por el simple hecho de que cada vez que lo escuchaba le venían ganas de volver al bando de los Superiores, sino también por la constante acción que pasaba por sus ojos. Por detrás se acercaban algunos mestizos, otros, que le venían desde los costados de las callejuelas, arrojaban flechas que, si bien rebotaban gracias al escudo de Minos, lo distraían, pues aún no se acostumbra a aquella nueva protección.

—¿Podrías callarte solo un segundo? ¡Solo un maldito segundo! —gritó Sirdul mientras doblaba en una esquina justo antes de que un privilegiado hiciera surgir un muro frente a ellos.

—Solo preguntaba —Confiaba mucho en su habilidad para preocuparse, sin embargo, lo que en verdad le preocupaba eran los demás. ¿Saldría bien el plan? Se preguntaba y, en general, no dudaba mucho de la capacidad de Huxios para diseñar estrategias para lograr ciertos objetivos, sin embargo, había sido él el que propuso infiltrarse en Oram como la alternativa más factible, pero todo se había ido a pique con tan solo poner un pie dentro de la ciudad. Meditaba estas cuestiones hasta una gran explosión de fuego lo expulsó de sus pensamientos, si bien el mismo era capaz de crear ataques más poderosos, de todos modos le llamó la atención, pues le hizo preocuparse por el resto del grupo se topara con Superiores igual de fuertes.


*

—Qué miedo —dijo un mestizo, iba vestido de armadura y se encontraba a las preferidas del derrumbado edificio, solo quedaban montones y montones de roca quebrada y fundida, esparcida en el lugar en donde antes se levantaba la posada.

—Vaya que sí, pero no creo que ese grupito le haga frente a tantos Superiores.

—No, para nada, no sabiendo que el viejo señor Roh está en la ciudad y no olvidemos al Mariscal Fedexiz.

Mientras los muy tranquilos mestizos de bajo rango vigilaban, junto a unos pocos más, la zona, no sé percataron al principio del pequeño peñasco que rodó de un montículo, no hasta que una poderosa viga atravesó el firmamento de roca y llamó la atención de todos. Antes de que avanzarán hacia aquel novedoso orificio en el suelo, unos cuantos muros emergieron, haciéndoles imposible el acceso, sin embargo, aquella muralla no duraría para siempre, pensaron, y comenzaron a golpearla con el fin de vislumbrar lo que sea que se encontraba detrás. Eran ocho mestizos golpeando en diferentes muros que rodeaba el orificio. Ninguno pudo derribar ni un solo escombro, no obstante, un muro cayó hechos jirones de piedra, pero no fue gracias a la fuerza de los dos soldados que se encontraban, con suma torpeza, golpeando el muro. Si no más bien de Gia, que con un tronar de dedo, dejó a la vista a un Elijah, de mirada brillante y un rostro serio y enojado, listo para entrar en juego.

Noqueó con facilidad a aquellos dos hombres con tan solo un golpe, luego, rodeó la estructura y observó a tres más, estos desenfundaron sus espadas, pero no hubo diferencia, pues corrieron la misma suerte que sus compañeros. Aún restaban tres mestizos del otro lado, sin embargo, esta amenaza se desvaneció tras dos chasquidos de la joven.

—¿Nadie? —si bien el enfrentamiento no les presento ningún esfuerzo, la voz de Gia sonó muy preocupada, al parecer, la situación los tenía por completo bajo presión.

—Nadie… —respondió Elijah con un gesto torcido, como si su rostro serio fuese moldeado por las circunstancias.

Luego de este breve intercambio, uno a uno comenzaron a salir del pozo en dónde se había oculto. Al salir Huxios, con ayuda de Nox y unas personas más, se logró vislumbrar su rostro y, contrario al de los jóvenes, este se mostraba relajado y distendido, como si todo fuese una aventura por el bosque.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now