Símbolos

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Símbolos

—¿Por quién me toman? ¿Por Joseph? No, no lo soy. No sé confundan —exclamó Huxios sentado frente a una tasa de té.

El anciano, delante de los cuatro jóvenes, habían despertado a Huxios de su largo sueño, este, aún con una ligera camisa de lino y pantalones holgados, a regañadientes se levantó y les dirigió una mirada, con sus ojos negros, tan oscura y desagradable, que más de uno se arrepintió de haberlo levantado.

—¿Qué quieren? Ya te he dicho, Minos, no puedo ayudarlos con el acertijo, piense por su cuenta. ¡Ineptos! —dijo realmente molesto, con los ojos enrojecidos y rodeados de arrugas y marcadas ojeras.

Los tres jóvenes, tras darle muchas vueltas al sentido de los símbolos, decidieron que no podían soportar un segundo más sin descifrar aquel enigma, por lo que fueron a visitar a Huxios, con el fin de incentivarlo a qué hallara el significado a tales símbolos.

—Escucha, Huxios, necesitamos… —intentaba Evan antes de que el anciano lo interrumpiera.

—¿Y a mí que me importa lo que necesitan? ¿Saben que necesito yo? Sí, dormir, dormir, dormir. ¡Ahora fuera, vamos, vamos!

—Vamos, Huxios… —soltó Elijah y el anciano se le quedó viendo durante un largo raro, lo suficientemente como para que Elijah se sintiera incómodo.

—Querido Elijah, sí, ¿Realmente yo debería de ayudarlos? ¿Por qué? ¿Qué les debo? Nada, en absoluto…

—¿Nada? ¿Qué hubiese sido de ti si no derrotábamos a Yoxu? —exclamó ofendida Gia.

—¿De mí? De ustedes dirás, jovencita. ¿Qué hubiese pasado con ustedes si yo no aparecía en sus vidas para solucionarles mil problemas? Ahórrate el sermón de niña presumida.

Huxios era pequeño, de figura escuálida y encorvada, sin embargo, su mirada se imponía ante las insistencias de los jóvenes, hasta que Minos, de pie con ayuda de su confiable bastón, sonrió y dijo:

—Huxios… —Como cantando su nombre—. ¿Recuerdas, por casualidad, el pequeño acuerdo que hicimos?

El anciano esperaba aquel momento, pues sabía que era cuestión de tiempo que Minos le echara en cara aquel acuerdo.

—Sí y ¿Qué?

—Pues debes ayudarme con cualquier cosa que yo amerite, así que, adelante. Ayúdanos —dijo con una sonrisa ensanchada y orgullosa.

Esa sonrisa casi provoca que Huxios, explotando de fastidio, le dijesen que aquel trato era una mentira, ya que lo había dejado ganar de una forma imperdonable, sin embargo, antes de comenzar a objetar, algo nuevo dentro suyo lo detuvo y, en cambio, respirando y cerrando los ojos, aceptó.

—Está bien, está bien. ¿Qué es lo que quieren? Que sea rápido, estaba durmiendo, malditos.

Los jóvenes, como si todos tuvieran diferentes dudas sobre un mismo asunto, hablaron a la vez, exceptuando Minos, que estaba satisfecho por el simple hecho de que Huxios cumpliera su parte.

—¡Basta! ¡Basta! Me aturden, me aturden. Uno a la vez, por favor. —A cada segundo Huxios se arrepentía de no haber admitido su trampa.

—Está bien, yo primero —habló Minos y los tres jóvenes lo vieron—. ¿Cuál es el significado de los símbolos que Gia te entregó hoy?

Huxios no habló por un tiempo, solo se sumergió en un suspensivo pensamiento, hasta que, tan rápido como un pestañeo, se escabulló al igual que una rata de su asiento y corrió hacia una puerta a la derecha, que conducía a su habitación. No tardó mucho en volver sobre sus pasos y reincorporarse de nuevo en su asiento, luego apoyo los tres trozos de pergaminos sobre la mesa y, como si no hiciese falta más, se concentró en terminar con suma paciencia su té.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Where stories live. Discover now