Pergaminos

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Pergaminos

Evan, en pleno amanecer, volvía a su cabaña mientras toda jaqueca o embriaguez quedaba en el pasado. Pocos metros restaban para alcanzar su hogar, sin embargo, un suave golpeteo veloz y contaste llegaba a sus oídos, como si alguien lo siguiera. Si bien se percató de que todo aquello podría ser una amenaza y, tal vez, una emboscada, decidió continuar sin inmutarse.

Una vez en el umbral, abrió la puerta y la cerró tras de sí. Recogió algo de perchero y aguardó con mucha paciencia. Alguien llamó a la puerta.

Evan abrió y observó con ojos despiertos a las dos entidades que se encontraban allí.

—¿Floike ya erfluto? —preguntó un Magno barbudo, pálido y robusto. Llevaba pesados abrigos que probablemente escondían una fina armadura de maya y un sable entre sus telas.

—¿Por qué… qué la espada? —tradujo un pequeño individuo, de rostro delicado y piel joven, de cabellos revueltos y claros. Vestía un chaleco marrón y unos pantalones sucios y anchos.

Evan, con Ostio tendiendo de sus manos, no mostró indicios de querer bajar el arma, tan solo se limitó a responder:

—¿Quiénes son y que hacen aquí? —habló un tono duro y serio.

—¿Kiehmenr hom… kie… kie ke skuhem oki? —tartamudeó inseguro el traductor dirigiéndose a su capitán.

El Magno, de gesto desagradable, tupidas cejas y dientes pequeños, ensanchó una maliciosa sonrisa y dijo algo en magno, a lo que el pequeño joven tradujo:

—Buena pregunta, aunque… Usted… Usted ya sabe la respuesta.

—Por su puesto que la sé, pero quería que lo dijesen y aún lo sigo queriendo.

El jovencito tradujo estas palabras para el Mestizo, a lo que este formuló una respuesta en aquel idioma y el traductor cumplió con el resto del trabajo.

—Mi nombre es Capitán Kelec, K.H.I.1, jefe de mestizo Magno de Wakmar y de todas las divisiones inferiores de esta misma isla.

—Entiendo, mi nombre es Evan Anubis, capitán de Puerto Oculto y uno de los dirigentes de Wakmar.

No hubo cortesías ni tampoco estrecharon las manos, solo miradas gélidas y la sensación de que el conflicto podía explotar en cualquier momento cruzaron ambos mandatarios. Lo único discordante de toda aquella situación, era el jovencito inofensivo y nervioso al lado del agrio capital.

El capitán Kelec, al oír las palabras que su traductor le decía, ahogó una pequeña risa, como si aquella afirmación fuese absurda o simplemente una mentira.

—¿Qué quiere? —le pregunto Evan todavía sosteniendo a Ostio en sus manos.

—Nada, nada, solo hablar, dirigente Evan Anubis.

—Hable, entonces.

El mestizo, más molesto a cada segundo, antes de pronunciar palabra, se posó recto, mostrándose fuerte e importante:

—He notado que su gente trabaja mucho y recolectan suficientes bienes para sobrevivir y disfrutar su… estadía en esta isla. Pero, entenderá usted, que esos cultivos pertenecen a Wakmar y, por ende, nosotros, los Mestizos, merecemos una parte, al igual que las granjas y las pecas y todos los demás bienes naturales que esta bella isla brinda. Ahora, entenderá, que mis soldados no tienen acceso a todos esos bienes y que hasta el momento hemos sobrevivido con los almacenes formados antes de la guerra, sin embargo, estos mismos ya se encuentran escasos y prontos a desaparecer. Es por ello que vengo hoy aquí a proclamar y no ordenar, claro, que aquellos derechos sobre una porción de los bienes naturales de esta isla se nos sea devueltos de la forma más democrática posible. Sin enfrentamiento alguno.

Acuerdos y Maldiciones - Saga "Los Privilegiados II"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora